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Funcinema

BAFICI 2019: mini-críticas de Funcinema

Como cada festival, el staff de Funcinema repasa parte de la programación con mini-críticas variadas. Un acercamiento veloz, con una mirada crítica de cada sección y película. (34 películas reseñadas)


NUEVAS


Casos complejos, de Omar Forero / 7 puntos


A primera vista, la película incluye una serie de lugares comunes reconocibles como problemáticas latinoamericanas recurrentes: el narcotráfico, la corrupción policial y de la justicia, la impunidad, la marginalidad, entre otras. Sin embargo hay notas distintivas que, dentro de un marco genérico, colocan a la película en un lugar diferente. Primero, la locación, Trujillo. Segundo, una sutil pátina de humor en medio del horror. Tercero, la descomunal figura de un fiscal cuya presencia parece desfasada del cine contemporáneo. Su afán de justicia, sus modales y la ética que lo impulsa a resistirse frente a la pasividad del resto, lo hacen más un personaje de Capra o de Hawks que un modelo típico en esta clase de historias. Las dos puntas del relato, un sicario y un fiscal, sin llegar a verse, ponen en escena un mismo problema que atraviesa todos los estratos: la podredumbre política e institucional. Más allá de algunos deslices que rozan la moralina y actuaciones esquemáticas, es bien loable el trabajo sobre el género, desarticulando, incluso, ciertas convenciones como la relación entre música e imagen. Guillermo Colantonio


Espero (tua) revolta, de Eliza Capal / 7 puntos


Los tiempos cambian. Las estrategias políticas también. Ni hablar del concepto mismo de revolución. De esto y mucho más habla la película de Capal, un seguimiento de las diversas manifestaciones en Brasil por una mejor educación pública durante tres años. Lo curioso del caso es que la manera en que representa el documental los acontecimientos obedece a un registro enunciativo diferido, transformado en una especie de rap de hora y media, comentado y debatido por tres de sus protagonistas mientras revisan esas imágenes que los tuvieron al frente. Como si fuera una especie de Gimme Shelter de los hermanos Mayles, los hechos son analizados a la luz del tiempo que pasó y la fuerza radica en esa voces que legitiman los movimientos estudiantiles y sus logros. Dos cosas quedan en claro: las protestas se logran en las calles y los jóvenes son los principales agentes de cambio ante los embates de la corrupción y el neoliberalismo desenfrenado de la derecha recalcitrante. Por último, la única forma de sacudir las estructuras acomodaticias de los espectadores es con ritmo. Guillermo Colantonio


Fin de siglo, de Lucio Castro / 7 puntos


Todos los kilos de deseo y de tensión erótica que aparecen en varias películas similares son obviados en la ópera prima de Castro. Un joven llega a Barcelona y parece ver la vida desde un balcón. Pasea, observa, saca fotos. Más adelante sabremos que es un poeta y que viene desde Nueva York. Cuando elige usar sus ojos como una cámara, distingue a un flaco con una remera de Kiss. Curten sin ceremonias que dilaten la cuestión. Cuando no tienen sexo, hablan de sus vidas en una terraza con una vista envidiable. Así de concisa se presenta Fin de siglo, con naturalidad en cada plano, sin personajes forzados ni conductas histéricas. Lo que se ve es lo que hay. Sin embargo, detrás de esa lámina transparente cierta información dosificada sobre los protagonistas pone a la trama en una órbita de misterio productivo, pero siempre sin afectar la calma ni el control. Casi imperceptiblemente y sin perder de vista que se trata de una historia de amor, lo fantástico cotidiano comenzará a adueñarse de la atmósfera del relato. Guillermo Colantonio


Kabul, city in the wind, de Aboozar Amini / 6 puntos


Hay una primera mitad muy atractiva en esta película. En un territorio signado por la desgracia y el trauma permanente de la guerra, dos historias son contadas desde el riñón mismo de ese espacio asediado por constantes bombardeos. Una es la que atañe a un chofer de ómnibus y todos los inconvenientes que se le presentan para desarrollar su trabajo. Apenas algunas canciones y rituales con amigos lo alejan durante breves intervalos del horror cotidiano. La otra involucra a dos hermanos cuya tarea es mantener el hogar mientras el padre no está. ¿Cómo planificar una vida en ese contexto? ¿De qué modo rescatar instantes breves de felicidad en una vida que se transforma en un incesante cementerio? Estos desafíos recorren la existencia de los personajes. Es impresionante, al respecto, el modo en que la cámara capta el aspecto fantasmal, apocalíptico, de la arquitectura de la ciudad, afectada por las bombas, y con qué naturalidad el padre pasea con sus hijos entre las ruinas y las tumbas. Desde esta perspectiva, es notable el trabajo visual. No obstante, en la segunda mitad parece agotarse el recurso y las historias se pierden, hecho que resiente el resultado en su conjunto. Guillermo Colantonio


Lo que ella dijo: el arte de Pauline Kael, de Rob Garver / 7 puntos


Si bien los mecanismos que utiliza el documental tienen más que ver con la televisión, los archivos incluidos y la presencia misma de Kael, una de las mejores críticas de la historia, ya valen su visionado. Incrustada en un medio netamente machista, las declaraciones y las reseñas de Pauline contienen los mejores momentos de este género denostado hoy en día. Se puede estar de acuerdo o no con sus afirmaciones, pero el modo y el momento en que las vertía avalan la valentía y el carácter revulsivo de su escritura. A lo largo de la película hay un compendio imperdible que incluye sus fuertes objeciones a Chaplin, Welles, Eastwood, Allen, y desopilantes análisis sobre bodrios como La novicia rebelde. Con el tiempo, y a juzgar por lo que se puede ver en pantalla hoy en día, varios de sus argumentos pueden resultar injustos o exagerados, pero no dejan de dar cuenta de la valentía de esta mujer que se opuso a la corrección política y a los consensos generalizados. Guillermo Colantonio


