No estás en la home
Funcinema

Dumbo (1941)



ÍDOLO DE LOS QUEMADOS

Por Mex Faliero

(@mexfaliero)

“Ni la lluvia ni tormentas
nos habrán de detener.
Hay que levantar el circo
al patrón hay que servir”.

(Canción de los obreros del circo en Dumbo)

No todo fueron princesas y cuentos de hadas en el Disney clásico. Eso está claro, pero nunca viene mal recordarlo ante una condena histórica propia de una mirada sesgada.  Claro que hay películas que sin ser historias de príncipes y princesas tienen la esencia de un cuento de hadas: Pinocho es un ejemplo claro. Pero el caso de Dumbo es particular, ya que no sólo no pertenece a ese entorno monárquico (más bien todo lo contrario) sino que además lo fantástico o inusitado es trastocado por un éxito final del personaje que es puramente materialista: Dumbo triunfa, se convierte en una estrella y su éxito puede ser medido a través del vagón de lujo que le compra a su madre y con el que viaja por Estados Unidos. Como contaba el crítico Leonardo D’Espósito, Dumbo fue la película con la que Walt Disney buscó recuperarse luego del fracaso comercial que representó Fantasía, con lo que se comprende mejor lo mínimo de su estructura dramática. En la película hay una simpleza que comienza en el trazo y las formas, sigue con el proceso creativo y se extiende a una duración que no supera los 70 minutos. Sin embargo, y aún navegando en cierta zona de confort (la inocencia y el encanto del elefante protagonista es algo imposible de eludir), hay riesgo y experimentación en una película que es mucho más compleja de lo que parece a simple vista.

El arranque de Dumbo es casi documental: una síntesis del mundo a través de la vida de un zoológico, con sus familias disfuncionales (Dumbo sólo tiene madre, y un grupo de chusmas que lo rodean y que son las villanas del film) y sus clases bajas trabajando y sosteniendo las bases a pura fuerza bruta. El circo en la película lo levantan los obreros y también los elefantes, ambos representantes de clases bajas, tanto en el mundo real (los humanos) como en el fantástico (los elefantes humanizados por medio del habla): claro está, al final sabremos que habrá lugar para la esperanza en el mundo fantástico, pero no en el real porque en definitiva eso es algo que el film nunca pone en crisis. En la película se habla del orgullo de los elefantes, pero en verdad son los únicos animales que además de trabajar en el circo participan en el montaje del escenario. Decíamos de lo documental, algo que se profundizaría aún más en Bambi, y que aquí sólo se trastoca cuando entra en escena el ratón Timothy. Hasta su aparición lo que tenemos es una narración que no avanza en el sentido tradicional: hay sí una sucesión de imágenes que se integran por vía de la música y las canciones, pero el registro es más observacional. Timothy es el que cuestiona el orden de ese circo (también el de la narración y el sentido del espectáculo, que hasta ahí es bastante cruel) y el que le hace ver a Dumbo, luego de las burlas y la separación de su madre, su verdadero valor. Como se ve, su presencia es clave tanto para el protagonista, como para el propio relato.

Vista en retrospectiva, sin dudas que Dumbo es la película de Disney más influyente si pensamos en Pixar como principal heredera de esa tradición. Las orejas de Dumbo son su objeto singular, lo que lo distingue, pero también el motivo de su maldición: las burlas que sufre, los padecimientos que atraviesa están dados a partir de ese signo único. El éxito de sacar virtud de sus defectos es un aprendizaje para el personaje, pero también para el cine animado en general, usina de historias donde los débiles y desamparados encuentran su lugar en el mundo: pensemos en Ratatouille, en Wall-E, en Toy Story, en Buscando a Nemo, en Up! Se podrá decir, también, que Dumbo es más que la historia del marginado y es cierto. Es, además, una película que nos muestra cómo era el cine animado por aquel entonces y qué se podía esperar del género. Como decíamos, hay una narración que se acciona a partir de una premisa simple porque el cine animado era, fundamentalmente, un evento que se podía comprar con la magia. Lo importante eran las imágenes, su distancia de lo real y su capacidad para trasgredir sus límites. La clave era el gran espectáculo, y Disney lo sabía como pocos. La famosa secuencia de la borrachera de Dumbo y Timothy es el ejemplo más acabado de esto. Pasaje digno de Fantasía, y que Disney incluía en una película más convencional, hay rupturas formales y genéricas, con elefantes rosas que caminan por el borde del plano cinematográfico e imágenes que pasan del humor a lo siniestro en un segundo.

No sé todavía qué habrá hecho Tim Burton con su nueva versión de Dumbo, pero la película original le ofrece elementos temáticos y estéticos para que su imaginación vuele por los aires. Como el elefante.

Comentarios

comentarios

Comments are closed.