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24 líneas por segundo: Explicame que me gusta

Por Mex Faliero

(@mexfaliero)

De todas las series que había anunciado Marvel para la plataforma Disney+ la que más expectativas me había generado era Loki. No solo porque el personaje era interesante en su ambigüedad, sino porque además la presencia como creativo de Michael Waldron, uno de los productores de la inflamable Rick y Morty, nos hacía imaginar un delirio de proporciones aprovechando saltos temporales y el humor cáustico de la criatura interpretada por Tom Hiddleston. No quiero culpar a las expectativas, pero sin dudas que la serie estuvo lejos de sus propias posibilidades. Alguna vez escribí en esta columna (acá) que Marvel hacía series en serio y el nivel de producción de Loki, con su diseño burocrático perfectamente amarronado y vintage, demuestra que hay ideas visuales, conceptos estéticas y guiños bien aplicados. Que hay carne en el asador. ¿Cuál es el problema de Loki entonces? Falcon y el Soldado del Invierno era una muy buena serie de acción, el ala física de Marvel. Pero en el último episodio el nuevo Capitán América se tiraba una parrafada que no solo ponía en (demasiadas) palabras lo que la acción ya había determinado antes y mejor, sino que además inauguraba una nueva fase de Marvel. No, no hablamos de la Fase 3 ni la Fase 4, hablamos de una fase discursiva, exasperante en su exceso de explicaciones y subrayados. De pronto a Marvel pareciera haberle dejado de interesar contar historias y narrar aventuras, y por el contrario se asume como parte del motor del cambio de su tiempo y busca instalarse en la agenda. Claro que el problema no es que se digan cosas y se caiga en la comodidad de la corrección política, ya Capitana Marvel o Pantera Negra decían lo suyo, pero eran todavía películas que confiaban en el poder de las imágenes (más la primera que la segunda, eso sí). El problema de Loki, de Falcon y el Soldado del Invierno, de pasajes de WandaVision, de la última y exasperante hora de Black Widow, es que la acción y el movimiento se detienen. Y lo peor, uno ya no sabe si solo se trata de apuestas que fallan o simplemente responden a necesidades del espectador de hoy, que quiere historias ingeniosas pero explicadas, despreciando el movimiento, elemento fundamental del cine. En tiempos donde Christopher Nolan es el santo patrono de los autores dentro del mainstream, un tipo afecto a narrar manuales de explicación, no suena ilógico que Marvel busque seducir a ese público que hoy dicta cómo deben ser las cosas. Loki nos revela un villano en su último episodio y lo sienta a explicar(se) durante media hora. Y eso pasó, más o menos durante, los seis episodios: un mecanismo complejo explicado por los personajes en charlas poco atractivas. Teniendo en cuenta la aceptación que tuvo la serie, no deja de ser un poco frustrante pensar que las cosas serán así de aquí en adelante.

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