Londres: la Babilonia moderna, de Julien Temple / 7 puntos


Si algo caracteriza a los documentales de Temple es la capacidad para montar infinidad de horas de archivo. Ya sean trabajos para televisión como películas independientes, existe una voluntad de comunicación adaptada a los nuevos tiempos y un discurso argumentativos cuyos resortes son la velocidad y la explosión audiovisual, de manera tal que nadie puede quedar indiferente ante lo que ve. Procesarlo es otra cosa. En este caso, el eje es la ciudad de Londres y un siglo de historia marcada por revueltas y transformaciones sociales, políticas y culturales. Los testimonios provienen en la mayoría de los casos de gente común, de la clase obrera, ancianos en el presente cuyos rostros ya están alejados de esos sueños juveniles que supieron ser los antecedentes del punk. Temple envuelve el relato con una multiplicidad de registros enunciativos al ritmo de una montaña rusa y el tema no es sólo la información, sino el modo en que conviven infinidad de archivos. Multiculturalismo, racismo, tensiones, música, protestas, es un homenaje a una Babilonia moderna, incluidas todas sus contradicciones, que comienza con los sonidos de las bombas y concluye con la eterna Waterloo Sunset de The Kinks. Guillermo Colantonio


The great Buster: a celebration, de Peter Bogdanovich / 9 puntos


La película de Bogdanovich es varias cosas. Primero y ante es todo un homenaje a un director y actor extraordinario, gran creador de nuevas formas de humor que tenía un modo particular de actuar y de concebir la acción en sus películas. También es un film sobre un trabajador incansable que desde chico era capaz de exponerse a los mayores riesgos físicos para lograr un chiste. Y también, por otro lado, es la historia de esta misma persona y su conflictiva relación con la industria del entretenimiento, que no pudo o no quiso aprovechar como debía a una personalidad genial. Quizás todos estos aspectos que en la película se exponen de forma tan didáctica como entretenida toman tanto tiempo que el propio Bogdanovich decide pasar de modo más bien lateral los aspectos más personales de Keaton (su alcoholismo, sus conflictivas relaciones amorosas, o la relación con sus hijos). Aunque quizás también esto se deba a una intención del propio cineasta de celebrar más un oficio y una forma de comedia que a la persona que los creó. De ahí que lo que más tiempo ocupa en el metraje del film sean las voces en off explicativas de la filmografía de Keaton y los testimonios de actores y directores admirando las capacidades de un artista enorme. El resultado es un film sumamente informativo y ameno para aquellos que desconocen la obra del realizador, y -tal y como su título lo indica- puramente celebratorio para aquellos que ya estaban familiarizados con la misma. Paola Jarast


The house that Jack built, de Lars Von Trier / 6 puntos


El siempre polémico director sigue buscando provocar esta vez con la construcción de un asesino serial. Nos convertimos en algo así como cómplices oculares de sus fechorías, algo similar a lo que ocurría con la austriaca y de culto Angst (1983). Matt Dillon con un protagónico que le calza a la perfección y que atormenta en ceremonias previas a sus débiles víctimas en diferentes actos o episodios, algo típico del cine de Von Trier. El danés en esa oportunidad lleva a la pantalla tanto sadismo y brutalidad que genera rechazo, curiosidad y morbo, pecando de una visión machista para algunos sectores, impune pero auténtica en la fórmula característica de los serial killer retratados en el cine. Es complicado a veces referirse a un cine de autor con una factura técnica impecable y una sensibilidad creativa particular, que llega a incluir en esa mezcolanza reconocidos intérpretes (Uma Thurman y Bruno Ganz) con, por ejemplo, tenebrosos discursos históricos de Adolf Hitler. Lo más cuestionable esta vez, algo que no parecía hacer mella en su anterior filmografía, parece ser el impacto gratuito y a veces innecesario de escenas explícitas que hasta el diablo puede temer y que hacen cosquillas a la “prohibida” A serbian film (2010). Rosana López


Vigilia en agosto, de Luis María Mercado / 6 puntos


A días de casarse, la protagonista, una joven llamada Magda, se entera de una serie de hechos trágicos que involucran a su novio. Sin embargo, un bloqueo emocional la hará callar. El tema es que su cuerpo le pide algo diferente. Con ecos de La mujer sin cabeza de Lucrecia Martel, la película apuesta por el drama contenido, dentro de los carriles psicológicos. Lo mejor es que no elige explicar nada y cierta atmósfera de incomodidad se adueña del relato sin que nada estalle precisamente. Lo peor es que parece una reiteración de fórmulas cuidadas y agobiantes, un prototipo de films recurrentes en gran parte del cine argentino que insiste en imitar modelos consagrados, sobre todo en festivales. Más allá de eso, que para muchos no representa una objeción, el barro del universo machista y de las estructuras de poder en la vida de provincia es removido con inteligencia, y con una gran actuación de Rita Pauls. Guillermo Colantonio


