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High flying bird

Título original: Ídem
Origen: EE.UU.
Dirección: Steven Soderbergh
Guión: Tarell Alvin McCraney
Intérpretes: André Holland, Melvin Gregg, Eddie Tavares, Farah Bala, Skip Bayless, Zazie Beetz, Bill Duke, Zachary Quinto, Caleb McLaughlin, Bobbi A Bordley, Sonja Sohn, Kyle MacLachlan, Jeryl Prescott, Justin Hurtt-Dunkley, Alice Callahan
Fotografía: Steven Soderbergh
Montaje: Steven Soderbergh
Música: David Wilder Savage
Duración: 90 minutos
Año: 2019


5 puntos


ARTÍCULO PERIODÍSTICO

Por Rodrigo Seijas

(@fancinemamdq)

Director tan ecléctico como desparejo, que transita como pocos entre altas y bajas en toda clase de géneros, Steven Soderbergh suele apelar a un tipo de puesta en escena donde el distanciamiento a veces es un desvío para conseguir finalmente empatía, y otras es el camino directo y definitivo hacia la frialdad más absoluta. Su cine es una lucha constante entre mente y corazón, y solo de vez en cuando hay conciliación y colaboración entre ambas partes.

Teniendo en cuenta lo dicho anteriormente, High flying bird –producción original de Netflix- es un film donde prevalece lo cerebral y que atrae más por lo que dice (o los temas que aborda) que por las vías de enunciación que escoge. El relato está situado en el ámbito de la NBA, durante un lockout por desacuerdos entre los dueños de los equipos y los jugadores, centrándose en un agente deportivo (André Holland) que, aprovechando el conflicto que atraviesa un novato que representa, monta una maniobra para cambiar las reglas del negocio. Pero si una película como El juego de la fortuna también miraba un poco de costado al campo de juego y proponía cambios en las normas habituales, lo hacía con un marcado humanismo, dándoles carnadura a los protagonistas, en el film de Soderbergh, más que personajes, hay portadores de discursos y puntos de vista.

De ahí que en High flying bird se hable un montón –a tal punto que el guión de Tarell Alvin McCraney (ganador del Oscar por Luz de luna) parece escrito tomando como referencia a la escritura de Aaron Sorkin- pero las palabras que se vierten no llegan a impactar del todo. Quizás eso tenga que ver con que se indaguen en cuestiones del negocio deportivo muy propias del territorio estadounidense, pero lo cierto es que Hollywood siempre se las arregló para alcanzar una potente universalidad en el género deportivo, que acá no termina de aparecer. Eso no sucede por pereza, porque Soderbergh podrá filmar con un iPhone, pero su manejo del encuadre y el movimiento es sumamente preciso y tendiente a lograr un dinamismo que contagie al espectador. Sin embargo, no llega a encontrar el punto de unión necesario para que los discursos hablados se trasladen al lenguaje corporal.

En High flying bird se tocan cuestiones referidas al racismo, los derechos laborales, los manejos corporativos, el rol del público y las vías posibles para reconvertir el negocio sin perder la esencia deportiva, pero solo recién en los últimos minutos Soderbergh transmite una energía sostenida y productiva. La frialdad prevalece y todo parece un ensayo más propio del periodismo gráfico que del cine.

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