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MAR DEL PLATA 2016: resumen de la Competencia Latinoamericana de Cortometrajes

Por Rodrigo Seijas

(@fancinemamdq)

aeronautasAl igual que el año pasado, la Competencia Latinoamericana de Cortometrajes de este año estuvo atravesada por el mensajismo y un nivel en general discreto, lo cual llama la atención para una competencia de estas características. O hay un problema con los criterios de selección, o con los materiales presentados, porque la verdad que se podría esperar algo mejor si tenemos en cuenta que seguramente la cantidad y variedad de obras presentadas debe ser inmensa. A continuación, un breve resumen de lo ofrecido por cada uno de los cortometrajes.

Los tomates de Carmelo, coproducción entre Brasil, España y Canadá dirigida por Danilo Baracho, está situada durante la Guerra Civil Española y se centra en un anciano condenado a la soledad, con su nieto prisionero de los franquistas. Hay una vuelta de tuerca con la que se intenta plantar bandera desde lo ideológico que es un tanto forzada, pero no deja de ser un corto bastante fluido desde lo narrativo y con un muy buen trabajo estético.

El brasileño Pulso, de Dani Suzuki, hace foco en un hombre obsesionado con una mujer y su hijo. Tiene un arranque auspicioso por cierta inquietud que genera, pero luego va decantando en un regodeo videoclipero en la marginalidad y las desgracias del protagonista. El final es bastante irresponsable.

El boliviano Coger un monstruo, de Michael Y. Lei, desarrolla un relato bastante arriesgado en su desestabilización, a partir del cruce que establece entre la infancia y un tema espinoso como es el de los resabios del nazismo. Sin ser una maravilla, no deja de tener unos cuantos elementos atendibles.

De espíritu documental, aunque con un interesante cruce con la animación, el colombiano La madre de las madres, de Wilson Arango, se centra en la figura de Teresita Gaviria, quien lleva años buscando incansablemente a su hijo desaparecido. Aún con su trazo grueso en lo discursivo, desarrolla una visión política tan válida como incómoda en lo que se refiere a cómo lidiar con el horror y las fuerzas represivas.

Aire quemado, del mexicano Yamil Quintana, sigue las aventuras de tres jóvenes en una camioneta. El primer giro, que revela al espectador un mundo plagado de violencia, está realmente muy bien. Pero luego hay un segundo giro, cuando menos problemático, que remarca demasiado lo que ya se había dicho antes sutilmente. Sin embargo, el plano final establece un diálogo con la inocencia que muestra cierta inteligencia en el espectador. Típico corto con sobreabundancia de ideas.

El mexicano Ascensión, dirigido por Samantha Pineda Sierra y Davy Giorgi, muestra un óptimo trabajo desde lo visual para diseñar un universo entre futurista y monstruoso, con el típico personaje perseguido por ser distinto. Es bastante vertiginoso y dinámico, aunque al mismo tiempo sólo acumula un conjunto de ideas relativamente atractivas. Los directores poseen capacidad narrativa, eso es innegable, pero no terminan de encontrar una trama verdaderamente sólida.

Finalmente, el también mexicano y animado Los aeronautas, de León Fernández, presenta virtudes y defectos similares a Ascensión, aunque acá termina pesando más lo mensajístico desde la historia de una tribu y el más débil del clan, quien busca encontrar su propio camino. Hay un germen interesante en cómo se piensan ciertos espacios y rituales, pero siempre en el marco de una narración un tanto deshilachada.

En resumen, una competencia donde la comedia volvió a estar ausente y pesó mucho más lo dramático, aunque en un tono un poco menos pesado que el año pasado. Sigue faltando más inteligencia y sutileza a la hora de abordar diversos tópicos y hechos complejos.

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