No estás en la home
Funcinema

Fernando Alonso, In Memorian

“NO HAY CÓMPLICES PARA EL DOLOR”

Por Virginia Ceratto

(Especial para @funcinemamdq)

Otros fueron sus amigos. Yo lo conocí como compañero. Excelente compañero. Un buen tipo, mucho más de lo que se puede decir de mucha gente. Buen compañero, insisto. Buen actor, agrego.

Hacía tiempo que no lo veía, yo dejé de frecuentar el teatro, en el que también trabajaba, por cuestiones que no vienen al caso y sé que él se alejó un tiempo a la sede del Puerto. Luego regresó. Me cuentan que tenía planes, de otra obra, de un viaje cuando le llegara el turno de la jubilación.

Muchos se preguntan, y no digo que sin razón, los motivos de su decisión. Trágica decisión, incomprensible desde algún lugar. Pero como dice Clarice Lispector, y he citado arriba… no hay cómplices para el dolor.

El dolor muchas veces no se ve, no se percibe. Haya o no alarmas y creo que en este caso no las hubo, porque Fernando estuvo acompañado por muy buena gente. En un lugar de trabajo que atravesó un tiempo insano, sí, en una frecuencia un tanto baja, sí. Lo que fuera.

Aún odiando lo referencial, he transitado algunos suicidios. En una sola ocasión, el de la hermana de alguien que supo ser mi amiga, hasta que no supo serlo más, creí que fue un acto de dignidad (un último acto de dignidad), por una enfermedad horrenda, por no causar más dolor a su entorno, porque muchas veces la vida hastía hasta lo insoportable. En los otros, puedo suponer muchas respuestas y seguramente ninguna es la acertada.

Entiendo el dolor, la consternación. Entiendo y siento el desasosiego en este caso tan abrupto, planeado… a entender por lo que relatan no sin morbo algunos medios.

Y creo que esto, que ya pasó, que ya a algunos nos atravesó, puede volver a pasar. En esta ciudad o en Estocolmo.

Porque, sin ánimo de tramitar culpas ni responsabilidades, a veces no somos enteramente empáticos, a veces lo somos, y no alcanza.

Fernando, que definitivamente era empático y que siempre tenía una broma para distender no se fue de gira, eligió una partida brutal.

Como la eligen muchos, muchas, muches (ponga usted la vocal que le guste) que se van matando a diario, con drogas, por ejemplo, y muchos miran para otro lado, o no ven.

A veces no hay señales, a veces hay semáforos, y el trajín de lo propio de verse el ombligo las pasa de largo. No creo que sea el caso. Insisto, no sé nada de su familia, de su pareja, pero sé que estaba rodeado de algunas buenas personas.

Y temo por la paz de esas buenas personas que se preguntan por qué. Porque no tendrán respuesta. Insisto, he atravesado como pariente o amiga a lo largo de dos décadas cuatro determinaciones fatales. Y como dice Angelo Chiatti, lo terrible de la fatalidad es que habla de ella cuando ya no hay remedio.

No sé si hay otra vida después de esta. Espero a veces que no, porque ya esta es lo suficientemente enemiga y triste. Espero a veces que sí, pero no sé muy bien por qué, tal vez para que “los buenos” nos guíen o para que tenga alguna alternativa mejor.

En todo caso, lo siento muchísimo, por egoísmo, porque en él, reitero, como compañera, confiaba, porque tenía años por delante, por quienes compartieron sus últimos días.

Insisto, por experiencia propia, no hay cómplices para el dolor.

Adiós Fernando Alonso, si hay algo más allá, nos veremos en el futuro.

Comentarios

comentarios

Comments are closed.