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El francesito

francesito1Título original: Idem
Origen: Argentina
Dirección: Miguel Luis Kohan
Guión: Miguel Luis Kohan
Testimonios: Joaquín Pichon Rivière, Alfredo Moffatt, 
Ana Quiroga, Juan José Stagnaro, Estela Baistrocchi
, Vicente Zito Lema, Kosice, Horacio Carbone
Fotografía: Miguel Luis Kohan
Montaje: Rosario Cervio
Música: Gustavo Pomenarec
Duración: 85 minutos
Año: 2016


7 puntos


EL PUMA

Por Nicolás Mancini

(@palidodomingo)

francesito2¿En qué estado se encuentra una persona cuando sobrepasa el grado de locura? Enrique Pichón-Rivière instauró la base del psicoanálisis en Argentina y creó la psicología social -o de grupo-, allá por las décadas del cuarenta y del cincuenta. Así como Facundo Quiroga, Charles Darwin o, citando un personaje de ficción, el mismísimo Tarzán, Pichón vivió en la selva, rodeado de animales y leyendas. Fue padre, esposo, amante, polémico tutor de profesionales y médico psiquiatra. Obsesionado con la locura y la muerte, pasó su vida rodeado de admiradores, aprendices, familiares y pacientes, quienes lo acompañaron hasta el final de sus días. Esas personas son las que se encargó de reunir Miguel Kohan en su tercer documental para deducir cómo Pichón llegó a ser Pichón.

Kohan, quien además de cineasta es psicoanalista, pone la pelota en el punto de penal apenas comienza su película: juega con la expectativa sobre la aparición de un audio en donde se puede escuchar la voz del protagonista. A su vez, presenta a Joaquín, hijo de Pichón, quien acompañará al espectador durante gran parte del visionado. “Si fuera un pesimista te diría que ese audio no lo voy a poder conseguir”, le dice Rivière hijo al director. La figura cuasi mitológica de Pichón se construye aún más magnamente con los testimonios de sus allegados, que son la única forma por la que el espectador puede construir su personalidad. Kohan elige que esto sea así, lo cual resulta más que interesante. Su figura, la del director entrevistador, aparece en cámara tantas veces como dedos de la mano y ni siquiera se le ve el rostro completo. Todo un ejemplo periodístico.

La cámara nerviosa y, por qué no, psicoanalítica, se posa en imágenes que retratan lo que las voces dicen. El espectador se convierte en paciente y se olvida, en ciertos momentos, de la sección visual del film. Pero de forma realmente destacable, cuando se levanta la mirada y se la enfoca de nuevo en el producto audiovisual completo, se da cuenta que esa imagen es la adecuada. Los textos que se oyen no siempre son acompañados por la imagen del locutor, por lo cual el audio, a veces, hace olvidar a la sección visual. Planos bien íntimos de hormigas, langostas, mares y casas se fusionan con numerosos materiales de archivo y entrevistas.

Al tratar de abarcar por diversos costados el proceso creativo de Rivière, Kohan deja con la espina de un poco más. A medida que el film avanza, la posibilidad de intriga se desecha poco a poco. Uno se da cuenta que todo ha sido un camino hacia la mente del personaje y que así lo seguirá siendo. De todas formas, el director logra, de forma eficaz, sencilla y corta posicionar a Pichón en un lugar misterioso e interesante. El film es aceptable para cualquier tipo de público, tanto para el desinteresado por el tema psicoanalítico -que no conoce siquiera el nombre del protagonista- como para el que anda por esos pagos. Dicen algunos que Pichón, en la selva, se enfrentó a la mirada amenazante de un puma que lo acechaba, dejándolo manso y sin posibilidades de atacarlo. Ahora bien, por qué no enfrentarse a su película.

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