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El cine argentino, una pasión inexplicable

Por Rodrigo Seijas

(@rodma28)

En este país de extremos, dependiendo del lugar donde se habla, hay sectores e instituciones que son mirados con total desdén o que son directamente incuestionables. Pasa, por ejemplo, con la educación pública y los docentes: hay ámbitos donde se los desprecia por completo y otros donde plantear algún tipo de objeción constituye un delito. Lo mismo se puede decir con “el campo”, “la comunidad científica”, “los mercados”, “el ámbito académico”, “los movimientos feministas” y, más recientemente, “los médicos”, a los que pongo entre comillas porque son categorías muchísimo más amplias y abarcativas -y, por ende, difusas- que sus denominaciones lingüísticas. Se los ama o se los odia, y hacia dentro de ellos el margen de autocrítica es ínfimo. Cuando hablo de “autocrítica”, no me refiero a esa que es off the record, en los pasillos y casi inofensiva, sino pública y muchas veces dolorosa. En cierto modo, son como los equipos de fútbol, a los que nunca se critica y siempre se defiende, incluso cuando la realidad habla en sentido contrario: por eso, como hincha de Racing, no digo en público que la afirmación del presidente del club de que la Academia es el tercer grande es insostenible, porque, mal que me pese, Independiente tiene muchos más títulos nacionales e internacionales, además de un historial mucho más favorable. No, mejor callar y hacerse el distraído, a ver si me empiezan a considerar un traidor. Bueno, con el sector audiovisual pasa algo parecido: si estás afuera, podés difamar con total tranquilidad, por más que conozcas poco y nada sobre cómo se construye y muchas veces seas, paradójicamente, un consumidor acérrimo de sus productos; pero si estás adentro, ni te atrevas a cuestionar la calidad o cantidad de producción. No, a lo sumo, se aplica la táctica de “los trapos sucios se lavan en casa” y los supuestos “debates” no son tales, ya que nunca abordan las preguntas más incómodas y espinosas. Y cuando ese cuestionamiento externo y lejano nos roza mínimamente, todo es “una operación”, “difamaciones”, “conspiraciones”, “neoliberalismo”, gente que no entiende cuán diverso y representativo es lo que produce el sector audiovisual argentino. Eso sí, nunca nos ponemos a explicar mínimamente por qué somos tan diversos y representativos: somos así porque somos así, una pasión inexplicable. Entonces, si se producen 200 películas argentinas, bárbaro, descorchemos champán, y mejor ni nos preguntemos si las ven, si les importa a los potenciales espectadores, si son relevantes en la discusión cultural, si entretienen de algún modo. Si vuelve a producirse ficción nacional, aunque sea en cantidad mínimas, festejemos, celebremos, como si esas series fueran a ser inevitablemente buenas básicamente porque tienen el sello de producción argentina. No sea cosa de preguntarse por qué el público elige producciones de otros países: no, mejor sostener el discurso de que “hay que respaldar a la producción nacional”, con un nivel de nacionalismo que rara vez aplicamos en otras esferas. Mientras tanto, los films y series argentinas ocupan un lugar cada vez más marginal y los sectores que antes nos despreciaban, ahora tienden cada vez más a directamente ignorarnos. Para ellos somos irrelevantes, a lo sumo un agujero negro al cual no vale la pena comprender, un Sacachispas dentro de la discusión social, política y cultural. En cambio, nosotros hablamos como si fuéramos el Bayern Munich, los referentes culturales totales. Lo cierto es que no somos Sacachispas, pero tampoco el Bayern Munich. Quizás seamos como Racing, un club con momentos históricos importantes y un presente aceptable, cuyos hinchas exageran su grandeza al mismo tiempo que se presentan como eternos sufridos. Pero nuestra pasión es explicable, y debe ser explicada.

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