Viva Matanzas, de Dick Verdult / 2 puntos


Este producto experimental que juega entre la ficción y el documental convirtiéndose en un híbrido de ambos retrata de forma ultra didáctica y teatral la Batalla de Bahía Matanzas, o Batalla de la Flota de La Plata según Países Bajos. Hecho ocurrido en 1628 entre españoles y holandeses en costas cubanas donde los primeros se vieron debilitados en el imperio de ultramar, ya que los segundos se hicieron de un buen motín de minerales. Verdult, eximio artista multimedial, se vale de un cine artesanal con coreografías, literatura, mucha plástica y collage como elementos connotativos cargados de simbología, sumados a la potencia de la imagen. Viva Matanzas es de esas experiencias audiovisuales de extrema vanguardia difícil de digerir para todos, aún en su escaso metraje de menos de 50 minutos. Tal vez su plato fuerte sean las escenas en blanco y negro donde las difuntas señoras de élite -de los hombres históricos involucrados- se confiesan o la liberación de pecados de una de ellas ante la Iglesia Católica. Escenas que pueden funcionar como eslabones aislados en sí ya que no tienen mucha correlación alguna en el hilo narrativo o el disparate general que representa este film. Rosana López


ANTERIORES


Badur Hogar, de Rodrigo Moscoso / 7 puntos


La trama de es, en un principio, sencilla. Un chico sin demasiadas ganas de vivir que limpia piletas junto a un amigo conoce a una chica de personalidad intensa. Se conocen y poco a poco empiezan a quererse. Estamos entonces -como ya habrá sospechado el lector- en el territorio de una comedia romántica, género que rara vez sale bien en el cine nacional. Si Badur Hogar es de esos raros casos es por varias cosas: un buen manejo en las situaciones de humor, un verosímil bien armado en el que creemos en la posibilidad de dos personajes que tienen que ir evolucionando a lo largo de la película y superar limitaciones personales; y sobre todo, una pareja protagónica con química. El término “química” quizás no quiera decir mucho y a veces necesita una explicación más extensa. En este caso, la explicación está dada por dos personajes que funcionan muy bien por oposición. Al ritmo cansino y aletargado de Juan Badur se opone el ritmo acelerado de la atractiva Luciana. Si creemos en estas personalidades es porque tanto Javier Flores como sobre todo Bárbara Lombardo saben interpretarlas con naturalidad, alejados de cualquier tipo de registro exagerado que impida que creamos en ellos. Eso es algo que uno reconoce ya al principio del encuentro entre los dos protagonistas, donde el personaje de Lombardo, por causas que no conviene develar, le grita y golpea con su cartera a Juan Badur ante el estupor de éste. Cuando uno ve esta escena desarrollarse con total credibilidad es que intuye que lo que vendrá será una película sólida, de esas que se ven capaces de hacernos creer, por un rato, en la superación de sus personajes, en las historias de amor imperfectas, en varias situaciones insólitas que se irán sucediendo, y en la posibilidad de que el cine argentino pueda entregar estas historias de amor amables, que el cine de Hollywood casi ha olvidado cómo hacer, y que puede volver aquí mutado en calles y personajes reconocidamente argentinos. Paola Jarast


Breve historia del planeta verde, de Santiago Loza / 9 puntos


Si pudiese filmarse la libertad, esta película sería el ejemplo perfecto de cómo hacerlo. De hecho lo es. Una historia sencilla, poética, mágica, en el contexto de una road movie, donde tres amigos se embarcan en un viaje para ayudar a un ser de otro planeta a volver a su hogar. Cuánto se puede contar desde el no decir, desde el silencio cuasi onírico, qué simple hace las cosas Loza, qué delicado es con sus personajes, amoroso con su narrativa y detallista en cada puesta. Los diálogos exageradamente teatrales tan perfectos, una historia de amistad bella y poderosa, un planeta tierra donde lo natural es lo distinto y la palabra y el amor son armas suficientes para la construcción de algo mejor. El trío actoral tiene un magnetismo que uno no puede decidir con cuál quedarse, encandilado cuando comparten pantalla: Romina Escobar, Paula Grinszpan y Luis Sodá son el trinomio perfecto para emocionar y conmover, amigos que transcienden tiempo y espacio, porque vale decirlo ellos también son un poco fuera de este planeta. Esta breve historia que oscila entre fantasía y realidad se queda con uno mucho tiempo después de abandonar la sala, adherida a la piel y a los sentidos. Santiago Loza sin duda es un poeta cinematográfico brillante. Mary Putrueli


Cronofobia, de Francesco Rizzi / 5 puntos


El carácter pretencioso y la afectación son los principales inconvenientes de este mundo críptico donde una pareja se conoce en extrañas circunstancias. Una historia simple es elevada a los cielos de la suntuosidad psicológica y contiene baches narrativos que no sólo enmarañan el desarrollo sino que alejan al espectador. No se trata de elipsis, se trata de algo mal contado. Michael es un tipo en una camioneta impresionante y su apariencia es la de un sicario. Entre los trabajos que hace (y que tardaremos en comprender) se toma un tiempo para espiar a Anna, una joven viuda. No sabemos el móvil, pero el contacto se produce de manera arbitraria y casi inverosímilmente la relación entre ambos avanza en un juego de secretos y sustituciones. Ella logra dormir sólo en la camioneta y él conduce por las noches de Tesino. De este modo, con más confusión que claridad, se irán activando paulatinamente algunas luces sin iluminar demasiado, porque la intención de Rizzi es hablarnos de lo mal que está el mundo, de que los seres humanos son cada vez más máquinas y entonces refuerza todas las ideas (importantes) con efectos sonoros, planos cerrados y extraños angulares, para que sepamos que Suiza no es sólo el país de los paisajes, los chocolates y los relojes. A este ritmo, si Rizzi se da una vuelta por Latinoamérica termina filmando el apocalipsis bíblico. Guillermo Colantonio


