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24 líneas por segundo: La liga de la justicia de Federico Fellini

Por Mex Faliero

(@mexfaliero)

La semana pasada reflexionábamos en esta columna acerca de cómo el fanatismo, que es algo decididamente nocivo, era lo único que justificaba la presencia en la pantalla de un engendro como La Liga de la Justicia de Zack Snyder. Una película-capricho, tanto de quien la dirigió como de su público potencial, que carece de cualquier atractivo si uno no pertenece al grupo de interés… o de riesgo. Se nos podrá decir que eso pasa con buena parte del cine, pero las películas suelen tener un halo de universalidad en sus temas o en sus tratamientos (cuando sucede en ambos campos estamos ante una película diferente y superior) que es lo que las conecta con las audiencias. En el film de Snyder hay estampita e iconografía, una película que es antes que nada un objeto. A esta altura del texto creerá usted, masoquista amante de La Liga de la Justicia de Zack Snyder que lee esto solo para enojarse, que quien firma es un snob, un amante del “cine arte” y de los autores, que odia el cine popular. La verdad que no. Para emparejar las cosas vayámonos al otro lado de la ecuación, a “ese cine que le gusta a los críticos” como suelen decir los prejuiciosos espectadores no prejuiciosos. Hace unas semanas se reestrenó 8 ½ de Federico Fellini, una de esas películas de consenso a las que no les entra una sola bala. Sin embargo reencontrarme con la obra de Fellini, liberado de los juicios de valor de mis colegas y sin necesidad de pertenecer al credo, fue una experiencia un tanto tortuosa: 8 ½ es una película que parece retratar un momento, de la historia del cine y de la historia del propio director. Un momento en el que el bloqueo creativo de Fellini significó algo. Ahora bien, casi sesenta años después, todo eso que le pasa al Guido Anselmi de Marcello Mastroianni (alter ego del director) me resulta, expresado como está expresado en la película y lejos ya del contexto histórico mencionado anteriormente, bastante inocuo, si no tedioso. Que Fellini intercala los sueños, lo real, las fantasías, como pocos, es cierto; pero también es cierto que lo que lo hace llamativo aquí es el exhibicionismo formal, la pericia técnica. Un detalle. Lo demás, lo discursivo, los excesos verborrágicos, la crisis del artista burgués (¡ay pobrecito!), en definitiva toda la materia que se contienen en esas dos horas y veinte se vuelve absolutamente densa e intransitable si uno no conecta con el objeto en cuestión o, en todo caso, si no se es un poco indulgente con el artista. En definitiva por el otro lado de la ecuación, porque claramente 8 ½ busca un público diferente al que busca La Liga de la Justicia de Zack Snyder, los resultados son un poco parecidos.

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