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Crimen en el Expreso de Oriente (1974)



QUIÉN MATÓ AL WHODUNIT

Por Mex Faliero

(@mexfaliero)

El próximo estreno de Entre navajas y secretos, la nueva película de Rian Johnson, tal vez devuelva el gusto del público (ojalá que lo haga, es un muy buen film) por esa ramificación tan querida del policial clásico conocida como “whodunit”, que gozó de buena salud en el cine hasta la década de 1980. Whodunit es, en inglés, una contracción de palabras que en su extensión se pregunta “¿quién lo hizo?”. Porque la clave en este subgénero es tener un crimen en el centro y múltiples sospechosos alrededor. La habilidad del narrador hace que se forme una suerte de experiencia lúdica con el espectador, quien trata de descubrir el asesino como en un juego. O de ir algunos pasos por delante del pintoresco detective, otra de las claves. En definitiva, uno puede entender la desaparición de este subgénero en la falta de elementos lúdicos del cine contemporáneo.

Si pensamos en grandes maestros del whodunit, sin dudas tenemos que caer en la figura de la autora belga Agatha Christie, quien aportó variado material literario que terminó siendo combustible en el cine. Pero además de su aporte para el género, Christie creó uno de los detectives más grandes de la historia, el impar Hercules Poirot. La presencia de este personaje en el cine tiene origen en la década de 1930, con films como Alibi (1931), Black coffe (1931) y Lord Edgware (1934), también apareció en The alphabet murders (1966), pero fue hacia la década de 1970 donde tuvo algunas de sus recreaciones más populares, como la que hizo Albert Finney en Crimen en el Expreso de Oriente (1974), o las que llevó adelante Peter Ustinov en cine y televisión: Muerte en el Nilo (1978), Muerte bajo el sol (1982), Thirteen at dinner (1985), Dead man’s folly (1986), Murder in three acts (1986) y Cita con la muerte (1988). Sin embargo, claro está, porque la novela fue muy popular y la película que le dio vida logró en su momento cierto reconocimiento, Crimen en el Expreso de Oriente es una de las grandes referentes del género, más aún si recordamos que en 2017 tuvo una remake (o nueva adaptación de la novela) a cargo de Kenneth Branagh. Pero Crimen en el Expreso de Oriente tiene otra particularidad, un reparto multiestelar, algo que era clave en los 70’s, donde las estrellas del pasado y las del presente se fundían en películas gigantes con aire popular.

La novela de Agatha Christie llegaba al cine en 1974 bajo la dirección de Sidney Lumet, quien tenía una amplia experiencia en televisión y en la década de 1960 había dado el gran paso al cine. Si pensamos en las películas de Lumet en los 70’s, con films como Sérpico, Tarde de perros o Network: poder que mata, Crimen en el Expreso de Oriente puede ser vista como un divertimento lujoso, de esos que le gustan a la Academia de Hollywood, pero lejos del cine que sería representativo del realizador: de ahí sus cinco nominaciones al Oscar (actor para Albert Finney, guión adaptado, fotografía, vestuario y música original) además del premio a Ingrid Bergman como actriz de reparto. Más allá de su calidad, la película se vendía por el nombre de Christie y por un elenco que mezclaba, como decíamos anteriormente, viejas figuras y otras estrellas del momento: Albert Finney, Lauren Bacall, Ingrid Bergman, Sean Connery, Anthony Perkins, Vanessa Redgrave, Jacqueline Bisset, Richard Widmark, Martin Balsam, Jean-Pierre Cassel, John Gielgud y Michael York. Muchos de ellos haciendo su showcito, la mayoría componiendo caricaturas como la de Finney, que hace parecer al Poirot que hizo Branagh cuatro décadas después como moderado.

En esos gestos, Crimen en el Expreso de Oriente es no sólo una película anclada en un pasado mucho más divo y sofisticado, sino además una que sembró las bases y los límites de lo que sería el género a posteriori. La satírica Clue en 1985 repensaba todo mientras demostraba lo cerca de la parodia que estaba, y Entre navajas y secretos, varias décadas después, retoma la idea de acumular primeras figuras como indispensable para que el whodunit funcione: todos esos personajes precisan, para el espectador, una cara conocida que desde lo simbólico (lo que ellos representan como estereotipo en la pantalla) descoloque el punto de vista. De todos modos, Crimen en el Expreso de Oriente más allá de cierta exageración propia de una dirección que parece liberar a los intérpretes a su gusto, es importante porque plantea una resolución diferente para el género. No hay un asesino, sino un victimario grupal, en lo que termina siendo una reflexión sobre la sociedad y su vínculo con la justicia. De alguna manera, y lejos de la oscuridad reinante en el cine de aquellos tiempos, el film de Lumet terminaba conectando con su tiempo de manera lúdica.

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