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Daniela Virginia Macchiavello, In Memorian

Por Virginia Ceratto

(especial para @funcinemamdq)

Partió una dama guerrera.

Se fue Daniela Virginia Macchiavello, mi tocaya, como nos llamaba. La conocí cuando organizaba una edición del Día de la Dignidad Gay, en el Auditórium. Comenzó ayudando, desde su rol en AMADI y terminó tomando largos tés que nunca se enfriaban durante los ensayos y abriendo el espectáculo, con su versión de un texto de J.F. Kennedy, a quien admiraba desde sus días de hombre y militar. Ah, sí, había sido varón y militar, destacado en una base en EE.UU. Y de aquella época tenía un gran orgullo… Su hija.

Y de aquella época, también, admiraba a Jacky Kennedy, o Jacky O. Fuera cual fuera el apellido, le encantaban sus trajes y casquetes. Y cuando la ocasión lo requería, cambiaba la mini de ex trabajadora sexual por un talleur Jacky, un tanto Cocó, a la rodilla. Con un casquete sobre su melena corta.

Fue discriminada por aquella Fuerza. Obviamente. Y también por algunas personas de su comunidad LGBTQ+, por su pasado, y también porque no le personaban, algunos, solamente algunos, su trabajo en la Municipalidad, en una gestión que no les era grata. Y los K no le personaban, algunos, solamente algunos, que no fuera K. Así andaba, con la frente en alto. Sospechada para muchos.

Le dolía, sí. Me lo dijo, más de una vez, pero no se movía ni una baldosa de su lugar de batalla, personal y social. Individual y colectivo.

Sabía lo que era el dolor, y lo enfrentaba con valor. Yo, que siempre me creí corajuda, me descubrí más de una vez, aprendiendo a estar de pie y apretar los dientes, de ella, con ella.

Siguió desde aquella primera vez, yendo a las conmemoraciones del Día de la Dignidad. Y desde la primera vez en que AMADI participó de la Ceremonia en honor a Iemanjá, llevó ella misma con el Duke y Juan Navarro, la bandera de la Diversidad.

Siempre alerta, siempre cálida, siempre inusual, aún para los inusuales. De alguna manera, a veces pensaba en ella al leer a Paul B. Preciado, porque encarnó cabalmente eso de ser nómade, eso de ser un monstruo, en el sentido Preciado, en el sentido mítico, en el sentido de ser una criatura única e irrepetible.

Una criatura que no perdía el humor y que se reía cuando alguien le decía, en serio o en broma, que era de los Servicios.

Como siempre, estuvimos juntas en marchas durante el 2019. Como siempre, me contactaba por mensajes privados de Face para preguntar cómo iba mi vida. Porque era generosa y atenta al dolor ajeno.

La recordaré con unas palabras de Cortázar… Si todavía combato, combatiré un poco por ti. Espero que tu religión te dé ese Paraíso en el que seguramente creías. Espero que la energía te acerque al Ave del Edén, a Jacky O, a JFK. A tus pares, en tu cualidad impar. Te abrazo tocaya. Ya sos una prócer, sábelo.

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