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Escuadrón 6

Título original: 6 underground
Origen: EE.UU.
Dirección: Michael Bay
Guión: Paul Wernick, Rhett Reese 
Intérpretes: Ryan Reynolds, Mélanie Laurent, Manuel Garcia-Rulfo, Ben Hardy, Adria Arjona, Dave Franco, Corey Hawkins, Lior Raz, Payman Maadi, Yuri Kolokolnikov, Kim Kold, Lídia Franco, James Murray, George Kareman, James Carroll Jordan, Ron Funches, Daniel Adegboyega, Constantine Gregory
Fotografía: Bojan Bazelli 
Montaje: Roger Barton, William Goldenberg, Calvin Wimmer 
Música: Lorne Balfe 
Duración: 127 minutos
Año: 2019


2 puntos


SEMPER FI

Por Rodrigo Seijas

(@funcinemamdq)

Si Menotti supo decir en algún momento que “el fútbol es tan generoso que evitó que Bilardo se dedicara a la medicina”, podríamos aplicar el mismo razonamiento y aseverar que el cine es tan generoso que evitó que Michael Bay aplicara su ideología a la política y/o el terrorismo. Igual hay que estar atentos, porque por algo hemos tenido a Reagan, Trump o Tristán Bauer. Pero por suerte Netflix nos sigue manteniendo a salvo y por eso tenemos a Escuadrón 6, otra de esas películas donde Bay canaliza sus deseos reprimidos de hacer volar todo por los aires.

Aunque hay que tener en cuenta que lo explosivo es apenas un componente más en el cine de Bay: también están el militarismo, el sexismo, el machismo, el racismo, la xenofobia y el intervencionismo. Es lo último lo que principalmente aparece en Escuadrón 6, a través de su relato centrado en un -no tan- enigmático millonario (Ryan Reynolds) que arma un equipo de agentes expertos en distintas áreas a los que les borra sus identidades y pasados, haciéndolos imposibles de rastrear y a la vez capaces de realizar cualquier tipo de misión para alterar las ecuaciones habituales en todo el mundo. Eso los habilita para, por ejemplo, realizar un golpe de Estado, pero de los “buenos”, porque sacan a un dictador malísimo –que se la pasa presumiendo de cuán villano es- para poner a su hermano, que por esas casualidades de la vida es más democrático que Nelson Mandela. El método que terminan aplicando estos seis “especialistas” es tan disparatado como inverosímil, a tal punto que ni siquiera vale la pena explicarlo.

El problema no es tanto el ridículo y el fascismo inherente de toda la premisa, o la cantidad de idas y vueltas temporales que tiene la narración para convertir lo simple en complicado –algo que empieza a ser habitual en la obra de Paul Wernick y Rhett Reese, guionistas de Deadpool-, sino la sensación constante de que Bay se toma todo demasiado en serio, incluso cuando vuelve a apelar al humor gritón, bruto y prepotente que ya es característico de su filmografía. Esa incapacidad para adoptar el tono pertinente para lo que se está contando –o más bien, de entender la materialidad adecuada para el relato, que requería de autoconsciencia y voluntad cabal de diversión- va a la par con una violencia visual que incluso se hace corporal. La plataforma masiva que es Netflix, que vuelca una exorbitante cantidad de dinero para un proyecto de calificación Restringida, le permite a Bay hacer aún más explícito su despreocupación por todo cuerpo que pueda ser explotado, masacrado o aplastado: eso se ve particularmente en secuencias de persecuciones donde se muestran atropellamientos gratuitos dignos del videojuego Grand Theft Auto.

Los cuerpos no importan en Escuadrón 6, y menos aún los personajes, que son tan difíciles de distinguir y describir como los Autobots y los Decepticons de Transformers. Lo que le interesa a Bay es decir cosas pretendidamente relevantes a los gritos y hacer estallar todo, sin razones que sustenten la acción o los eventos, solo pegando imágenes violentas entre sí. Por eso también le permite a Reynolds que vuelva a montar su show de muchacho chistoso y canchero, corriendo cada vez más riesgo de repetir los caminos de Will Smith y Johnny Depp, dos actores que agotaron con sus respectivos tics. Pero lo importante, lo verdaderamente importante, es que Bay sigue siendo fiel a sí mismo y su pulsión constante por el terrorismo visual. Teniendo en cuenta eso, quizás sea mejor que se siga dedicando al cine, a ver si algún día quiere probar a ser Presidente.

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