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24 líneas por segundo: Better call Saul y las varias series que la habitan

Por Mex Faliero

(@mexfaliero)

Si bien en Funcinema hacemos una recapitulación semanal de Better call Saul, sinceramente me pareció conveniente ampliar algunos conceptos en esta columna dominical. En las recapitulaciones uno está demasiado concentrado en lo particular del episodio y, tal vez, se pierde el cuadro general. Además que Better call Saul lo merece, ¡qué joder! Una de las cosas que me llama la atención de la serie creada por Vince Gilligan y Peter Gould es cómo, sin que nos demos cuenta, la narración se fue articulando alrededor de diversas subtramas que fueron desapareciendo o perdiendo centralidad. A esta altura podemos decir que Better call Saul son tres o cuatro series en una, y eso no significó ninguna crisis narrativa. Más bien, todo lo contrario. En algún momento de la primera temporada escribí unas líneas (ver acá) en la que identificaba a la serie como una sátira, una comedia negra sobre el mundo judicial y del poder. Tal vez eso desapareció, pero sin dudas generó el tono que Better call Saul nunca abandonó en sus cinco temporadas: ironía, humor negro, causticidad, que le sientan muy bien al notable Bob Odenkirk, un comediante del carajo. La segunda y la tercera temporada fueron las de los dilemas morales más grandes, una serie casi shakespereana donde se narraba el conflicto ético entre dos hermanos, Jimmy y Chuck, y nos invitaba a tomar partido: ¿qué pensamos de la justicia? Muerto Chuck, la serie ingresó en su cuarta temporada en una deriva similar a la de Jimmy, que quedó un poco huérfano al no encontrar ese némesis que tenía en Chuck. Ni tampoco el freno moral que representaba: hacia el final, la temporada cuatro fue la temporada definitiva en la que Jimmy se convirtió en Saul. Y llegamos a la quinta, la temporada en la que los caminos con Breaking bad se comenzaron a estrechar, donde la construcción de villanos clásicos fue más necesaria (el Lalo de Tony Dalton es soberbio) y donde descubrimos, en el capítulo final, que todo fue una gran mascarada: porque entre las sombras, desde abajo, sin que nos demos cuenta, el verdadero quiebre de la temporada fue el de Kim (todos los premios para Rhe Seehorn), y si lo pensamos toda la quinta va siguiendo el camino de la abogada y sus decisiones intempestivas hasta que descubre, en el tenso “diálogo” con Lalo, que esto le sienta bien: lo de Kim es similar a lo de Walter White, buscar la forma de alcanzar un bien superior (trabajar ad honorem) por medio del mal (destruir la carrera de Howard Hamlin). Si bien hay casos de series donde la mirada es coral (pienso en Mad Men), nunca se pierde de vista un norte, que pueda ser temático o tonal. Incluso hay series que tienen temporadas marcadas por ejes temáticas o, también, como Breaking bad que se parecía a un videojuego de los 80’s, con Walter derribando jefes narcos temporada tras temporada. Better call Saul es otra cosa o es todo esto junto. Y es fascinante. Y uno se prepara para la sexta temporada (que vaya uno a saber cuándo llegará por el parate del coronavirus) pensando hacia dónde puede ir la serie. Si uno temía que el fin de Kim estuviera atado a la suerte de Jimmy, ahora descubre que tal vez ese final sea por autodeterminación e independencia. Y eso es hermoso y libertario, aunque desemboque en la muerte del personaje. Y si bien todo el tiempo pensamos que sabíamos el final de Jimmy/Saul porque habíamos visto Breaking bad… nos damos cuenta que en verdad Better call Saul no termina ahí, sino que termina en ese presente en blanco y negro con el que arranca cada temporada. Nacho, Lalo, Kim, Jimmy ¿se encontrarán en ese presente? Vaya uno a saber qué nos depara esta serie realmente camaleónica, como sus personajes y como su propia esencia de ser spin-off y ser un poco esto y un poco aquello.

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