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¿Y si la pandemia y las restricciones están haciendo el trabajo sucio?

Por Rodrigo Seijas

(@rodma28)

Por más que algunos países ya la están superando, la pandemia del coronavirus sigue haciendo estragos en la Argentina, y no solo a partir de los contagios, los muertos y la cantidad de camas de terapia intensiva ocupadas. También por cómo introduce cambios decisivos o acelera procesos, exponiendo cuestiones que estaban escondidas debajo de la alfombra: lo vemos con el sistema de salud, con el sistema educativo, con el mercado de trabajo, con la respuesta del Estado en general. Y también con el sector audiovisual, que en buena medida todavía está cerrado o trabajando de forma limitada. De hecho, ya hay salas de cine, teatros y centros culturales que quedaron en el camino y no van a reabrir. Pero, además, la incertidumbre de cara al futuro es total, principalmente porque no da la impresión de que se vaya a recuperar los niveles de producción y consumo pre-pandemia. No al menos inmediatamente. Haciendo foco en el sector cinematográfico, no hay datos claros y sólidos -ya la ausencia de los mismos es un indicador fuerte- pero, a grandes rasgos, se podría calcular que hubo unos 150 estrenos nacionales, en su gran mayoría a través de plataformas como Cine.Ar Play, Puentes de Cine y hasta Netflix. También es notorio que el confinamiento impactó fuertemente en la cantidad de rodajes y que esa reducción se ha trasladado al año en curso. Pero, si tomamos en cuenta que durante el primer semestre el Instituto prestó asistencia económica para 60 producciones, podríamos proyectar un aproximado de 120 rodadas durante el 2021, lo cual también va a tener un impacto en la cantidad de lanzamientos durante este año y el próximo. Es una reducción brutal, de aproximadamente el 40%, respecto a la media aproximada de 200 lanzamientos del 2016 al 2019. En un punto es comprensible, ya que el contexto pandémico sacudió todo, pero también da para preguntarse no solo si se podrán recuperar las anteriores cifras. Hay un interrogante que empieza a asomar y es el siguiente: ¿eran sostenibles las cifras de producción previas a la pandemia? Es decir, ¿tenía sentido estrenar más de cuatro películas nacionales por semana? ¿Había un público para ese nivel de producción? Si analizamos las cifras de recaudación, la respuesta es no, y quizás por eso la reducción en la cantidad de rodajes pareciera ajustar mejor la correlación entre producción y recepción. Posiblemente, a su brutal modo, la pandemia y las restricciones que trajo están haciendo el trabajo sucio que nadie se atrevía a hacer. Ahora bien, quizás la solución no pase por bajar la cantidad de películas, sino por aumentar el número de espectadores. Pero para eso hay que diseñar estrategias consistentes, que implican acciones de corto, mediano y largo plazo, que a su vez deben partir de un diagnóstico lo más certero posible. Y esto incluye saber bien quiénes ven cine argentino y quiénes no, cuáles son los públicos potenciales e incluso cuáles difícilmente puedan serlo. ¿Existen los datos para elaborar ese diagnóstico que nos permita planificar? Si, por ejemplo, analizamos la información disponible en la página web oficial del INCAA, no encontramos nada de eso, incluso en años previos al 2020. Hay que encarar esa realidad y hacerse cargo, y rápido, porque en el mientras tanto la pandemia está haciendo su propio ajuste, mientras muchas autoridades y actores sociales miran para otro lado. Y lo que quede después podría ser realmente una tierra arrasada.

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