El diablo blanco, de Ignacio Rogers / 6 puntos


La solidez técnica de la película dignifica. La apuesta por el género de terror también. Pero sobre todo, hay un componente que distingue a El diablo blanco de otras historias similares y es la inclusión del pasado indígena como una presencia vengativa frente al dominio de los blancos. Claro está, las consecuencias las sufrirán cuatro jóvenes dispuestos a pasar una jornada de descanso en un lugar apartado de la ciudad. Se sabe: en el terror, el placer se paga caro. Los recursos para crear progresivamente una atmósfera tenebrosa están bien dosificados y los momentos de susto también son efectivos. El único inconveniente acaso sea de qué modo la pericia técnica intenta disimular una historia flojita de papeles (bordeando lo infantil) y el registro actoral de Violeta Urtizberea con su habitual voz nasal, un lastre televisivo que desentona drásticamente con el resto de los personajes. Esta afectación es el punto más flojo del film. Guillermo Colantonio


Familia, de Edgardo Castro / 3 puntos.


Toda la provocación e interés que logró Castro con su película La noche se vuelve rutinaria, monótona e irrelevante en su última película, donde nuevamente se calza el traje de director, guionista y protagonista. En un híbrido entre falso documental y video casero familiar, Castro se toma todo el tiempo del mundo en mostrarnos un viaje, su viaje, hacia Comodoro Rivadavia, cita obligada en casa de sus padres para pasar las fiestas navideñas. Los primeros veinte minutos, aún sin ningún diálogo presente, parecieran ser un prólogo seductor que antecede a un relato potente. Lamentablemente, muere en la mera intención ya que todo lo que sigue bordea el bostezo. Una muestra de la intimidad de la familia Castro que no es más que un padre sordo, una madre fanática de las novelas, una hermana que parece más la mujer que ayuda en la familia y no una integrante del clan y el resto de los hermanos y sobrinos que llegarán sólo para la secuencia final de la cena navideña propiamente dicha. Entre planos eternos que no aportan nada, diálogos forzados en busca de una comedia absurda, personajes con los que es imposible empatizar y una narrativa cinematográfica muy alejada de lo que se pretende, al menos al mínimo en un festival, el relato se hace eterno y absolutamente olvidable. Mary Putrueli


Fordlandia Malaise, de Susana de Sousa Dias / 7 puntos


Uno de los puntos fuertes de la directora portuguesa es la manera en que utiliza los archivos fílmicos para trazar relatos de la memoria, combinados con un registro verbal que suele poner distancia para no interferir en el juicio de los espectadores. En este caso su mirada se adentra en el universo de un monstruo gigante incrustado en medio de la selva amazónica, una compañía fundada por Henry Ford en 1928, el sueño de un tipo ambicioso que convirtió una utopía megalómana en un territorio de espectros. Estos son los fantasmas que evoca Sousa Dias con su cámara a través de imágenes del pasado y del presente, mientras escuchamos los susurros de testigos atemporales. El travelling es un asunto moral para la realizadora. Sus delicados movimientos por encima de un paisaje desolado son similares a los de Noche y niebla, la mítica película de Resnais, sin embargo, los nuevos campos de concentración son estas construcciones y delirios capitalistas construidos en medio de la naturaleza, paraísos artificiales que no tardan en pagar las consecuencias de sus excesos y de su impostada audacia. Guillermo Colantonio


Gloria Bell, de Sebastián Lelio / 7 puntos


Lelio nunca defrauda, un director versátil que puede realizar una película bellísima como Gloria -versión original que precede esta remake-, puede ir y ganar un Oscar a mejor película extranjera con Una mujer fantástica, filmar en y según Hollywood el drama Desobediencia y finalmente puede hacer una remake exquisita como lo es Gloria Bell, y salir victorioso en cada aventura fílmica. Todos somos reacios a las remakes, pero aquí el resultado no sólo es correcto sino que aporta y reafirma la fluidez y emoción que la querida Gloria, a cargo de Paulina García, nos había regalado en la versión original. El papel ahora es de Julianne Moore, quien brilla en pantalla, y compone una mujer que lejos de victimizarse sigue adelante a fuerza de baile y voluntad. Moore es pura sensualidad y ternura al mismo tiempo, dueña de una risa tan maravillosa digna de la pantalla grande. La banda sonora se vuelve protagonista esencial en este camino de amor y desamor continuo que Gloria recorre de la mejor manera posible y que pase lo que pase siempre la encuentra dándolo todo en la pista de baile, así como en la vida misma. Mary Putrueli


Ituzaingó V3rit4, de Raúl Perrone / 8 puntos


Una especie de Dolce Vita vernácula nos ofrece el gran comienzo de la última película de Perrone con una galería de personajes excéntricos perdidos entre selfies, miradas y seducciones, atravesados por una compulsiva necesidad de registro. El perro se mete en los festivales para desenmascarar la pedantería, el esnobismo, de un modo feroz, sin concesiones. Un grupo de personajes por Ituzaingó que avanza en círculo, como si estuvieran encerrados en un espacio atemporal al estilo de El ángel exterminador de Buñuel. Varios son los niveles expresivos que se conjugan para dar origen a una película tan divertida como extraña, acompañada por una banda sonora en sordina espectacular. Por un lado, existen diálogos desopilantes (uno sobre el proyecto de una joven acerca de filmar un gato muerto en un placard es extraordinario) que introducen el registro de la comedia. Estos vampiros del celular y del automatismo acentúan su carácter patético en medio de desencuentros generacionales y banalidades de un presente empaquetado por poses. Paralelamente, se genera un enrarecimiento visual que evoca los fantasmas del cine italiano, ya sea por los aires fellinescos y esos chorros de luz en medio del blanco y negro, sino por una nueva evocación de Pasolini. No es casual que su fantasma aparezca. Es la misma sensación que causa la inclusión de las máscaras de Perón y Evita. Son solo íconos en un mundo de caretas, una imposibilidad en la inmediatez frívola. Por último, el carácter experimental presente en ciertos tramos confirma la onda expansiva de un Perrone cada vez más personal y ajeno al común de los realizadores argentinos. Guillermo Colantonio


