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Nacho Garassino: “Los prejuicios a los cuales les tengo más miedo son a los de nuestro ambiente”

Por Mex Faliero

(@mexfaliero)

-¿Cómo te llegó el proyecto? ¿Ya estaban Santiago y Federico Bal comprometidos antes que vos tomaras la dirección?
El proyecto me lo acerca el guionista Juan Faerman y me pareció muy interesante porque ya había conseguido el compromiso de Federico y Santiago Bal de hacer la película. Luego de eso fue muy fácil conseguir productores.

-Sabés que desde algún sector del público, por la presencia mediática de los Bal, puede haber prejuicios sobre la película. ¿Cómo manejás ese asunto? ¿Lo tuviste en cuenta?
Los prejuicios a los cuales les tengo más miedo no son los del público, ¡sino a los de nuestro ambiente! Muchas veces no hay respeto por los ídolos de la cultura popular. No creo que tengamos problemas con el público. A lo sumo con cierta prensa especializada y no con toda; he visto salir de las funciones muy emocionados a muchos críticos y periodistas.

-¿El rodaje se hizo cronológicamente siguiendo el viaje de los personajes? ¿Se arrancó filmando en Tucumán y se terminó en Mar del Plata?
El rodaje se hizo prácticamente cronológico salvo las escenas de Buenos Aires que algunas de ellas se dejaron para el final, pero en general pudimos respetar los tiempos del viaje. Para Santiago fue muy exigente porque pasamos de días de calor extremos bajo el sol tucumano, a fríos terribles en las madrugadas marplatenses. Pero valió la pena. El estaba muy contento.

-¿Cómo fue la experiencia de filmar una road movie? ¿Tuviste algunas películas como referencia?
No es mi primera road movie. En España había hecho una road movie documental siguiendo a una familia de marroquíes que volvían desde Barcelona a su ciudad de origen en Africa. Son experiencias agotadoras pero maravillosas, la ruta enseña mucho.

-¿Cómo fue filmar una historia de padre e hijo con dos actores que eran padre e hijo en la realidad? ¿Su relación te sirvió de material para trabajar la relación de los personajes?
Que ellos fueran padre e hijo en la vida real me daba un poco de miedo, que tal vez cuando se encendiera la cámara perdieran la naturalidad, entonces grababa con una cámara todos los ensayos y sobre todo las discusiones y diálogos entre ellos. Y cuando acababa el mismo, les mostraba esa parte donde se olvidaban de la cámara y estaban más natural. Lo que logramos es que esa atención y alegría se refleje en Rumbo al mar.

-La experiencia del personaje, por la salud del actor, era muy parecida a la que estaba atravesando el propio Santiago Bal durante el rodaje. ¿Cómo se trabajó ese asunto?
Santiago era un optimista nato, si bien era consciente de su edad y de su salud. El trabajaba para el futuro como si tuviera 20 años. Aprendimos mucho de su entrega en los ensayos y de su buen humor en rodaje. En ningún momento se victimizó por sus problemas de salud; simplemente me exigió determinadas condiciones que tenían que ver con los fríos extremos que eran lógicos en cualquier persona de edad. Siempre teníamos un asistente preparado con alguna manta o abrigo para que no sufriera tanto esas situaciones en los exteriores.

-¿Cómo fue trabajar con alguien de la experiencia de Santiago Bal?
Siempre digo que el documental, aunque parezca paradójico, es una gran escuela de dirección de actores. Tenés que conocer el alma de los que están filmando o intuirla. Si conocés al ser humano, conocés al actor. Santiago tenía algunas condiciones impuestas para este rodaje ya que a él no le gustaba el estilo de trabajo cinematográfico por los muchos cortes que se provocan. Le gustaba hacer escenas largas e improvisar más cercano a lo teatral. Entonces armé una puesta en escena muy diferente a mis anteriores películas de ficción, pero con algo del sentido documental; tomas que le permitían a él desplegarse con naturalidad. Y creo que eso se refleja en la pantalla. A cambio de esto yo le pedí que siempre estuviera a mi disposición para los ensayos y cumplió. Era un profesional de principio a fin. Fue una gran experiencia y, más que en lo actoral, en lo humano. Porque en los momentos de crisis, que los hay en todo rodaje, él demostraba su experiencia. Me tomaba de la mano y me decía: “no te preocupes dire, mañana todos estos problemas los vas haber olvidado”. Y solía tener razón. Sólo tengo palabras de agradecimiento y un recuerdo entrañable para Santiago; me dio la oportunidad de dirigir a uno de mis ídolos televisivos de mi infancia, amor y gracias.

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