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La momia

Título original: The Mummy
Origen: EE.UU.
Dirección: Alex Kurtzman
Guión: David Koepp, Christopher McQuarrie, Dylan Kussman
Intérpretes: Tom Cruise, Russell Crowe, Annabelle Wallis, Sofia Boutella, Jake Johnson, Courtney B. Vance, Marwan Kenzari, Simon Atherton, Stephen Thompson, James Arama, Matthew Wilkas, Sohm Kapila
Fotografía: Ben Seresin
Montaje: Gina Hirsch, Paul Hirsch, Andrew Mondshein
Música: Brian Tyler
Duración: 110 minutos
Año: 2017


5 puntos


LA MALDICIÓN DEL MERCADO

Por Mex Faliero

(@mexfaliero)

Si Disney tiene en sociedad con Marvel una interminable saga de superhéroes y Warner lo mismo pero con DC Cómics, Universal no quiso perder el tren y buscó en el arcón de los recuerdos para poner en movimiento un universo similar de cruces y retroalimentaciones: un universo, oscuro según el diseño de marketing, donde sus viejos monstruos de los años 30 son el centro narrativo de films que reproducen el horror light con aventura y acción a puro CGI, regurgitando de alguna manera el cine de entretenimiento en la senda de lo que hacía Steven Spielberg, Joe Dante o John Landis en los años 80’s. El concepto busca concentrar un público que reúna tanto a los adultos con carácter nostálgico, como a los jóvenes adictos a la espectacularidad y el estímulo constante: si se lo piensa, ninguno de los otros universos cinemáticos se plantea desde un lugar tan ambicioso… y multitarget. En sí no es una mala idea recuperar al hombre lobo, a la momia, a Frankenstein y demás, siempre y cuando la idea no se ponga por delante de lo que se está contando. Y eso es lo que sucede con esta La momia de Alex Kurtzman, protagonizada por Tom Cruise.

Durante un buen rato, La momia es un aceptable film de aventuras, con Cruise y Jake Johnson en plan buddy movie robándose algunos tesoros arqueológicos. Hasta que se terminan cruzando con el descubrimiento de un sarcófago y despertado una vieja maldición. Y a una momia, claro, la del título. De ahí en más, la película irá avanzando entre secuencias de una espectacularidad para nada sorprendente y una serie de chistes medio pavos que intentan repetir sin demasiada gracia el concepto actual de cine de gran entretenimiento. Si uno esperaba un toque de autoconsciencia old-fashioned, digamos en la senda de una Indiana Jones, el film de Kurtzman se esfuerza por desplegar una modernidad ampulosa que se desentienda de los orígenes de estos personajes (todo lo contrario a lo que Stephen Sommers planteaba en sus mucho más gratificantes películas). Sin embargo, ese no es el problema principal de un relato que se va quedando sin combustible a medida que pasan los minutos.

El primer inconveniente de La momia se da con la aparición del personaje de Russell Crowe. No por el actor, que está muy bien, sino porque evidentemente se trata de un personaje fundamental dentro de este Dark Universe (sin entrar en spoilers), casi una suerte de espina dorsal en la que se irán articulando las demás películas. El ingreso de Crowe, entonces, detiene la acción para introducir una serie de guiños hacia lo que Universal tiene preparado hacer con todas estas películas. Y convengamos que más allá de lo acertado o no, los universos de Marvel y DC Cómics tienen bases en el papel mientras que aquí se da la necesidad de forzar todo para hallar un punto en común. Es a partir de ahí, de la confusión en la que entra el relato, cuando tomamos conciencia de que estamos más ante un producto de marketing que de una película, y que en vez de espectadores somos una suerte de testers puestos a probar el funcionamiento y la efectividad de esta idea de producción. Que Kurtzman tenga una carrera principalmente como productor da una noción de desde qué lugar se piensan estas cosas.

Mencionábamos anteriormente el cine de los 80’s y cómo buena parte de las producciones actuales buscan recuperar aquella esencia juguetona. Sin embargo hay un conflicto casi generacional, que tiene que ver con la grandilocuencia del público de hoy: si vemos La momia, se observa cómo se pasa de un comienzo casi festivo e irresponsable a una última parte grave y solemne. Es cierto también que ahí ingresa la figura de Cruise (hacía rato que no se lo veía tan desorientado en pantalla), quien gusta exponerse en el centro del melodrama trágico, pero ni siquiera eso logra darle espesor a una película que es decididamente fallida, que pierde en la acumulación y que hablando de maldiciones ancestrales cae presa de la peor de las maldiciones: la del mercado y su necesidad de imponerse como producto de consumo.

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