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Fuera de control

Título original: Unhinged
Origen: EE.UU. 
Dirección: Derrick Borte
Guión: Carl Ellsworth
Intérpretes: Russell Crowe, Caren Pistorius, Gabriel Bateman, Jimmi Simpson, Austin P. McKenzie, Juliene Joyner, Stephen Louis Grush, Anne Leighton, Devyn A. Tyler, Sylvia Grace Crim, Vivian Fleming-Alvarez, Samantha Beaulieu, Lucy Faust, Michael Papajohn, Deven MacNair, Gretchen Koerner, Donna Duplantier
Fotografía: Brendan Galvin
Montaje: Michael McCusker, Steve Mirkovich, Tim Mirkovich
Música: David Buckley 
Duración: 90 minutos
Año: 2020


4 puntos


DEMASIADO CONTROLADO

Por Rodrigo Seijas

(@funcinemamdq)

El arranque de Fuera de control es bastante prometedor: vemos al personaje de Russell Crowe -más gordo que nunca, y eso es decir- en un auto, en el medio de la lluvia, aguardando en las afueras de una típica casa de los suburbios. El tipo está callado y al mismo tiempo agitado, tomando pastillas como si fueran caramelos, hasta que finalmente se baja y entra a la casa con toda la violencia posible, a sangre y fuego, literalmente. Luego se retira en el auto, con la casa en llamas y dos muertos a sus espaldas. No sabemos a quiénes mató ni sus motivos, todo es un enigma y eso es positivo, porque genera la inmediata atención del espectador.

Sin embargo, ya la secuencia de créditos, con su montaje acelerado que combina imágenes de violencia e informes periodísticos sobre las crecientes tensiones que afectan a las personas, empieza a dar demasiadas explicaciones y justificaciones, empeñada en dejarnos en claro que ese ser descontrolado que interpreta Crowe es una especie de producto social. Y las explicaciones continúan cuando el film sigue a Rachel (Caren Pistorius), una mujer en pleno proceso de divorcio, una situación laboral inestable, un hijo a quien lucha por mantener y que debe soportar a su hermano menor viviendo bajo el mismo techo con su prometida. Todo está al borde del derrumbe en la vida de Rachel -nos queda demasiado claro porque hay casi un regodeo en sus padecimientos- y la cosa empeora cuando tiene un breve pero tenso cruce con el personaje de Crowe en el medio del tránsito mientras lleva a su hijo a la escuela. Obviamente, ese ser inestable e iracundo fijará toda su atención en ella y emprenderá un obsesivo y metódico proceso para arruinarle su vida.

El argumento, que puede sonar un tanto repetido -la historia del cine está repleta de psicópatas obsesivos con blancos específicos-, podría desarrollar algunos méritos si tuviera algo de consciencia de los elementos que maneja o si dejara componentes de la trama en el campo de lo enigmático. Pero Fuera de control aplica una narración donde la crueldad va de la mano con la previsibilidad: casi nunca hay verdadera sorpresa en lo que cuenta y cómo lo que cuenta, como si no tuviera muchos más recursos más allá de la actuación desbordada, casi paródica incluso de Crowe -por momentos hace acordar a su psicótica performance en la olvidada y relativamente divertida Asesino virtual-, y el rostro constantemente desesperado de Pistorius.

Ya antes de completar la hora, el relato luce agotado y repetitivo, condenado a tratar de inventar nuevas situaciones o eventos donde el personaje de Crowe pueda desplegar su locura y crueldad. Y si el guión de Carl Ellsworth carece de ideas potentes o disruptivas, la puesta en escena que arma el director Derrick Borte tampoco tiene algo realmente distinto para ofrecer. Paradójicamente, nada se sale de cauce en Fuera de control, la última media hora se estira como un chicle y se pierde toda chance de un real suspenso. Si el final alivia, es por las razones equivocadas: el orden restablecido solo sirve para cerrar una historia carente de inspiración. Y lo cierto es que lo que se insinuaba en los primeros cinco minutos queda en la nada misma. Tan solo nos queda preguntarnos cómo hizo Crowe para estar tan panzón.

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