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José Escobar: “Que ahora me llamen para actuar revaloriza mi trabajo”

Por Paola Jarast

(@fancinemamdq)

jose_escobarEl actor y escenógrafo José Escobar actualmente integra el elenco del suceso teatral de la escena independiente El amor es un bien, de Francisco Lumerman. En charla con FANCINEMA, repasó su derrotero profesional –que incluye trabajos tanto en trabajo como televisión-, su mirada sobre el panorama del teatro porteño actual y sus proyectos a futuro, al tiempo que reivindicó el camino elegido.

¿Cómo fue el proceso creativo de El amor es un bien?
Conocí a Rosario Varela, que hace de mi sobrina en la obra, cuando estudiábamos en lo de Alezzo. Ella era muy chiquita. Me presentó a Pancho (Francisco Lumerman, director de la obra). Pancho, muy amigo de ella, escribió El amor es un bien, le puso la cara a cada personaje, y dijo: “El tío Iván lo va a hacer José”, “Sonia va a ser Muma (Rosario Varela)”, y así. Tuvo varios borradores. Cuando el material llegó a mis manos, no me imaginé que iba a pasar esto. Con los actores hay buena energía, buena onda. Se armó como una familia. Los ensayos eran muy divertidos. Pancho te da libertad para proponer. Para mí la dirección de los actores que hace Pancho es muy inteligente. Es minucioso. Creo que con El amor es un bien, el amor del público y la prensa se debe a que hay trabajo. Al día de hoy, Pancho está marcando cosas. Es muy redonda la obra. Hay algo de lo que le pasa al público con el Tío Vania, el tío Iván en El amor es un bien, que es muy loco. Se conmueve. Algo de la actuación y del ser honesto con eso…me parece que por ahí pasa: la honestidad con el trabajo.

¿Cómo ves la oferta de la cartelera teatral porteña?
Soy muy exigente viendo teatro, muy malo y crítico. Veo muchísimo. Sé todo el esfuerzo y el trabajo que hay de los colegas. Esfuerzo de ensayo en el teatro independiente, donde no hay plata, y uno ensaya meses. Todo ese amor es amor al arte. Más allá de que el teatro salva; lo salva a uno. No sé si es terapéutico, pero ayuda. Para mí como actor, lo fundamental es no estafar a la gente. Podés estar cansado, pero tiene que haber una honestidad, una verdad. Para mí, uno va a ver teatro para salir cambiado. El arte te tiene que modificar, sea un cuadro o una película. Me fascina ir al teatro y seguir pensando en eso al día siguiente. Me pasó con Marilú Marini en Todas las canciones de amor.

En tu propia carrera, ¿reconocés algún trabajo que te haya modificado de ese modo?
Cuando me llama Iván Fund para hacer La risa, yo venía haciendo muchas asistencias y arte. La actuación estaba un poco de lado. Nos fuimos a Crespo, y filmamos a la madrugada y al atardecer. Hacíamos improvisaciones, y yo veía que no pasaba lo que el director esperaba. Yo pensaba que debía ser muy frustrante. Los personajes eran 4 amigos en el campo, 4 actores en un auto con la cámara encima probando cosas. Había algo de libertad en ese lugar, de juego, de encontrarse con uno mismo, y algo que me identificaba: mi pueblo, Energía. Había un disfrute que volvía a aparecer. Ahí estaba el secreto, la pasión que yo estaba buscando. Algo se despertó ahí. Todo lo vivido empezaba a aparecer. La risa fue la bisagra para que yo valorara mi trabajo y me valorara yo. La nominación al premio Trinidad Guevara por El amor es un bien fue como un reconocimiento al camino que estaba haciendo. No estaba equivocado. Porque por momentos yo dudaba; fue mucho el sacrificio, pero había algo interno que respeté. Es una búsqueda de la que ahora veo los frutos. Que ahora me llamen para actuar revaloriza mi trabajo.

¿Cómo fue la experiencia de protagonizar junto a Rita Cortese el primer capítulo del ciclo Doce casas, de Santiago Loza?
Santiago y Ariel Gurevich escribieron el capítulo. Grababa en febrero. Me vine quince días antes de Energía, y una amiga me ayudó a pasar letra. No quería equivocarme en una. Es la historia de un hijo con su mamá, y él se quiere ir de su pueblo; es gay y no puede vivir ahí. Con Rita pegamos muy buena onda. Lo más hermoso es que hay una escena muy dolorosa y amorosa en la que ellos están mirando diapositivas. Estábamos los dos muy cargados cuando la grabamos. Lloramos tanto en esa escena, que los camarógrafos se quedaron en silencio. Todos vinieron a saludarnos y felicitarnos. El público era muy amoroso. Cuando el capítulo salió al aire en el país -es el primero de la miniserie-, me escribían por Twitter y me decían: “Nunca vi a alguien llorar así en la tele”. Para mí el resultado del público fue muy placentero. Me vieron en mi pueblo. Es tan rara esta profesión….cuando uno menos busca, las cosas salen. Hay algo del mundo de Santi que para mí es muy cercano. Lo puedo visualizar y me puedo conmover. Cuando éramos socios en el Teatro Elefante, él me leía monólogos que escribía, y yo me emocionaba y lloraba. No podía creer que escribiera esa poesía. El teatro tiene que tener poesía, poética. Y Doce casas tenía eso. La gente en Twitter, que yo seguía mucho en esa época, anotaba frases de los programas. Santi escribe poéticamente sobre lo cotidiano.

¿Te encontrás trabajando en otros proyectos?
Estoy ensayando Hermanas, de una autora española, Carol López, para el año que viene. Dirige María Figueras. En el ciclo 4000 caracteres, haré 4 funciones de obras publicadas en revista Llegás. Lo interesante para mí era tener pocos encuentros y estrenar. La puesta es muy cinematográfica, y la actuación también. Dura 15 minutos. Podría ser un plano secuencia. Eso es lo interesante: el estar ahí.

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