No estás en la home
Funcinema

24 líneas por segundo: Frank Grimes, Michael B. Jordan y el problema del carisma

Por Mex Faliero

(@mexfaliero)

No soy una de esas personas a las que la generación de un vínculo empático con un intérprete les mejore una película. Conozco gente a la que le gustan las comedias con Adrián Suar porque le parece simpático, por ejemplo. A mí no me pasa (ni me parece simpático ni me gustan sus comedias), pero si así lo fuera, que el tipo me resultara la mar de simpático, tampoco me haría ver sus películas de otra manera. Es el problema del carisma, esa confusión eterna que hace ver muchas veces a un mediocre como un virtuoso. Pasa en el cine, pasa en el deporte, pasa en la política, hasta en nuestras familias pasa: siempre hay un tío chanta al que todos le perdonan sus dislates. Es como el conflicto central de aquel episodio de Los Simpson, en el que Frank Grimes se odiaba porque todo el mundo veía con diversión a Homero y no condenaban su ineptitud, siendo él un tipo responsable y profesional. Sin embargo debo reconocer que me pasa algo con Michael B. Jordan, ese actor que se hizo masivamente conocido al protagonizar las películas de Creed y que ahora lleva adelante el estreno Buscando justicia. No me genera empatía, no me resulta simpático. Si me preguntan, cuando en Creed lo fajan sobre el ring me da lo mismo. Y miren que soy de los que si Rocky está en la lona le grito y tiro manotazos a la pantalla, hasta sería capaz de meterme en la película para ayudar a levantarlo. En Buscando justicia interpreta a un abogado que se pone al frente de una serie de causas de lo más indignantes: tipos condenados a muerte sin argumentos, sólo por su condición social o por ser negros. Es de esas de películas de juicios en las que dejamos atrás la razón y nos conectamos emocionalmente, que nos frustran con el mundo y nos envuelven con su épica. Porque claro, llega el momento de los alegatos y todo se vuelve glorioso. La verdad se vuelve imparable y la injusticia sufre el escarmiento. Ahora bien… con Michael B. Jordan no me pasó esto. Si como abogado estaban Harrison Ford, Kevin Costner o James Stewart les juro que me ponía a gritar en la sala para que me escuche ese juez de cuarta. Pero al bueno de B. Jordan le falta esa épica, esa nobleza clásica de la mejor tradición melodramática. Me cuesta ponerme de su lado en plan barrabrava. Lo bueno, en todo caso, es que la película funciona a pesar de la barrera que se monta entre el protagonista y el espectador (en este caso yo). Y sin embargo con esto descubro, un poco tarde tal vez, que a veces esa conexión emocional no tiene por qué ser una chantada, y que incluso es sana y es honesta. Y que de alguna manera disimula el componente artificial que construye al arte y que hacer ver siempre el cerebro detrás de todo. Porque citando libérrimamente a los Auténticos decadentes, el carisma no es todo ¡pero cómo ayuda!

Comentarios

comentarios

Comments are closed.