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24 líneas por segundo: sólo alguien disfrazado

Por Mex Faliero

(@mexfaliero)

Si bien somos casi más hijos del CGI que de los animatronics y los trucos de maquillaje, con el compañero Matías Gelpi tenemos un cariño especial por aquellas películas que intentan no poner tanto el peso de sus elementos fantásticos en lo tecnológico. El otro día charlábamos sobre Tiburón, sobre esa obra maestra de Steven Spielberg, y de la imposibilidad de un tipo de público contemporáneo por disfrutar del suspenso aunque se note que el tiburón no es más que un muñeco de goma. Esta generación digital a la que no le hacen ruido los fuegos digitales ni los ojos muertos de criaturas hechas con píxeles, pero que desprecia lo artesanal por sobre todas las cosas. O que, si no lo desprecia, al menos no le tiene el cariño que se merecen las tradicioes nobles. Y como el cine nos lleva de acá para allá y nos pone siempre en primer plano a través de la experiencia personal, no pude dejar de pensar en Los 4 fantásticos de 2005, y especialmente en “La Mole” interpretada por Michael Chiklis, que la habían pasado días atrás por la tele. En su momento, aquella película fue despreciada por unanimidad y puede que existan sus razones: la principal es de contexto, y vale recordar que por entonces las películas de superhéroes estaban en una etapa incierta y Marvel estaba en pleno laboratorio de su universo cinematográfico. Los 4 fantásticos era un film aceptable que se asumía como un entretenimiento para toda la familia, que fusionaba efectos digitales con otros más rudimentarios como, de nuevo, “La Mole” de Chiklis y su imponencia a puro vestuario y maquillaje. Lo que vemos ahí es una persona disfrazada, pero también cariño y amabilidad por un tipo de entretenimiento que no precisaba del rigor tecnológico para sostenerse. Ese rigor tecnológico que es otra parte de la generación contenidista. Los 4 fantásticos es, vista hoy, cine clásico. Una película amable y simpática, inofensiva, que no busca gustar a partir de la prepotencia y la solemnidad. La película de un tiempo donde todavía nos alcanzaba con alguien disfrazado para imaginar un mundo de superhéroes o de tiburones amenazantes.

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