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Rhonda

Buena


PUESTA EN ESCENA DEL CUERPO

Por Rodrigo Seijas

(@funcinemamdq)

La lucha, como otros deportes y disciplinas corporales, tiene un componente teatral ineludible, porque implica una actitud, una gestualidad que tiene mucho de actuación y representación extrema. Lo primero que se hace es montar un espectáculo frente a esa otredad que es el rival, que busca al mismo tiempo la simpatía de esos observadores externos que son los espectadores. Claro que el compromiso del cuerpo posee una intensidad que marca una diferencia importante: hay un contrato pre-establecido donde los aplausos y ovaciones van de la mano con los golpes recibidos. Cuando la pelea arranca, la actuación en cierta forma prosigue pero la realidad se da la mano con la ficción a las trompadas, con lo gestual trastocado en fisicidad.

Y el gran problema es cómo distinguir cuándo se acaba la ficción, cuándo hay que dejar de actuar salvajismo, cuándo entender que ese deseo un tanto impostado adquiere una pureza peligrosa, porque ya no existe impostación o espectáculo, sino solo ganas de acabar con el otro porque el luchar es el único certificado de identidad. O sea, cómo ser consciente, verdaderamente consciente, de que cuando suena la campana del final, hay que bajarse del ring porque la vida sigue. Ese es el tópico que sobrevuela Rhonda, donde Jimena López, desde el texto (co-escrito con Macarena Trigo) y una performance de gran desgaste –físico y emocional- construye a una luchadora cuya corporalidad y mentalidad empiezan a cruzar todas las líneas que no deberían cruzarse.

Hay también algo de ejercicio en la obra dirigida por Diego Recagno, que se da no solo desde un movimiento casi permanente, sino también desde la explicación de ese movimiento. Es un ejercicio en el sentido de práctica, de experimentación, de explicitación de la gestualidad de cada movimiento para detectar el artificio, darlo vuelta y desnudar la ficción dentro de esa realidad un tanto retorcida que plantea la lucha. Y también un atajo para hallar nuevas formas de teatralidad desde la disciplina deportiva. En Rhonda hay una historia claramente delineada, donde la fiereza convive con la sexualidad y la provocación permanente, donde el otro, el rival, siempre está presente, con distintas máscaras a pesar de ser invisible, hasta decantar en un cierre definitivamente oscuro y amargo. Pero lo que importa, lo que adquiere carácter primario e imprescindible, es la apuesta por llevar ese cuerpo teatral y deportivo, en alerta y competencia constante, al límite de sus posibilidades. Y sin saber, sin tener una total certeza, de dónde queda ese límite. O si hay límite.


Dramaturgia: Jimena López, Macarena Trigo Actúan: Jimena López Vestuario: Gina Michienzi Escenografía: Mariana Del Gener Diseño de luces: Julián Lucero Audiovisuales: Unbekannt Cine, Julián Lucero Música original: Marcelo E. De León, Fernando Del Gener Fotografía: Ignacia Echeverría, Julián Lucero Diseño gráfico: Fernando Del Gener Asistencia de dirección: Ignacia Echeverría Prensa: 80p Producciones Producción: Espacio 33, Jimena López Coreografía: Johanna Franciga Dirección: Diego Recagno Sala: Espacio 33 (Treinta y Tres Orientales 1119, CABA) – Viernes a las 20:30. Hasta el 28 de septiembre y del 12 al 26 de octubre.

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