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La hija del minero (1980)



EN EL CAMINO

Por Rodrigo Seijas

(@rodma28)

Si en los setenta teníamos a Alan J. Pakula, Sidney Lumet o Norman Jewison como algunos de esos artesanos que mejor se adaptaban a lo que se consideraba un cine prestigioso y biempensante en Hollywood; en los ochenta, los que tomaron la posta fueron directores como Alan Parker, Hugh Hudson y, en menor medida, el recientemente fallecido Michael Apted. Quizás no sea casualidad que el primer grupo sea de origen norteamericano y que su enfoque sea primariamente político y/o alegórico, con un estilo más cercano al naturalismo; mientras que el segundo fuera de origen británico y más preocupado por un formalismo más cercano a lo académico, en el que se jugaba con ciertos artificios genéricos. Lo que unía a ambas vertientes -con sus altas y bajas- era su capacidad para construir películas pretendidamente exigentes, aunque en verdad fueran amables con un espectador que compraba la marca de un cine “importante”.

Aunque también lo que unió a estos cineastas, tanto norteamericanos como británicos, es que a partir de la llegada de los noventa comenzó para ellos un proceso de declinación que los dejó, sutilmente -casi amablemente-, fuera del sistema. Continuaron siendo realizadores prestigiosos, homenajeados, incluso reverenciados, pero trabajando cada vez menos y con películas que pasaban cada más desapercibidas. El caso de Apted es un poquito particular, porque no llegó a tener nominaciones al Oscar como director, pero estuvo detrás de varios films con nominaciones y premios, y porque su caída fue un poco más estrepitosa: su producción no decayó tanto en cantidad como calidad, encadenando bodoques como Medidas extremas (1996), El mundo no basta (1999), Nunca más (2002), que lo fueron colocando en el lugar de mercenario de lo que los estudios requerían. Sin embargo, los ochenta fue su momento de gloria, no solo por Gorilas en la niebla (1988), quizás la más representativa de ese cine oscarizable que supo construir, sino también por La hija del minero, que fue la película que lo consolidó como un realizador capaz de llevar adelante films con ambiciones de laureles.

Y hay que decir que el biopic sobre la cantante de música country Loretta Lynn es más que interesante, a partir de cómo expresaba ese momento de transición sobre lo que Hollywood podía considerar como prestigioso. Allí conviven algo del realismo sucio, casi granuloso del cine norteamericano de los setenta, con la cuota algo melodramática del cine social británico, enfocado en la clase trabajadora más humilde y castigada, pero aplicado al sur estadounidense. Hay una amabilidad y un cariño por los personajes que se dan la mano con una crudeza palpable en la forma en que retrata la dura vida de una joven proveniente de un pueblo de mineros, que se enamoró y casó cuando tenía apenas catorce años, tuvo seis hijos y en una ráfaga, pasó de ser un ama de casa a ser considerada la “Reina de la Música Country”.

Eso es lo que le permite a Apted delinear el romance abrupto y pasional entre Loretta (espléndida Sissy Spacek, que terminó llevándose el Oscar a la mejor actriz) y Doolittle Lynn (un Tommy Lee Jones perfecto) en apenas media hora, con un puñado de secuencias dignas de una screwball comedy. Luego, con apenas un diálogo y una mirada, la noticia del primer embarazo de Loretta. Después, con un sutil paneo de la cámara, mostrar cómo ella ha pasado a ser madre ya en ese momento de cuatro niños. Del mismo modo, esa narración con transiciones mínimas es que la que se zambulle en la primera actuación en vivo de Loretta gestionada por Doolitle y en un viaje frenético por buena parte del país donde su fama crece a pasos acelerados. Tan rápido va La hija del minero que le falta tiempo para centrarse en el momento de caída de Loretta, ese donde la fama, las disputas con su marido, la muerte de su amiga (y mentora) Patsy Cline y algunos problemas de salud la abruman hasta ponerla al borde del abismo.

En su estructura de road movie paisajística pero principalmente íntima, La hija del minero es esencialmente la historia de ese amor tormentoso entre la fuerza de la naturaleza que es Loretta y Doolitle, un hombre tan cautivador como manipulador, tan leal como caprichoso. Y un film que estaba lejos de ser perfecto pero que al mismo tiempo mostraba a un director con una energía y vocación por narrar que estarían totalmente ausentes desde mitad de los noventa en adelante. Quizás Apted, al filmar la historia de Lynn, ya estaba anticipando algo de su propia historia, que sin embargo no tendría una redención como la de la cantante.

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