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The art of self-defense

Título original: Idem
Origen: EE.UU.
Dirección: Riley Stearns
Guión: Riley Stearns
Intérpretes: Jesse Eisenberg, Alessandro Nivola, Imogen Poots, Steve Terada, Phillip Andre Botello, Caroline Amiguet, Apollo Bacala, Hauke Bahr, Jason Burkey, Justin Eaton, Dallas Edwards, Will Ellis Jr.
Fotografía: Michael Ragen
Montaje: Sarah Beth Shapiro
Música: Heather McIntosh
Duración: 104 minutos
Año: 2019


7 puntos


KARATE KID

Por Mex Faliero

(@mexfaliero)

Casey (el siempre tenso Jesse Eisenberg) es una suerte de paria social, un poco como el Barry Egan de Embriagado de amor pero con más conciencia de sus actos: sus compañeros de trabajo se burlan de su patetismo, tiene una relación de demasiada confianza con su jefe, vive solo con su perro salchicha y no parece tener demasiada vida más allá de su rol funcional en el engranaje del sistema. Pero una noche la vida de Casey cambia: una pandilla motorizada lo cruza por la calle, lo interpela y lo muele a golpes. Lo que se impone primero es el miedo, pero progresivamente Casey entiende que tiene que aprender a defenderse. Comprarse un arma es una opción; sin embargo el descubrimiento de un local donde enseñan karate resulta para el protagonista el descubrimiento de una nueva posibilidad en su vida. La comedia indie The art of self-defense explora entonces ese momento en que Casey aprende a defenderse o, mejor dicho, a exteriorizar una masculinidad que siempre es presentada por el director Riley Stearns como un arma peligrosa.

Como en The foot fist way de Jody Hill, donde Danny McBride dejaba fluir su fascismo a través de la práctica de las artes marciales, Casey encuentra en el karate y a partir de las enseñanzas del particular instructor que interpreta Alessandro Nivola (en una actuación consagratoria) un espacio para dejar fluir aquello que ha reprimido durante mucho tiempo. De hecho, The art of self-defense tiene mucho del cine de Jody Hill (Observe and report), licuado por la estética del mumblecore y con una pátina de comedia absurda propia de los hermanos Coen. Hay en la película de Stearns una tensión que recorre todo el relato, especialmente a partir de un protagonista que está siempre al límite y por una construcción de climas ominosos, pero enrarecido por un humor que está presente connotando el ridículo de aquellos que los personajes persiguen o impulsan con sus actos. Desde la ridícula actitud de los karatecas que quieren los colores más avanzados de cinturón, hasta el fascismo disfrazado de trascendencia del instructor. Stearns tiene inteligencia para observar una degradación social y masculina, donde lo patriarcal busca sostenerse a través de la fuerza y del sostén de tradiciones ridículas. En ese contexto se impone por propia determinación la Anna de Imogen Poots.

Más allá de la autodefensa, Casey termina encontrando un lugar de pertenencia. Sin embargo, es un lugar que también lo traslada a zonas oscuras que no le resultan de todo confortables: por eso las decisiones que va tomando a medida que avanza el relato y la densidad de aquello que pasa, pero que a partir de un verosímil notablemente construido por el director nunca desentona o se pierde en vericuetos de solemnidad. The art of self-defense es otro relato sobre la locura que atraviesa a la sociedad, urgida entre el desánimo y el nihilismo. Pero a partir de la extrañeza que consigue Stearns (un director a tener en cuenta) y de las notables actuaciones (Eisenberg, Nivola y Poots, todos excelentes) se convierte en algo más que la cómoda pose repetida del indie. Estamos ante una película realmente inquietante, pero a la vez sumamente divertida.

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