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Recapitulación de Twin Peaks: Partes 16, 17 y 18 (final de temporada)

LA VIDA ES SUEÑO

Por Guillermo Colantonio

(@guillermocola)

En la bolsa lyncheana hay caramelos para todos los gustos. Los tres últimos capítulos de la tercera temporada de Twin Peaks-y tal vez de la serie-ofrecen una amplia gama de sabores. No solo dulces y ácidos, incluso alucinógenos. No podía ser de otra manera. Ahora, un mar de conjeturas abraza las miles de cabezas puestas en funcionamiento para descubrir claves secretas, establecer asociaciones e intercambiar opiniones sobre lo ocurrido. Y está bien, así fue también en los noventa, salvo que actualmente la velocidad del comentario es inaprensible.

Varios hechos son importantes en este último tramo. Sin embargo, el episodio dieciséis será recordado como el día que volvió Cooper, un baño de nobleza entre tanto contenido críptico, un fugaz rapto de emoción que pronto se diluye. Primero, porque tampoco el personaje se salva del paso del tiempo y el que regresa es la sombra del que se fue. Basta ver su melancólica sonrisa enmarcada en ese traje negro y el grotesco retorno con los hermanos Mitchum, como una muestra más de cuán lejos estamos del rostro luminoso del pasado. Esto se reforzará en el periplo investigativo insólito en el que se ve envuelto en el episodio doble final, otra manera del director de contrarrestar paródicamente las reglas del policial. Por él sabremos el origen del ruido en el Gran Hotel del Norte y que ha pensado en restituir al padre de la familia que formó temporalmente durante su estado en el limbo de la confusión. Y es que Cooper mantiene una ética hasta las últimas consecuencias determinada por la idea del bien. Resultan conmovedores los esfuerzos que realiza por encauzar el derrotero de Laura Palmer en ese espiral de realidad, entre pasado y presente, entre identidades cambiadas, en el que nos sumerge Lynch bajo el tópico barroco de que la vida es sueño. La secuencia en la que buscan el hogar, caminan por el bosque, están entre los momentos antológicos que quedarán de la serie, sin duda.

Pero también se sella el destino del Evil Cooper. Lynch reitera en el capítulo dieciséis ese oscuro tránsito por una perdida carretera que lo lleva junto a Richard Horne al lugar indicado según las coordenadas que venía rastreando. Allí el cordero será sacrificado y confirmaremos que era su hijo finalmente. El otro ser manipulable es la mismísima Diane, la cual será utilizada por el demoníaco personaje para matar a todos, hecho que se frustra finalmente (comprobamos que es una tulpa). En los capítulos finales, será Lucy quien dispare contra el Evil Cooper en la oficina de policía. Toda esta secuencia va al límite de la parodia. La violencia en Lynch siempre es transitada en una frontera hacia el desequilibrio, arraigada en lo cotidiano pero estilizada de modo tal que nos preguntemos acerca de la naturaleza de lo que vemos. Por eso la grotesca resolución de los matones interpretados por Tim Roth y Jennifer Jason Leigh (dos personajes tarantinescos asesinados de manera tarantinesca).

Hacia el final de este episodio, otro de los grandes momentos es el baile de Audrey, solo para conducirnos finalmente a su rostro desencajado frente al espejo. ¿Dónde está? La respuesta será una de las tantas conjeturas.

Los dos últimos capítulos incurren en una catarata de datos que no tiene sentido repetir aquí y que son determinantes para parte de la trama secreta de la serie. Lo que hacen estos aportes es confirmar la posibilidad de realidades espiraladas, paralelas, posibles sueños, y una vez más Lynch hace girar los hechos como en un disco de pasta (que recuerda a grandes momentos de El camino de los sueños) y por ende nos involucra más que nunca en la placentera confusión de saber que, como decía Hitchcock, que “no hay nada más placentero que el miedo controlado”. Por ahora, quedamos afuera. Twin Peaks ha terminado. Que otros se jacten de reordenar con lógica precisión las piezas; yo me enorgullezco de lo que he visto y me quedo con la extraña ternura que destilan los cuerpos de Cooper y Laura viajando juntos a través del tiempo y del espacio.

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