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24 líneas por segundo: aquel Dumbo imposible

Por Mex Faliero

(@mexfaliero)

Todavía no vi la Dumbo de Tim Burton (pueden leer aquí la crítica no muy positiva publicada por Rodrigo Seijas en estas páginas), pero hace poco vi la original de 1941. Hay una curiosidad principal con toda remake, sobre todo cuando la realiza un director como Burton, dueño de un estilo personal y al que uno supone lejos de la mera especulación. Esa otra curiosidad, aún mayor, pasa por ver cómo se adaptará a los tiempos que corren un relato que en la superficie no aparenta ningún riesgo (después de todo es la historia de un freak discriminado que termina triunfando) pero que está compuesta por algunos elementos problemáticos en este presente contaminado por tanta corrección política. Aquella obra de Disney miraba las bases sociales norteamericanas y ponía como sostén de eso (no otra cosa significaba ese circo) a un grupo de trabajadores, cuya caracterización de la animación los despojaba de rostro y los convertía en pura masa sin identidad, y quienes por medio de una canción confesaban no saber leer ni escribir y ser “los alegres peones”. Y en última instancia no podían ahorrar un centavo porque todo lo que ganaban lo gastaban. Más adelante en el relato aparecen unos cuervos sureños, que a partir del habla se convierten en un estereotipo andante. Y ahí me acordé de ese estudio del Conicet que hace unos años hablaba, de manera un poco tardía y cuando el debate ya se había agotado, de las hienas y demás especies que aparecían en El rey león. Estimo que aquella Dumbo, hoy, es imposible. Esta semana se estrenó Las dos reinas, una película que, con ánimo oportunista, convierte a María Estuardo en portadora de obvios eslóganes feministas e inclusivos, dueños de una contemporaneidad de lo más ramplona. El problema de la película no es ese, sino que no se evidencia una operación estética que permita la transgresión de la historia, como sí lo hacía aquella Richard III de Richard Loncraine o la magistral Bastardos sin gloria con el asesinato de Hitler. Recuerdo aquel gran chiste de Top Secret, donde un espía negro se infiltraba entre los soldados nazis sin que nadie lo advirtiera. El cine está muy cerca de que eso pase. Y nadie se va a inmutar en nombre de la corrección política cuando Michael B. Jordan haga de Goebbels.

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