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Diligencia a la comedia



Por Nicolás Pratto

(@Malditavocal)

Asociar la comedia en el western, no es lo primero que se nos viene a la mente a la hora de pensar en este género. Quizás porque a la hora de revisitarlo, generalmente caemos en cierto canon donde abunda más el drama y la acción. Aun así, el western más taquillero no es de John Ford, Howard Hawks o Anthony Mann, la medalla la tiene Mel Brooks por Locura en el Oeste de 1974. Aquella gran comedia, realizada en una época donde el género empezaba a ser revisitado. Pero en su época de esplendor, también se encuentran comedias protagonizadas por sus máximos exponentes: Buster Keaton, los hermanos Marx o los Tres Chiflados.

El conquistador del oeste (1925)

En los últimos años ha crecido el abordaje al cine, desde diversas perspectivas fuera de la crítica. Teorías económicas en base a Cuando Harry conoció a Sally, la psicología en El silencio de los inocentes, incluso desde la perspectiva de género en films como Una Eva y dos adanes o Cruising. Bajo este planteo, se podría nombrar a Buster Keaton como uno de los precursores de la liberación animal en el séptimo arte. Sí, parece muy clickbait, seguís en Funcinema, no estás en Collider, Cultura Colectiva o Indie Hoy.

Nuestro amigo Buster se dirige al Oeste en busca de trabajo. Siendo contratado como vaquero, en el sentido literal de la palabra. Lejos de los duelos, beber y viajar de pueblo en pueblo, como generalmente se plasma en las películas, en esta oportunidad, es alguien dedicado a la cuida del ganado. Siendo inexperto, lo vemos implicado en diversas situaciones, con sus salidas magníficas, desde montar a caballo, guiar el ganado y ordeñar una vaca. Justamente esta última, entablará una relación con Keaton, me atrevo a decir que es la mejor interpretación del reino animal que he visto. Sabiendo su final en el matadero, intentará liberarla a ella, liberando también a los demás bovinos, ocasionando una estampida de 400 terneros sobre una ciudad que entra en caos.

Buster Keaton simplifica y multiplica. Es el que se cae arriba de un caballo, y al que se le cae una casa. El que actúa con una vaca, y el que lidera una estampida vestido de diablo. Es Disney y los Looney Tunes, destruye una locomotora y en otras ocasiones, su cuerpo le sobra y basta. Un maestro, alguien que le bastó una sola película, para dejar su huella en el western. Cuando el género usaba pantalones cortos.

Los hermanos Marx en el oeste (1940)

Los Marx son como esos equipos de fútbol que tienen un estilo de juego asimilado: cuando vemos sus películas, sabemos el planteo y terminan ganando por carcajada. Un pase rápido entre diálogos, la gambeta del gag y el equilibrio del trío cómico. Como gran equipo, juegan igual en todas las canchas: marineros en A girl of every port, universitarios en Plumas de caballo, gángsters en Monkey Business y, obviamente, no podía faltar su vuelta por el western.

Los hermanos Marx en el Oeste nace de varios actos que venían realizando en el teatro; debido a la buena percepción del público, deciden dar el santo a la gran pantalla. En esta oportunidad, Chico y Harpo son dos hermanos que, en busca de oro, se dirigen hacia el Oeste, pensando que este se encuentra en todas partes. Pero al llegar, encuentran un desierto sin riquezas, en las que un anciano, les vende unas tierras sin valor. Para su fortuna, dichas tierras cobran mucho interés, ya que la construcción del ferrocarril pasa por ellas. Despertando la avaricia de un empresario inescrupuloso y sus bandidos. Por su parte, Groucho es un vendedor que también desea su riqueza, uniéndose con Chico y Harpo en la búsqueda de las escrituras.

