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Astor


Buena


EL EXILIO DE PIAZZOLLA

Por Virginia Ceratto

(especial para @funcinemamdq)

Literario uniperonal que deviene de una experiencia propia de la contemporaneidad: el autor escribe para un actor que será dirigido a distancia por una directora, y escribe una obra de un hombre, en este caso un artista, básicamente solo.

Solo entre las multitudes del mundo, solo entre los espectadores, solo, en su tiempo, en el panorama de ese arco llamado tango.

Y si el tango, en sus letras, mayormente, condena a la soledad… cuál será el confín de un hacedor que rompió todas las reglas y que, frecuentemente, es dejado al margen del estilo que lo llevó a triunfar en el mundo.

¿Cómo enfrentar la búsqueda de la unidad de todo ser, en el amor, en el reconocimiento de la esquina que está amarrada a la infancia, en el género que cultiva?

Esta puesta (y apuesta también desde la distancia de su directora, Viviana Ruiz) plantea y aborda, en ese borde lacaniano que siempre permanece girando en el margen el relato -la estructura del unipersonal se apega a un relato según la vivencia y hasta la manía de su protagonista- de una pasión, etimológicamente “lo que no se puede evitar”.

Con poquísimos elementos referenciales… la valija plantada como una imposibilidad de asidero, algunas notas, la levedad de un pañuelo, una gaviota, un banquito que bien puede ser un reclinatorio apto para el penitente, este Astor está alejado del que soñamos o reverenciamos los argentinos. Es un Astor solo. Esta es la tragedia de un hombre solo, que se aleja de lo añorado en cuanto alcanza, paradojalmente, su meta, que pierde lo amado en cuanto logra su fin. Y se plantea y replantea, y se escuda en la única armadura que le dio el destino: su arte. Y que no acierta, y ahí, creo, el sentido de esa esencia literaria, narrada, de la puesta, a encontrar la paz. Porque la palabra siempre abre otra perspectiva, otra pregunta. Como reza Pizarnik: “si digo agua, ¿beberé? Si digo pan, ¿comeré? No, las palabras no hacen el amor, hacen la ausencia”.

Y tal vez, en este formato lejano de la triada de Miguel, Santiago y Ruiz se hayan propuesto esa manera de trabajar como punto de partida para encarnar la tragedia de la ausencia, el fantasma que nos acecha a todos, pero más, a los artistas singulares.

Travesía y tránsito que, por obra y gracia, si se quiere, del destino, se estrenó en Mar del Plata, parte, como siempre partió Astor, a Sierra de la Ventana, CABA y finalmente Italia.


Dramaturgia: Rodrigo Miguel Dirección: Viviana Ruiz Intérpretes: Fernando Santiago Diseño gráfico: Patricio Moleón Fotografía: Gustavo Pirola Realizador de objeto: Héctor Martiarena Música: Miguel Larobina

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