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An american pickle

Título original: Idem
Origen:EE.UU.
Dirección: Brandon Trost
Guión: Simon Rich, sobre un artículo de propia autoría
Intérpretes: Seth Rogen, Sarah Snook, Maya Erskine, Jorma Taccone, Sean Whalen, Joanna Adler, Jeff Daniel Phillips, Geoffrey Cantor, David Mattey, Kevin O’Rourke, Eliot Glazer, Nick Arapoglou, Jon Donahue
Fotografía: John Guleserian
Montaje: Lisa Zeno Churgin
Música: Michael Giacchino, Nami Melumad
Duración: 88 minutos
Año: 2020


6 puntos


DOS GENERACIONES EN PUGNA

Por Mex Faliero

(@mexfaliero)

Hay una regla no escrita en el cine, la cual indica que todo comediante protagonizará en algún momento de su carrera una película en la que interpretará dos personajes, o tres, o cuatro, o incluso muchos más según sea la falta de originalidad. La lista es enorme y voy a enumerar algunos casos apelando a mi memoria y sin buscarlos por ahí: Jerry Lewis en El profesor chiflado, Eddie Murphy en las remakes de El profesor chiflado, Michael Keaton en Mis otros yo, Jack Nicholson en ¡Marcianos al ataque!, Mike Myers en Austin Powers, Adam Sandler en Jack y Jill, Ben Stiller en Una noche en el museo 3, Jim Carrey en Irene yo y mi otro yo, hasta Lisa Kudrow en la serie Friends interpretó a las hermanas gemelas Buffay. Claro que el caso más querible es el de Jack Black en el tráiler de The fatties que aparecía antes de Una guerra de película. En algunos casos son desdoblamientos de personalidad que se vuelven explícitos, en otros directamente dos personajes diferentes. Pero en todos los casos juegan con la capacidad del comediante para explotar diversas personalidades o estados de ánimo, cayendo incluso en una sobreexplotación algo molesta de mohines que se usan para remarcar las características de cada uno. Con el avance de la tecnología el recurso se agudizó, debido a que ahora es mucho más fácil clonar en un solo plano al mismo actor y ya no es tan necesario caer en el barroco recurso del plano y contraplano o de usar de referencia una parte del cuerpo de un doble. A esta lista de comediantes ahora se suma Seth Rogen, quien en An american pickle interpreta a un inmigrante polaco que se accidenta allá en las primeras décadas del Siglo XX y despierta un siglo después para encontrarse con su bisnieto. Sí, los dos son Rogen.

Una cosa a favor de la película de Brandon Trost en relación a muchas de las mencionadas anteriormente: no hay aquí un abuso del recurso del doble (como el elemento fantástico de origen es apenas una excusa de la trama sin mayor importancia). Es decir, An american pickle no es un Seth Rogen al cuadrado. La duplicidad del actor es apenas un elemento distintivo o solamente un gancho que sirve para venderle la película a sus seguidores. Pero no hay una remarcación explícita para diferenciar a los personajes puesto que son, por propia definición, antagónicos: uno es un hombre rústico, un inmigrante de principios de Siglo XX que tiene una conciencia práctica respecto de cómo sobrevivir y de cómo debe ser la sociedad. El otro es un hijo directo de estos tiempos, un freelancer relacionado con lo tecnológico, un hipster que se abrocha la camisa hasta el botón de arriba y que constituye un imaginario de buena conciencia. Lo que le interesa a An american pickle es trabajar ambas personalidades, la del hombre antiguo y conservador y la del moderno y progresista. Hacerlas colisionar hasta pervertirlas y encontrar puntos de unión en los lazos sanguíneos y en las tradiciones familiares.

Lo mejor de An american pickle está en el prólogo, que es cuando desarrolla mucho mejor sus ideas de comedia aplicadas al relato. El comienzo es como un cuento sobre la inmigración, sus penurias pasadas en el viejo continente y las presentes mientras intentan “hacer la América”. Hay recursos visuales, gags impecables y cierta ambición formal, que posteriormente quedará perdida ante la necesidad de la película en construir discurso antes que comedia. Porque Herschel y Ben (los dos Rogen) terminarán enfrentándose ideológicamente en una disputa que alcanzará cimas de maldad y crueldad. La película podría haber orientado ese asunto hacia la oscuridad y la comedia negra, pero se limita a exponer un poco la hipocresía de la sociedad moderna por medio del discurso del presente en fricción con el discurso del pasado. En ese plan es como si An american pickle tuviera claro lo que quiere decir, pero no sabe cómo: y se vuelve un poco atolondrada narrativamente, como si sus ideas estuvieran siempre un paso adelante y Trost no supiera cómo contenerlas. En este camino, lo mejor surge cuando Herschel va a dar una conferencia que termina con una bravuconada; ahí es cuando la comedia se hermana con las formas de la película y logra sus objetivos. En todo caso se trata seguramente de una de las películas más ambiciosas que ha surgido de los ya viejos integrantes de la Nueva Comedia Americana, pero también una de las más fallidas.

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