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West Power



Por Nicolás Pratto

(@Malditavocal)

Frente a esta ola de progresismo que nos encontramos hoy en día, donde el revisionismo se disfraza de juicio, el western es un género mirado de reojo. Quizás porque en la actualidad no sea un género tan consumido, haciendo leña de un árbol que ya tuvo su buena vida. Decir que el western es machista, sería como denunciar que no había libertad religiosa en el medioevo. En otras palabras: contexto. En él encontramos varios ejemplos de la figura femenina tomando protagonismo y no siendo una damisela en apuros. Veamos dos ejemplos:

Forty guns (1957)

Es extraño encontrar una película a color de Samuel Fuller, y eso que su carrera se desenvuelve en una época donde el color empieza a ser moneda corriente. La razón podría ser una cuestión de presupuesto y que además su filmografía le esquiva a los grandes estudios, salvo cuando a mediados de los 50 realizó varias películas para la 20th Century Fox. Entablando amistad con Darryl F. Zanuck, este le encargó varias producciones, incluido un western que, por estos pagos, tuvo una horrible traducción como Dragones de la violencia.

Barbara Stanwyck interpreta a Jessica, una terrateniente que domina un condado a través del miedo junto con su grupo de bandidos. La llegada de un nuevo sheriff cambia la situación cuando este no se vende ni cae ante los encantos de Jessica, iniciando un juego del gato y el ratón. El conflicto inicia cuando el hermano menor de Jessica y el principal bandido es encarcelado y, una vez liberado, quiere vengarse del representante de la ley. Siendo esta la trama principal, además de un triángulo amoroso, un embarazo y -por supuesto- varias muertes.

Originalmente se iba a titular The woman with the wip (La mujer del látigo), un título más que correspondiente porque vemos a una Barbara Stanwyck déspota, pero que sabe usar su carisma y seducción para conseguir lo que quiere. Aprendiendo desde muy joven a defenderse por sí misma y encontrando placer en obtener poder y la sumisión de los hombres. Fuller hace honores a aquella frase de los Simpson de “exprimir cada centavo”, en menos de 80 minutos narra gran un drama, cargado de acción y de comentarios acalorados que pasan debajo de la mesa mediante diálogos como “Limpiar el rifle” o “He sido mordida por una serpiente”.

Aunque el director adopta convencionalismos del género en términos de trama, la ejecución de la misma se desliga del canon. Siendo alguien creado dentro del sistema de estudios, pero que también absorbería las nuevas corrientes de finales de los 50’s, en cuestión de montaje, me remito a la introducción de The naked kiss. Los duelos de Forty Guns tienen similitudes a los que a futuro realizaría Leone, una estupenda escena de suspense en un callejón a plena luz del día, o como mencionaba mi papá mientras la veíamos: “tiene planos y cortes raros”. Eso es Fuller, al igual que Welles y otros tantos, alguien que cuando se introduce en un género, deja su huella.

The quick and the dead (1995)

Vamos a llamarla por su nombre: Rápida y mortal, o la película de Sharon Stone vs Gene Hackman que pasa seguido TCM, dirigida por Sam Raimi. Hay algo peculiar a inicios de los 90’s, como un resabio de ese poder de directores en la industria, antes de que las películas se decidieran en comités y multinacionales bailando Money song de los Monty Python. Joe Dante con el poder del corte final en Gremlins 2 (1990), James Cameron con Terminator 2 (1991) y Tim Burton con Batman returns (1992). Todas coinciden que son secuelas de grandes éxitos de la década pasada, ofreciéndole al director más poder con tal de repetir la fórmula; equipo que gana no se toca.

También es una década donde el género tiene un revival basado en el éxito de Danza con lobos y Los imperdonables. Resulta curioso que TriStar eligiera en Raimi como director para un western, teniendo una carrera en base al terror, un género que hasta el día de hoy sigue mirando de reojo. En Rápida y mortal tenemos a una pistolera (Sharon Stone), que llega a un pueblo liderado Herod (Gene Hackman), que organiza un torneo entre pistoleros cuyo premio es una cuantiosa suma de dinero. Poco le importa el trofeo, su motivación es la venganza, ya que, en el pasado, Herod asesinó a su padre.

Asombra el resto de actores que conforman el cast, Leonardo Di Caprio, Lance Henriksen y Russell Crowe, siendo este su primer papel en Hollywood. La protagonista es la pistolera que se hace paso en un “asunto de hombres”, hábil con el revólver, justiciera y dueña de sus pasiones como beber y los hombres. Pero a su vez sufrida al encontrarse ante la situación de cobrarse una vida por primera vez, convirtiéndose en lo que detesta. La película hereda los duelos al estilo spaghetti western, la trama de la protagonista similar a Once upon a time in the west, pero sin perder el estilo característico de Raimi. Alguien que reconoce los aspectos tradicionales del género, pero que le suma un mayor grado de violencia que no desentona. Similar a lo que había realizado años anteriores Robert Rodríguez en El mariachi.

Una película sólida que con los años se valora mejor, grandes actuaciones, destacando Stone y el siempre firme Hackman como buen antagonista. Y la obra que le abriría la puerta a Raimi para ser considerado fuera del terror, a principios del 2000 haciéndose cargo de súper producciones, pero sin olvidar su toque.

No son los únicos ejemplos de empoderamiento en el western clásico y el de los últimos años, a futuro revisitaremos más. No importa si es Henry Fonda o Barbara Stanwick, es cuestión de ponerse el sombrero, ajustarse el cinturón e imponer respeto, si es necesario, mediante el gatillo.

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