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MAR DEL PLATA 2018: cuatro miradas a la 33ª edición

La 33ª edición del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata terminó hace un par de días, pero todavía el terreno está caliente como para reflexionar y pensar lo que sucedió durante esta semana de cine en la ciudad. Cuatro integrantes del staff piensan el Festival desde diferentes perspectivas.


EL FESTIVAL FRAGMENTADO

Por Cristian Ariel Mangini

(@cristian_mangi)

Gianina Arrayet

Cuando uno ya ha atravesado varias ediciones del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata no puede dejar de sentirse un dejo de impotencia. La redundancia del reclamo hacia una organización que siempre disoció a la ciudad como espacio del festival, vitrina sobre la cual la disposición de los objetos es completamente ordenada por Capital Federal, se repite. Las falencias de difusión y, nuevamente, las falencias a la hora de comunicar al público su estructura y objetivos, también se repite. Pero hay una novedad que fue más bien un crescendo respecto a otros años, la fragmentación de la organización, que lo hace ver como una estructura endeble y atada con alambres. La accidentada apertura y el bochornoso cierre son el escenario de una estructura decadente, más allá del buen trabajo que pueda hacerse desde la programación y las películas (aunque su selección continúe siendo discutible). No todas fueron pálidas: el riesgo de incluir espacios experimentales o animación en competencias brinda un aire fresco, aunque la internacional continúe siendo la más conservadora. El nuevo y necesario espacio en torno a perspectiva de género sin embargo no hace olvidar a la desaparecida sección La mujer y el cine, que ofrecía un debate también desde el mismo cine que se proyectaba. Desde los discursos siempre se sostiene el valor de la constancia y uno se pregunta hasta qué punto la constancia es una virtud, si no existe una sincera autocrítica que reformule los cimientos del Festival para no repetirse año tras año.


FALLAS Y ACIERTOS EN LA EXPERIMENTACIÓN ARGENTINA

Por Melody San Luis

(@SanLuisMelisa)

Foto: Gianina Arrayet

Todos los años pasa que mucha gente entra a la sala y luego la abandona en el transcurso de la proyección. En el caso de las películas de Competencia Argentina, pasó a menudo. En algunas funciones directamente se fueron un cuarto o más de los espectadores. El porqué de la retirada, imaginamos que se debe a motivos variados. Pero este año coincide la deserción con que los film nacionales, varios de ellos, optaron por hacer reflexiones que generaban cierta incomodidad. Algunos jugaron con los tiempos y otros con los tabúes. Lo cierto es que la experimentación estuvo para bien y para mal. El límite entre estar haciendo algo novedoso y perderse en el intento fue un lugar que los y las cineastas decidieron tomar. Más allá de los resultados (muchos film resultan extensos y pierden un poco el hilo) es valorable la búsqueda y los riesgos que asumen. Es curioso que composiciones de las que se pueden sacar tantos elogios de determinados aspectos, en el todo pierdan fuerza. Una de las razones que más se repitió es la recurrencia a un estiramiento de escenas, un hecho que sin querer provoca muchas veces un desapego con el film.


DOS PASOS ATRÁS

Por Guillermo Colantonio

(@guillermocola)

Foto: Gianina Arrayet

En cada balance que hacemos en el sitio del festival hablamos principalmente de las películas, a menos que las cuestiones organizativas o ciertos acontecimientos empañen esa prioridad. Y esto es lo que ocurrió en esta edición. Cuando parecía que el evento venía aceitado, la torpeza de varios funcionarios e involucrados en la organización entorpecieron la fiesta. Excluyo a las caras visibles, los chicos que trabajan incansablemente y deben explicar lo inexplicable: una desordenada grilla de programación, con cambios repentinos de horarios y de actividades. Sumado a esto, la disminución de la cantidad de salas que perjudicó sensiblemente la posibilidad de conseguir entradas. Da la sensación de que Mar del Plata es boicoteada desde afuera y desde adentro. La frutilla del postre fue que desde el día jueves los cines del Paseo Diagonal ya no se utilizaban porque fueron reservados para los tanques estadounidenses. Es impensable que en un festival de esta categoría no se cuente con las salas mejor equipadas del señor feudal de la ciudad y que encima a mitad de la edición se resten otras. Además, las proyecciones fueron técnicamente muy pobres. No sólo se escuchaban los ruidos del hall central sino que la luz fue deficiente. Para un cineasta, más allá de sus caprichos, esto es mortal. También dejo de lado a los programadores. Creo que fue una edición floja en materia de elecciones, pero es un dato menor al lado de lo anterior y los fundamentos que pueda dar son netamente subjetivos e innecesarios si se tiene en cuenta que el público accedió a películas que el resto del año no ve y a restauraciones clásicas inolvidables. Las buenas decisiones de extender las funciones a los barrios y de mantener un precio razonable para las entradas, se vieron opacadas por los hechos bochornosos en la apertura y la clausura del festival, censura incluida. Entre las pavadas incongruentes se encuentra la disminución de días por razones presupuestarias. Sin embargo, ¿es más importante un cocktail de dos horas con Guillermo Francella, Esmeralda Mitre y Calu Rivero sacándose fotos que ofrecer los materiales de prensa correspondientes o darle a la gente más tiempo para ver películas en condiciones adecuadas? Esto no es nuevo, pero el grado de frivolidad y estupidez se acrecienta. Una pena.


VOS NO CAMBIÁS MÁS

Por Mex Faliero

(@mexfaliero)

La presentación oficial del Festival sigue haciéndose en Capital Federal: lo que se hace en Mar del Plata, después, es un acto protocolar e irrelevante. Un clásico. Es imposible no sentirse visitante de un acontecimiento que, irónicamente, lleva el nombre de la ciudad en la que vivís. Se nos avisa que la que viene es la mejor edición de la historia, pero arranca el Festival y no hay grillas ni material de difusión, y la falta de presupuesto (para lo que importa) se nota. Otro clásico. Viene la apertura y el funcionario de turno llega para disimular lo indisimulable: y se gana unos buenos abucheos por cínico. ¿Cuándo será el momento que la apertura del Festival evite a los funcionarios y lo político surja desde lo eminentemente cinematográfico? Igual los abucheantes… Recuerdo a la ex del INCAA Lucrecia Cardoso, en tiempos donde todo era Felicilandia, pidiendo un aplauso para Florencio Aldrey Iglesias. No escuché el abucheo de los abucheantes. Arrancan las jornadas y llega el mail asegurando que este año hay más gente en las salas que el año pasado: un día de estos va a haber más público que gente en Mar del Plata. Detalles… celebro la presencia de Cecilia Barrionuevo en la dirección del festival, pero no queda bien que en los discursos agradezca a la ciudad por abrirle las puertas al festival. ¿No era el Festival de Mar del Plata? ¿Quién le abre la puerta a quién? Uno tiene la sensación de que el Festival se sostiene por tres únicas razones: el apoyo del público que aunque menor -es una pura suposición- sigue llenando las salas; el trabajo de voluntarios que mantienen con vida la estructura; y la labor de los programadores, que son los que se ponen al hombro la programación morfándose todos los problemas presupuestarios. Y uno tiene la sensación, también, que estos balances sobre el Festival de Buenos Aires que se hace en Mar del Plata podríamos guardarlos y pegarlos año tras año. Vos no cambiás más.

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