“TODAS LAS FAMILIAS INFELICES LO SON A SU MANERA”
Por Virginia Ceratto
(especial para @funcinemamdq)
León Tolstoi ejemplifica a la perfección una máxima cotidiana y eterna: “Todas las familias felices se parecen, todas las familias infelices lo son a su manera”. Y aquí está la médula de Bajo sospecha, con Yon Gonzáles, Blanca Romero y Lluís Homar.
Un pueblo pequeño, muy al estilo de La caldera del diablo, pero en España. Una familia pujante, de tres generaciones, onda tribu: hijos, nueras y nietos trabajan en el restaurante familiar. Una familia “modelo”.
Y aquí es imposible no recordar a Agatha Christie (La casa torcida, Las manzanas y otras novelas), una grande, y olvidada injustamente, del género policial, que sabía lo que pasa por la mente de los niños y la posibilidad que estos tienen de propiciar lo fatal.
Esos ingredientes, sumados a los típicos del género: un policía semi corrupto, adúlteros, un dealer de poca monta, una adolescente… adolescente (es decir medio boba), una esposa que no se entera, secretos inconfesables, la típica pareja de policías encubierta que siempre está a un paso de liarse, pero no, o ahí, alcanzan para que la primera temporada de la serie sea entretenida. No mucho más, pero entretenida.
Y las actuaciones son buenas. Para los amantes de La casa de papel, a los que nunca comprenderé, el actor que hace ahí de Berlín acá es un padre atribulado. Y lo hace bien. Y “el Chema” de Con el culo al aire está perfecto como el poli medio malandrín y sin suerte. Víctor, el encubierto, no está tan flojo como su Julio Molinez (o Molines) de Gran hotel, pero la zafa con lo de galancito porque eso sí, es carilindo.
Con un último capítulo que aburre porque es, casi todo, un flashback, la emisión se tolera bien. No llega a flojona, no tiene la garra de Wallander (ya viene). Si no son demasiado exigentes va bien. Al menos no es un bodrio como La casa de papel.