Keith Richards: the origin of the species, de Julien Temple / 7 puntos


Qué dudas caben, el tipo es un grande. Y un gran conversador. Temple alterna el rostro de pasa de uva de Richards con sus cigarrillos y una cantidad de archivos de cine y televisión para recrear visualmente la oratoria de uno de los monstruos más grandes de la historia del rock. Quienes hayan leído su autobiografía, no encontrarán material demasiado novedoso, pero el montaje fílmico y sonoro que lleva a cabo el director es notable. También es acertada la decisión de abarcar la infancia y adolescencia de Keith: la escena fundacional del nacimiento entre bombas, los juegos entre los restos de la guerra, las dificultades económicas y una educación alterada. Temple suelta a su compañero entrevistado justo en el momento en que se inicia la etapa de bronce. La cuestión es rescatar ese costado humano y punk del guitarrista, y no desperdiciar un elemento valiosísimo: la música. A propósito de ello, suenan riffs y pedazos de canciones todo el tiempo, lo cual aumenta el placer de ver el documental. Puede que el procedimiento canse un poco, pero es Keith Richards, señores. Guillermo Colantonio


Koko-DI-Koko-Da, de Johannes Nyholm / 6 puntos


Hay ensaladas en el cine que se preparan bien. Cada condimento es una cita, pero el director sabe de qué modo simular su presencia o en todo caso conjugarlas bajo una óptica personal. En esta película sueca hay un poco de David Lynch, otro de la mítica La última casa a la izquierda de Wes Craven y mucho de Hechizo del tiempo de Harold Ramis. De ese licuado de referencias sale una pesadilla en medio del bosque que involucra a una pareja acampando, la cual sufre reiteradamente la misma tortura propinada por tres personajes. El mayor de ellos es un anciano que entona la melodía del título, una nana tradicional que, como la mayoría de las canciones infantiles, bordea lo siniestro. Mientras la crueldad y el terror que destila la situación son tratadas cinematográficamente, la cosa parece funcionar, a pesar del mecanismo de repetición que pone los pelos de punta. También es interesante el mecanismo de perversa asociación con los cuentos tradicionales europeos. No obstante, la inclusión de una subtrama con la hija de la pareja surge algo forzada y el hilo argumental queda perdido entre la niebla del bosque. Eso sí, confieso que una vez más que escuchaba la canción o veía esa mosquita sobre la carpa, incendiaba la sala. Guillermo Colantonio


Las facultades, de Eloisa Solaas / 8 puntos


Ese horrible momento de nervios, ansiedades, inseguridades y otras yerbas que envuelve la atmósfera de los finales orales en las universidades es retratado naturalmente en la última producción de esta joven directora quien nos ofrece una radiografía de todas las modalidades de exámenes orales que pudo documentar: práctico, teóricos, y la salvedad de explicitar en pantalla la modalidad de examen en la educación en contextos de encierro. La pegunta, la respuesta, la duda, la inexactitud, la repregunta y el ambiente tenso se respira en las distintas facultades donde Solaas registró estas instancias de evolución (Derecho, Filosofía y Letras, Medicina, FADU, Agronomía, entre otras) generando en quienes transitamos los estudios superiores una empatía con angustia, alegría y nervios. El documental también se toma dos libertades que exceden, pero al mismo tiempo complementan, la acción que muestra: nos exhibe instancias de estudio y preparación de finales donde las charlas, discusiones y el mate priman, y también le guiña el ojo al cinéfilo que se acerca al BAFICI a ver producciones nacionales: la estudiante de filosofía que muestra el film es la también directora y actriz, María Alché. Necesaria producción que muestra una instancia poco reflexionada y explicitada en la producción artística de nuestro país. Rocío Rivera


La vida en común, de Ezequiel Yanco / 7 puntos


La prudencia del registro de Yanco es una decisión moral. Su objeto de observación son niños del Pueblo Nación Ranquel, quienes se proponen cazar a un puma que asedia a la comunidad. Sin ejercer la intrusión ni la manipulación, el director coloca la cámara a la altura de los chicos y nos sumerge en sus rituales y en el mismo desamparo en el que viven. La única forma de resistir es la unión, la solidaridad. Como ocurre con la poesía, cuesta entrar en la película hasta que la cadencia del ritmo y de las imágenes invitan a quedarse. En este relato coral se destaca Uriel, cuyo punto de vista entra en contradicción con el de los cazadores, una contradicción que también se puede extrapolar a la condición de los personajes, “extranjeros” en su propia tierra, aceptando el presente con el peso de las tradiciones. El mérito es que este discurso nunca aparece subrayado y puede inferirse del mismo trabajo visual y de la sensualidad que despierta su lenguaje. Guillermo Colantonio


