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24 líneas por segundo: fanatismos de ayer y hoy

Por Mex Faliero

(@mexfaliero)

De Jojo Rabbit ya ha hablado (y muy bien) Matías Gelpi en su crítica para el sitio (pueden leerlo acá). Si bien a mí es una película que me dejó un poco en ascuas tratando de descifrar si me gustó un poco o no me gustó nada, también es cierto que como pocas películas en los últimos tiempos me dejó pensando sobre diversas cuestiones que la constituyen. Y eso es más que interesante. Es muy potente, por ejemplo, su representación del horror evitando caer en la poesía pueril típica del mainstream, tiene momentos bellísimos, tiene personajes notables pero también otros muy pobres, incluso múltiples ideas que se atragantan y no terminan de volverse un concepto. Pero hay algo sí que me llevó a pensar cómo es que Taika Waititi construyó un relato absolutamente contemporáneo y universal. El retrato del nazismo que hace Jojo Rabbit es lateral, nunca lo muestra entero, siempre aparece por representantes que no son centrales (los personajes de Merchant y Rockwell), y cuando sí lo hace (el Hitler imaginario) elige la más absoluta caricatura. Sin embargo, lo que sí hace Waititi es representar el imaginario del nazismo a través de las ideas instaladas en la mente del pobre Jojo: que los judíos tienen cuernos, que tienen cola de rata, que son seres despreciables de los que se debe desconfiar. Ese imaginario, en definitiva, es mucho más importante que lo otro porque son las ideas que superan a los hombres: cuando estos no están, aquello continúa y se extiende en el tiempo. Claro que la exageración, que se opera por la vía del ridículo, nos lleva a la risa. Sin embargo, esa forma de construcción identitataria a través de la deshumanización del otro es algo mucho más corriente de lo que se piensa. Incluso trasciende al nazismo y a la Segunda Guerra Mundial. Si pensamos en nuestro presente de país, en las cosas que un macrista puede pensar de un kirchnerista y en las que un kirchnerista puede pensar de un macrista, no hay mucha diferencia. Supongo que no creerán que el otro tiene cuernos porque no son épocas de relatos fantásticos. Este texto no tiene como objetivo hacer evidente la tontería para cerrar, como se dice, la grieta. ¡Qué objetivo más tonto! Más bien tiene como fin hacer ver la estupidez cotidiana, incluso en la que usted estimado lector puede estar encerrado, para dejar de reírnos del pobre Jojo. Que por lo menos tenía apenas 10 años.

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