Por Rodrigo Seijas
ATENCIÓN: SPOILERS
Los dos primeros capítulos de la segunda mitad de la décima temporada de The walking dead se destacaron más que nada desde lo formal, aunque también hubo un par de decisiones narrativas que evidenciaron una dosis de riesgo considerable. Squeeze y Stalker son episodios que sostienen un nivel creciente de tensión principalmente desde la alternancia de espacios, con múltiples eventos que se van dando casi sin respiro, tomándose poco tiempo para la reflexión, pero manteniendo la atención del espectador y alimentando los conflictos.
El nudo principal de Squeeze estuvo en esa asfixiante cueva donde quedan atrapados Carol, Daryl, Aaron, Magna, Jerry, Connie y Kelly gracias a las acciones impulsivas de la primera. Lo más atractivo no está tanto en las discusiones y disquisiciones sobre el errático comportamiento de Carol o la ansiedad que aqueja a Magna por salir de ahí y poder arreglar las cosas con Yumiko, sino por el conflicto inmediato que afrontan los protagonistas. Es decir, la necesidad imperiosa de salir de ese laberinto rocoso donde se aloja buena parte de la horda de Alpha, con un recorrido ciertamente angustiante, especialmente en la secuencia donde Jerry casi es devorado por unos zombies mientras intenta salir de un estrecho túnel. La oscuridad y la claustrofobia son actores casi palpables en una puesta en escena muy bien manejada, y la salida (o más bien la luz) termina apareciendo, pero no para todos: luego de un derrumbe, Connie y Magna quedan atrapadas -¿o muertas?-; Carol más culposa que nunca; y Daryl decidiendo emprender la búsqueda de otra entrada a la cueva, para un intento desesperado de rescate.
Al mismo tiempo, Squeeze estableció un interesante contrapunto con un afuera dominado por los Susurradores y sus tensiones internas, que Negan aprovecha para hacer su propio juego. Con inteligencia y aprendiendo de su propia experiencia previa, es capaz de notar que Gamma quizás sea el eslabón débil del grupo y que le esté pasando información al enemigo. Si el primer intercambio entre Negan y Alpha es más que interesante, con él dominando la parte dialéctica pero ella afirmando su liderazgo desde la actitud física; más atractivo aún es el segundo cruce entre ambos. Incluso podría decirse que es retorcido, no solo porque vemos a Negan en una posición de total debilidad, creyéndose condenado, sino también por su final, con Alpha ofreciéndole su cuerpo como recompensa y él aceptando el premio. El plano con que termina la secuencia, con ambos desnudos (pero ella con su máscara) a punto de tener sexo, es perturbadoramente divertido.
Lo mejor de Stalker pasó por todo el esquema narrativo que funcionó como una reversión de Halloween, con Beta, casi un símil de Michael Myers, infiltrándose en Alexandria a través de un túnel y asesinando a varios de los habitantes para crear caos y llevarse a Gamma de vuelta a las manos de Alpha. Sus andanzas en medio de las sombras tuvieron un eco carpenteriano más que apropiado, que hasta permitieron un logrado contrapunto con Gamma, un duelo de voluntades más equilibrado de lo pensado y que finalizó con Beta sin completar todas sus metas. Gamma es rescatada por Gabriel, quien recupera algo de la piedad perdida –convengamos que su postura de mano dura con los Susurradores no terminaba de ser muy verosímil- y recompone en parte su vínculo con Rosita, que viene padeciendo pesadillas con los Susurradores y necesita otro tipo de apoyo.
El otro gran duelo –y quizás el más importante- fue entre Alpha y Daryl, con una abundante dosis de sangre incluida. Pero también de psicologismo, con ambos testeando las debilidades del otro, tratando de quebrarse las voluntades, hasta que la irrupción de Lydia cambia toda la ecuación. Daryl es rescatado y Alpha no solo sale herida física sino también sentimentalmente, aunque el corte definitivo con su hija le sirve para reforzar sus convicciones. La confrontación con los Susurradores crece en intensidad y Stalker deja abiertos unos cuantos enigmas a futuro, de la mano de unos cuantos logros formales.