Letters to Paul Morrissey, de Armand Rovira / 9 puntos


Hago público que fui una de las más intensas críticas de la película Roma y su inexplicable utilización del blanco y negro como elemento artístico digno de admirar. Todo lo contrario sucede con la nueva producción española de Rovira, donde el blanco y negro le otorga a cada uno de los relatos que construyen la película un halo de solemnidad que sí es digno de mencionar. Estructurado en cinco relatos diferentes, con protagonistas distintos y ritmos narrativos disímiles, el film presenta cinco formas de abordar la figura de Paul Morrissey, artista y director de cine coetáneo de Andy Warhol y el mundo de The Factory. Nostalgia por un pasado de libertad e innovación artística, de activismo contestario y experimentación creativa y de recepción, complementada por la admiración y el análisis de una figura artística de esta envergadura, Rovira se permite él también jugar con el producto fílmico, utilizando película de 16 mm y citando en las diferentes estéticas cinematográficas de cada relato a gigantes del cine de autor como Carl Theodor Dreyer, Chris Marker, Ingmar Bergman e Isidore Isou. Podría parecer que el film parece lento y monótono, pero lejos de eso está: entretiene, reflexiona, profundiza el dispositivo cinematográfico y la trama conceptual que propone. Rocío Rivera


Margen de error, de Liliana Paoelinelli / 6 puntos


Hay un camino que conduce de lo colectivo (festivo) a lo individual (encierro). Todo comienza con un cumpleaños sorpresa. Iris llega a su casa y Jacky, su pareja, le tiene preparado el festejo con el resto de sus amigas lesbianas. La celebración evidencia la cofradía que forman estas mujeres y la luminosidad que gobierna sus vidas de clase media alta. En el lugar está Maia, una jovencita que ha llegado de Tucumán para estudiar en Buenos Aires y poco a poco irá relacionándose con Iris (que es una mujer mayor) alimentando una ilusión que deriva en confusión. La primera mitad de la película teje sutilmente un hilo que hace avanzar las acciones de modo fluido, con personajes sólidos y una naturalidad poco frecuente en el registro de actuaciones dentro del cine argentino. El drama nunca se resigna a consignas ni desestima esos momentos de humor que llevan a buen puerto la historia, sin interferencias masculinas y con gracia femenina. Sin embargo, son dos decisiones a nivel argumental que resienten el resultado, sobre todo porque el segundo tramo del film se cierra en un embudo de oscuridad innecesaria. Una escena en un auto ya anticipa lo que luego será redundante. Pese a esta objeción, es saludable su tono amable y la apuesta por el humor en medio de los conflictos. Guillermo Colantonio


Método Livingston, de Sofía Mora / 7 puntos


Así como debe ser difícil despegarse de la marca de los hermanos Dardenne cuando producen, no debe haber sido fácil para Mora apartarse del universo fílmico de su productor, Néstor Frenkel. Y de hecho uno puede reconocer las principales marcas en Método Livingston sin que ello afecte necesariamente el resultado de la película ni la labor notable de la directora, sobre todo para conjugar y condensar horas de filmación en torno a la entrañable figura de este exitoso, polemista e innovador arquitecto llamado Rodolfo Livingston. Porque si bien el carisma del personaje en cuestión y su obra ya justifican el visionado del documental, esto es posible gracias a un montaje que tiene en claro dónde cortar, qué rescatar, qué archivos incluir, entre otros procedimientos. Todo está, pero es la documentalista quien los organiza en un modo narrativo que alterna la esfera privada (escenas familiares, espacios cotidianos, amigos, reencuentros) con la pública (apariciones televisivas, cargos públicos, clases). Y en estos ámbitos aparecen verdaderos hallazgos, entre ellos, una nota a Livingston en la embajada de Cuba cuando falleció Fidel Castro o un paseo discursivo a Bernardo Neustadt en su propio programa cloaca llamado Tiempo nuevo. La claridad de sus conceptos, su forma de transmitir conocimiento y fundamentalmente su pasión son atributos que Mora sabe enaltecer en pantalla y que, más allá de un homenaje (palabra que Rodolfo hubiera asociado con los crueles formatos de la vejez), es un acto de admiración transferido al espectador. Guillermo Colantonio


Music and apocalypse, de Max Linz / 5 puntos


No le sienta nada bien ni la sátira ni la comedia a Linz, director de esta ficción con apariencia de documental, fría y distante como la carga intelectual que pone por encima de todo. Un Instituto en Investigación Cibernética y Simulaciones está en peligro de cierre y sus estudiantes y autoridades intentan evitarlo. La trama avanza desangeladamente entre teorías, poses académicas y un juego con el musical que escasa empatía provoca al desnudar su naturaleza genérica en pos de un automatismo calculado. El otro inconveniente atañe al humor como recurso. Prácticamente no funciona. El temor a quedar en evidencia con un trazo más grueso (y sanguíneo, si se quiere) conduce a una galería de actos y rostros monótonos. Linz se deja vencer por la sutileza allí donde debería patear el tablero. De este modo, las situaciones aparecen despojadas de emoción, de vida y el cálculo intelectual se carga la película innecesariamente más allá de que el tema parece ameritarlo. Cuando el mensaje y la alegoría corren adelante (un profesor se llama Abstract-Wege, algo así como formas abstractas, en uno de las tantas corridas interpretativas), asoman con frecuencia las dificultades que encierra Music and apocalypse y la única acidez posible radica en el estómago. Guillermo Colantonio


