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La niña vergüenza

Buena


SOBRE LOS HOGARES QUE SON PRISIONES

Por Rodrigo Seijas

(@funcinemamdq)

Si la infancia parece ser la etapa ideal para idealizar y evocar como un tiempo de felicidad e inocencia, puede ser también ese terreno oscuro y hasta horroroso al cual se desea olvidar, pero que siempre vuelve por distintas vías. El planteo de La niña vergüenza prácticamente literaliza esta dicotomía, presentando a una mujer que retorna al que supo ser su hogar, desenterrando desde su memoria las vivencias familiares.

La obra escrita y protagonizada por Manuela Amosa se va constituyendo como un monólogo interior pero también como una narración –o más bien una confesión- frente al público, donde la suma de anécdotas va adquiriendo un hilo conductor. Progresivamente, se va explicitando un entramado íntimo y familiar donde conviven el abuso, los silencios y la violencia, con atmósferas cada vez más opresivos y un poder patriarcal difuso y potente a la vez, una entelequia temible, casi monstruosa, aunque también algo patético. Del mismo modo, lo femenino aparece asediado y perseguido, como condenado a una huida tanto física como psicológica.

Lo llamativo –y también virtuoso- es la capacidad que muestra el texto para otorgarle un marco de realidad palpable a una serie de viñetas crecientemente siniestras que siempre están fuera de campo y que construyen un entramado en el que lo hogareño pasa a ser un sinónimo de prisión. La clave pasa por la recreación de la memoria desde los objetos, desde su señalización, su utilización y manipulación, hasta construir personajes y escenas con ellos. Desde ahí, la memoria del personaje le permite al relato construir un imaginario propio y distintivo, donde la mirada infantil es retomada en la adultez aunque sin dejar rasgos de inocencia.

Quizás sea en su giro del final –que igualmente posee una lógica innegable- que la obra se pone demasiado sentenciosa, en buena medida porque es el punto de vista adulto el que termina imponiéndose. Allí La niña vergüenza abandona una ambigüedad que le permitía alimentar también sus climas más perturbadores. Aun así, no deja de ser un interesante ejercicio, donde se palpa las formas en que los recuerdos cimentan las personalidades.


Dramaturgia: Manuela Amosa Actúan: Manuela Amosa Vestuario: Cinthia Guerra Escenografía: La Niña Vergüenza, José Escobar Diseño de luces: Adrián Grimozzi Diseño sonoro: Joaquín Segade Fotografía: Carla Lucarella Asistencia de dirección: Cinthia Guerra Prensa: Marisol Cambre Producción ejecutiva: Macarena Del Mastro Dirección: Tamara Kiper Duración: 60 minutos Sala: Timbre 4 (México 3554, CABA) – Sábados a las 20:30 (hasta el 23 de noviembre) y Domingos a las 19:00 (del 1 de septiembre al 6 de octubre).

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