Dirigida por Edward Buzzell, guión de Irving Brecher y un no acreditado Buster Keaton, el trío atraviesa lugares comunes del género: la cantina y los burdeles, duelos, comunidades nativas y el clímax con la persecución del tren. Posiblemente, este último con un guiño hacia Keaton. Si en The General lo destruye, los hermanos Marx te lo desarman, destrozándolo en una secuencia muy divertida. No faltan los números musicales característicos, las situaciones delirantes escapando de los problemas (un genial tutorial sobre cómo abrir una caja fuerte), y situaciones donde cada hermano demuestra su talento individual. El trío Marx invadiendo el western y no fallando en la puntería.

Gold Raiders (1951)

Los westerns que hemos repasado se encuentran en la categoría de Clase B. Aprovechar decorados, secundarios que pasan a protagónicos para incrementar su carrera, técnicos que realizan el salto a la dirección, cumplimiento de contratos y obviamente, ahorrar dinero. Es show business, no show art. Aunque hay casos extremos: con 50.000 dólares de presupuesto y rodada en 5 días, se encuentra Gold Raiders. Un intento de una serie de películas que integran a George O’Brien (un actor de los “carilindos” que trabajó en varias películas de Murnau y Ford), y a Los Tres Chiflados, cuya carrera comenzaba a iniciar su triste final.

Dirigida por Edward Bernds, director de varios cortos del trío cómico, en esta oportunidad los encontramos como vendedores ambulantes que estafan a desprevenidos, de pueblo en pueblo. Por su parte, el personaje de O’Brien es un agente de seguros que utilizará a los chiflados, para atrapar a unos forajidos que planean robar un cargamento de oro. Es una película triste, los tres chiflados, con Shemp completando el trío, carecen de entusiasmo. Es natural, cinco días de rodaje en pleno fin de año (la producción fue entre el 26 y el 31 de diciembre), muchas ganas no había. En un tramo importante del film, los chiflados desaparecen por completo de la película para darle protagonismo al “cowboy de seguros”, que poco sabe hacer, salvo realizar la clásica pelea en la cantina y una secuencia de disparos, bastante precaria.

La película resultó un fracaso, Columbia no quiso hacerse cargo y la terminó distribuyendo United Artist. La inclusión de Shemp no estaba prevista, Curly era parte de la producción, pero sufrió un derrame cerebral y, a los meses, moriría. Estos sucesos harían que Columbia, luego de explotarlos durante años, los terminara echando. Pero no quiero terminar este repaso de westerns cómicos, en un tono tan triste. Hay varios cortos de Los Tres Chiflados ambientados en el western que son increíbles:

Horses’ Collars (1935): siendo detectives privados, el trío se dirige al Oeste para auxiliar a una joven que intenta saldar la deuda que tiene con un maleante. El robo de su billetera resulta fundamental para el logro. Realizada en la edad dorada del trío, con Curly comiéndose la pantalla y sí, hace de perro y demuestra su fuerza sobrehumana.

Goof and Sanddles (1937): de mis cortos favoritos y que Telefé pasaba bastante seguido. Siendo parte de las fuerzas del General “Muster”, son enviados como exploradores a una tierra llena de forajidos. No tardan en meterse en problemas, sobre todo en la genial escena donde se cartean jugando al póker (un gag recurrente del trío). Y una gran utilización de los efectos de sonidos. En una época donde el solo escuchar era una novedad, los Tres Chiflados supieron aprovechar dicha herramienta para incrementar el efecto visual de sus actos.

Punchy cowpunchers (1950): Moe, Larry y Shemp son tres soldados de la caballería que se ven envueltos con un grupo de maleantes, siendo auxiliados por una camarera y su novio, un vaquero. La escena del trago explosivo, es maravillosa.

Quizás la época del viejo Oeste, no haya sido de las mejores para vivir. Una esperanza de vida de 42 años, enfermedades, el clima y la naturaleza hostil, la guerra civil de por medio y, en caso de sobrevivir, con un miembro amputado. El peligro y la tragedia se encontraban por doquier, pero como dice Marge Simpson y ha sabido realizar el cine: “en un momento así, solo se puede reír”.

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