Noemí Gold, de Dan Rubenstein / 7 puntos


La película gira en torno a una chica (la Noemí del título, interpretada por Catalina Berarducci), que descubre que está embarazada luego de una relación casual. Ante esto Noemí busca abortar. Contada así pareciera que Noemí Gold será una película sobre la maternidad, o sobre el descubrimiento del deseo de ser madre. Sin embargo, el primer rasgo original del film es que la cuestión termina girando para otro lado, como la importancia de los vínculos afectivos. Es clave para sostener la trama la relación que Noemí mantiene con su amiga Rosa, interpretada con mucha gracia (al punto tal que a veces opaca a Berarducci) por Martina Juncadella. En esos momentos en que ambas interactúan la película adquiere momentos de humor y ternura especialmente luminosos. Es verdad de todos modos que esta película no carece de defectos; ahí están por ejemplo algunas escenas o situaciones que parecen innecesarias para el avance de la trama (como sucede con la estadía de Noemí en Tigre con una amiga, o con demasiadas situaciones en fiestas queer, que entorpecen la fluidez del relato). Así y todo, estos problemas están altamente compensados por varios momentos destacables, entre ellos una escena en un karaoke, que la tiene a Juncadella como principal foco de atención, y logra ser al mismo tiempo sumamente cómica y reafirmar a esta joven actriz como uno de los grandes talentos del cine independiente. Paola Jarast


Nuestro tiempo, de Carlos Reygadas / 8 puntos


La fuerza visual de algunas secuencias autónomas y la imprevisibilidad son los dos rasgos que más atraen de este cineasta cuya riqueza formal está a años luz de gran parte de lo que se ve en la actualidad por estos lares. A mitad de camino entre la pretensión y la humanidad, cada una de sus películas interpela, emociona, sacude, enoja, adormece y vuelve a sacudir. En Nuestro tiempo (2018), el juego más visible es la crisis de pareja. Del mismo modo en que Luz silenciosa (2007) era una evocación desaforada del mundo Dreyer, aquí se coquetea con Bergman. Sin embargo, reducir todo a la angustia de la influencia sería injusto. El director sueco (o su fantasma) deambula por la parte más débil de la historia, la que se consagra al trillado mosaico de emociones de una pareja conformada por un terrateniente poeta y su mujer, quienes juegan al matrimonio abierto sin poder asumir las consecuencias. En realidad, quienes no las asumen son los machos desbordados frente al deseo femenino. Todos los signos opresivos de la sociedad mexicana están dando vueltas en las clases pudientes, hastiadas en la insatisfacción y en la monotonía, atravesadas por una fantasía de bienes materiales al mismo tiempo que ostentan un primitivismo corporal que linda con lo salvaje. Hay en el cine de Reygadas secuencias que respiran por sí solas, que son capaces de conmover más allá de cualquier ligazón con el mundo real, y Nuestro tiempo las tiene, aunque en su apariencia sea una película que intenta organizar dramáticamente todos los cabos sueltos de Post Tenebras Lux. Allí está el comienzo, un extenso desplazamiento entre niños y jóvenes, con planos cerrados en torno a sus cuerpos o planos abiertos consagrados a captar la naturaleza lumínica de un paisaje cuya amenaza crecerá paulatinamente. También un regreso en auto con The Carpet Crawlers, la hermosa canción de Genesis, en medio de una tormenta emocional como real. Pocos directores pueden evitar la afectación con la cámara debajo de un auto alternando el rostro expectante de la protagonista mientras maneja bajo una lluvia torrencial. O la secuencia final con la pelea de toros. Son tres momentos, entre otros, que prescinden de interpretaciones, que se sostienen por sí mismos y confirman la maestría de este cineasta polémico, pero que entiende el cine como pocos. Como el diablo, peca de suntuosidad y de picardía, pero, a veces, son dos características que potencian sus películas, extraños objetos que se sostienen formalmente sin pedirle permiso a nadie. Guillermo Colantonio


Ray Davies: imaginary man, de Julien Temple / 7 puntos


Todo el mundo que desechan ciertas películas frías y apáticas lo devuelve Ray Davies en este documental que recrea los viejos tiempos de este genio, de The Kinks y de sus gloriosas (y tan inglesas) canciones, mientras camina por Londres o se sienta frente a un piano desafinado contando parte de su vida. Temple acompaña con la cámara a su protagonista y ensambla a la perfección su historia con las composiciones más importantes, estableciendo un nexo firme entre vida y obra, pero siempre desde un lugar vital y de incorrección. Allí está el zorro Davies riéndose de las poses académicas frente al arte y de los excesos de interpretación ante las obras. Al respecto, hay varias cosas que quedan en evidencia luego de ver el documental. Primero que The Kinks anticipó al punk diez años al menos. Segundo, que debe haber sido de las bandas más británicas de los sesenta (de allí su fracaso en EE.UU.) y de las que menos utilizó la veta comercial por encima del genio musical. Davies es tan brillante y excéntrico como Syd Barret y Brian Wilson, todos ellos en permanente conflicto entre las ideas y su concreción. Tercero: Waterloo Sunset, Lola y otras perlas, son eternas y harán eterna una ciudad como Londres. Guillermo Colantonio


Resonancias, de Lucila Mariani / 8 puntos


Inestabilidad. Extrañamiento. Duda. Certeza. Contradicción. Rutina. Aburrimiento. Todo eso y un poco más nos cuenta Mariani en su cortometraje. Es interesante que resonancia es un adjetivo relacionado con el sentido de la escucha, si algo resuena es porque “hizo ruido”. Ahora bien, a Malena, la protagonista de esta breve historia de 14 minutos, le pasa lo contrario pero al mismo tiempo tiene un efecto adverso: a ella se le tapa un oído debido a su continuo ejercicio de la natación, pero interiormente algo le comenzó a hacer ruido: ahora que no puede escuchar con certeza el sonido que proviene del exterior de su corporeidad, el adentro se quiere hacer escuchar. Gracias a esta disminución de la capacidad auditiva, Malena comienza un viaje interior que la lleva cada vez más cerca del mar, y cada vez a soltar más y dejar fluir las situaciones de su vida. Estética y cuidadosamente compuesta, visualmente bella, cromáticamente acuática, Mariani nos presenta un atinado retrato de la cotidianidad de una chica millenial de Buenos Aires. Rocío Rivera


