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No daré hijos, daré versos


Buena


LO ERRÁTICO Y LO FEMENINO 

Por Rodrigo Seijas

(@funcinemamdq)

Hay obras que están marcadas y atravesadas irremediablemente por la poética que las inspira, lo cual no significa que necesariamente ese punto de partida las limite. Es el caso de No daré hijos, daré versos, que se basa en la figura, la biografía y la poética de Delmira Agustini, nacida en 1886, quien se constituyó en una de las principales poetas uruguayas de su época, hasta que en 1914 fue asesinada por su ex marido.

La obra, escrita por Marianella Morena y dirigida por Francisco Lumerman, construye una estructura particular, que se arma, desarma y rearma progresivamente, mutando constantemente, a través de tres actos. Seis son los actores que rotan en papeles y géneros, promoviendo cambios en los puntos de vista, las acciones, lenguajes y estilos, acompañados musicalmente por un piano e insertados dentro de un escenario que debe componerse y recomponerse continuamente. Hay una tonalidad, una atmósfera lindante con lo errático y hasta anárquico, pero dentro de ese caos se percibe un orden rector marcado por la apuesta temática: No daré hijos, daré versos deja entrever permanentemente su punto de vista femenino, aún cuando sean los personajes masculinos los que se impongan desde la discursividad.

A la vez, no deja de ser llamativo cómo se entabla un armado situacional basado una época determinada –la de principios del siglo pasado-, pero de tal forma que hay un intercambio, un diálogo con la contemporaneidad. Allí vuelve a pesar lo temático, ese retrato de lo femenino en choque constante con la masculinidad, desde los entramados culturales, familiares y hasta sexuales. El choque es, casi inevitablemente, violento, tenaz, problemático, incómodo hasta en su uso cuando menos particular de un humor entre ácido y oscuro.

Hay choque y conflicto porque No daré hijos, daré versos se hace cargo de la historia y la mirada de Agustini, donde prevalecen lo erótico, lo sagaz, lo femenino como un posicionamiento definitivamente político. Por eso su estética y narrativa son de choque, indudablemente disruptivas y hasta desparejas en sus distintas concreciones. De hecho, la obra va encontrando sus mejores capacidades expresivas a medida que pasan los minutos, como un experimento de prueba y error hasta hallar la fórmula correcta y la textualidad apropiada.

No daré hijos, daré versos se percibe como un espectáculo capaz de diferenciarse en su abordaje, donde el rumbo cambia casi a cada instante, con quiebres que llevan a múltiples interpretaciones. Hay en su texto una fuerte planificación pero también una fuerte apertura hacia el cambio y la alteración. Esa también es una conexión con la poética de Agustini, que potencia la sacudida al espectador, lo cual no está nada mal.


Autoría: Marianella Morena Actúan: Jorge castaño, Diego Faturos, Malena Figo, Iride Mockert, Germán Rodríguez, Rosario Varela Músicos: Paula Marinello Vestuario: Macarena Hermida Diseño de escenografía: Macarena Hermida Diseño de luces: Ricardo Sica Música original: Agustín Lumerman Fotografía: Laura Mastroscello Diseño gráfico: Martín Speroni Asesoramiento Corporal: Rodolfo Opazo Asesoramiento Vocal: Guillermo Vega Fischer Asistencia de escenografía: Camila Morvillo Asistencia de vestuario: Camila Morvillo Asistencia de dirección: Ignacio Gracia Prensa: Marisol Cambre Producción ejecutiva: Zoilo Garcés Dirección: Francisco Lumerman Sala: Timbre 4 (México 3554, CABA) – Viernes a las 23:30. Hasta el 14 de abril.

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