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MAR DEL PLATA 2018: Competencia Internacional – Día 1


Chuva é Cantoria na Aldeia dos Mortos, de João Salaviza y Renée Nader Messora / 6 puntos


Esta especie de docudrama antropológico, filmado en una aldea remota en las mesetas del centro y norte de Brasil, se centra en la comunidad de los indígenas Kraho para contar una sencilla historia que involucra a una pareja de jóvenes y su pequeño hijo. Ihjac es exhortado por el espíritu de su padre para que complete su funeral. El hecho de que se comunique con los muertos lo pone en una situación que no puede afrontar, la de convertirse en chamán. Como aquellos superhéroes que reniegan de su condición, decide evitar ese destino y se aleja temporalmente a la ciudad. La película se juega constantemente en una tensión generada por la observación cautelosa y complaciente de los comportamientos sociales del grupo en cuestión, y una posible dramaturgia que sólo se activa en el momento en el que Ihjac deambula por los espacios urbanos en medio de la indiferencia y la discriminación. En este tramo, la complejidad y el misterio de la naturaleza son sustituidos por los ruidos y el malestar de la supuesta civilización con sus instituciones precarias. Chuva é Cantoria na Aldeia dos Mortos hace gala de una hermosa fotografía y de una utilización impecable de la materia sonora, principalmente para dar cuenta de un tiempo suspendido, cosmológico, que se rompe en la ciudad, donde cada minuto cuenta para que Ihjac sea obligado a regresar a su aldea, ya sea por completar el designio de su padre, por la necesidad de su familia o por las mismas personas que lo miran recelosamente en esa urbe que le es ajena, donde los chamanes son reemplazados por médicos, los sonidos de los pájaros por música callejera, la desnudez por la ropa y la libertad por la opresión. Sin embargo, la calidad de la película no es suficiente para apaciguar un cierto letargo cuyo precio es exigir la entrega de espectadores cautivos de la contemplación, al mismo nivel que una cámara estática e hipnotizada por lo que registra. Guillermo Colantonio


In Fabric, de Peter Strickland / 6 puntos


El mundo de la moda fusionado con el terror. Una sumatoria de citas que van desde el giallo hasta la estética de los vampiros de la Hammer, sólo que aquí los que chupan la sangre son vendedores de una tienda de ropa. Strickland se luce con la elegancia de un tipo fascinado con el fetichismo y un vestido rojo será el elemento que une dos historias y dos víctimas. Sin embargo, queda la sensación de que el resultado es pura cáscara, un cotillón manierista más cercano al regodeo publicitario y videoclipero que a una historia de terror efectiva, estirada por la necesidad de lucimiento antes que por los personajes y la trama. Además, a diferencia de otros directores (como Tarantino) el juego de referencias carece de intensidad. La película retoma ese cruce de épocas que mostraba The duke of burgundy, es decir, un marco temporal de los noventa con una iconografía setentista. Sheila es empleada en un banco, vive con su hijo, aguanta a la novia y se ve tentada a buscar pareja a partir de avisos para enlazar a solteros. En la televisión advierte las rebajas en una tienda de vestido. Quienes atienden parecen formar parte de un conjuro maléfico. El tono oscila siempre entre el humor y el terror, sin embargo, cada situación es la evidencia de que el director pretende estar por encima de todo. De este modo, una escena de sexo, un crimen, o lo que fuere, están acompañados de sobreimpresiones y otros artilugios donde lo estilístico prima sobre superficies vacías de vida. Para colmo, una segunda historia innecesaria dilata el tiempo con arbitrariamente y concluye en un forzado cierre. Guillermo Colantonio

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