Shanki, de Mertín Rejtman / 9 puntos


Rejtman nos tiene acostumbrados a su estilo de películas, siempre novedosas y con un sello autoral que ya lo distingue en su vasta carrera. En este caso, su cortometraje Shanki nos trae una historia pequeña, sencilla pero muy cotidiana, la de un joven muchacho que se encuentra atravesando una mala racha: su relación amorosa se termina, su abuela se muere y su terapia psicoanalítica se encuentra en crisis. Eso sí, todo esto atravesado por la impronta de lo religioso: no sólo la de nuestro protagonista, ya que Federico es judío, sino también la de Shanki, personaje budista que vendrá a socavar este mal momento del joven. En este encuentro de religiones distintas, Rejtman se permite reflexión y humor, ya que este mal trago de nuestro protagonista jamás es mostrado desde lo dramático, sino todo lo contrario, es narrado desde un humor sutil y efectivo. Lleno de lugares comunes con los que cualquier joven porteño puede identificarse y en menos de 20 minutos, este director se permite construir una historia completa, funcional, dinámica, y bueno… es Rejtman. Rocío Rivera


Spice it up, de Lev Lewis, Yonah Lewis y Calvin Thomas / 5 puntos


La protagonista es una joven llamada Rene que está en Toronto intentando completar un documental. Sus esfuerzos por darle forma ante la indiferencia y las sugerencias de sus tutores es el centro problemático mientras avanza la trama, alternando entre el proyecto propiamente dicho y el bloqueo de la chica que la conduce a un pantano de ideas. Curiosamente, y por una mecánica de montaje fallido, Spice it up también llega a un callejón sin salida, es presa de un círculo en el cual ochenta minutos parecen transformarse en tres horas. El dato es que los tres directores (¡!) no lo hayan advertido. La chispa del título no les llegó. Cuando uno se adentra en las aguas de una película como ésta, sigue con cierta ternura el itinerario, la pasión y el fracaso de Rene (la historia marco); hasta cierto punto, también, resulta simpático el grupo de adolescentes que pretenden alistarse en el ejército a raíz de sus derrotas escolares. El problema llega con la repetición de situaciones. Entonces, las chicas ya son poco soportables con su pose Spice Girls y las idas y vueltas de Rene, agotan. Guillermo Colantonio


The children of the dead, de Kelly Copper y Pavol Liska / 5 puntos


Esta película es un objeto extraño hasta que devela su método y su duración denuncia un mecanismo de reiteración insatisfactorio. La curiosidad pasa por recurrir a la estética del cine silente, sobre todo a las formas expresionistas, e incluir un humor ácido que no le teme a lo políticamente correcto. Allí veremos nazis, sirios y alemanes en la actualidad, mezclados con zombis, dobles y otros tantos personajes desagradables, encerrados en una cantina. La sensación del presente, pese a la modalidad elegida de colores pálidos y material deteriorado, nunca se pierde. El problema es el estiramiento temporal de situaciones cuya fuerza inicial se desdibuja, como también la saturación de sonidos estridentes, recursos ambos que se pierden en una ensalada de referencias y de arbitrariedades. La locura y los excesos en varios tramos forjan la sensación de una película cuya armazón parece una broma estudiantil. Entonces, lo aparentemente novedoso se muere en el agobio provocado. Guillermo Colantonio


The unicorn, de Isabelle Dupuis y Tim Geraghty / 7 puntos


El protagonista es Peter Grudzien, el primer músico gay de country, condición que lo confinó a los márgenes de la industria inevitablemente. Pero la película no se pretende a la manera de un biopic ni mucho menos, sino que se organiza a partir de registros fílmicos y materiales caseros obtenidos principalmente en el período 2005-2007 para dar cuenta de las formas en que el arte y la disfuncionalidad familiar suelen ir de la mano. Y allí están los documentalistas para descubrir un ámbito que oscila siempre entre la calma y la tormenta, el arte y el infierno cotidiano, donde la locura es un signo omnipresente. Hay un trío compuesto por Peter, su hermana y su padre, cuya observación pone a prueba también al espectador, quien se verá movido hacia una frontera entre la tragedia y la comedia, dada la excentricidad de los personajes, envueltos en litigios y estados alterados. Esta característica confirma una vez más esa tensión que surge a partir de un delgado límite entre las miserias humanas como forma de espectáculo y un acercamiento de la cámara fundado en el asombro y la posibilidad de descubrimiento. Que se mantenga ese conflicto es una virtud de los realizadores. Pero también hay una película sobre un músico, y en todo caso, una celebración de aquellos espacios subterráneos donde se forjan estas identidades a los golpes, por afuera de las instituciones que controlan las voluntades y castigan, incluida la familiar. En medio del caos, el arte es la única forma de refugio. Son numerosos los pasajes donde vemos a Peter componiendo, escuchando música, aún en las condiciones más adversas, sacando humo con su pipa. Las canciones atraviesan su vida, sea en un bar gay donde acude a cantar y a recitar o en medio de un ámbito plagado de objetos donde un gato negro circula sin tapujos. Hay momentos de humor y de dolor, más frecuentes estos últimos, sobre todo cuando su paranoia aumenta proporcionalmente a la intención de los primos por sacarlo de la casa. No obstante, nunca se dramatiza la situación ni se la manipula. El mérito es descubrir su música. Guillermo Colantonio

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