DE BUEN GUSTO
Por Nicolás Pratto
Según varios estudios sobre la conducta humana, durante los primeros años de la infancia, que sería desde el nacimiento hasta los 5 años, el infante se encuentra en un proceso de reconocimiento del mundo que lo rodea. Su forma de adaptarse ante él, es mediante la imitación. Generalmente de sus padres y del entorno donde se encuentra. Asimilar expresiones faciales, palabras, generalmente malas palabras que la criatura pronuncia en público, ante el asombro de los padres que “desconocen” de dónde aprendió tal barbaridad. Una conducta que nos acompaña por los años, en un primer empleo observamos nuestra área de trabajo y, los primeros días, replicamos lo que hacen nuestros compañeros o el personal más experimentado. Y lo mismo se podría llevar a la dirección en cine.
En las primeras películas de X director, previo a construir su mirada personal, se puede apreciar la figura que intenta imitar, las películas que lo han formado. En un primer Brian De Palma, observamos la influencia de Godard. Cada vez que puede, John Carpenter nombra a Howard Hawks como su guía. Y Billy Wilder tenía en su escritorio un cuadro que decía “¿Qué haría Lubitsch?”. Mismo camino atravesó un joven Peter Jackson.
Antes de adaptar a Tolkien en El señor de los anillos, incluso previo a dejarse la barba, Jackson continuaba viviendo a sus 31 años en Nueva Zelanda. En los 80’s ya había realizado cortos, dirigido Mal gusto y Meet the Feebles, donde ya se percibía su influencia hacia el terror y lo grotesco. Recibiría los 90’s con una de las películas más gore que se han filmado, peleando cabeza a cabeza con Mel Gibson y La pasión de Cristo: 1992 fue el año de Braindead, Dead alive o, como la emitió Telefé, Tu madre se ha comido mi perro.
En un pueblo neozelandés de los 50’s, un joven tímido llamado Lionel invita a salir a una chica llamada Paquita. La madre de Lionel, sobreprotectora, sigue a la pareja hasta el zoológico, donde hay una nueva atracción: un mono rata que está maldito. Este muerde a la madre, generando a la mañana siguiente que se convierta en una zombie que no tardará en desplegar el contagio.
Jackson juega, se divierte siendo Spielberg en la primera secuencia, similar a Indiana Jones y los cazadores del arca perdida. La relación posesiva entre madre e hijo, siendo Lionel un Norman Bates que protege a su madre a pesar de que coma a un perro y a sus vecinos. Los zombies “Romerianos” y el clímax a lo Evil dead: Diabólico. El fanatismo, y la admiración, no consumen al director en referencias, por el contrario, las utiliza de manera apropiada para narrar una historia de amor en medio de un brote zombie. Logrando un buen balance entre terror y comedia.
Llama la atención el trabajo en efectos prácticos, en un país que no tenía la tradición de Jack Pierce o Tom Savini. El recurso del stop motion que ya había demostrado en sus trabajos anteriores. Al igual que James Cameron y Spielberg, Jackson se inicia en gran manera utilizando los efectos tradicionales como una herramienta; en años posteriores sería de los mejores narradores en lo que sería la revolución digital.
Fuera de las tripas, las decapitaciones, la sangre, mucha sangre, Muertos de miedo es una historia de amor. Dirigida por alguien fascinado por las películas que lo marcaron, de ahí sus influencias, pero que lejos de ser un retrato de Dorian Gray, logró construir la figura reconocida que es hoy en día.