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Manos libres


Muy Buena


LA COMEDIA ES POLÍTICA, LA POLÍTICA ES COMEDIA

Por Rodrigo Seijas

(@fancinemamdq)

manos_libresLa buena comedia tiene la capacidad de ser incisiva, mordaz y destinada a sacudir las convenciones y estructuras sistémicas. Deconstruye discursos, los pone en crisis, les quita su aura de solemnidad, los cuestiona cuando todo parece indicar que no debe cuestionárselos, exhibe sus grietas, los desnaturaliza. Tanto en el cine como en el teatro de la Argentina, uno de los desafíos para el género pasa por este aspecto, por atreverse a hacer humor a partir de conceptos, instituciones, representaciones e imaginarios que entran en el terreno de lo políticamente correcto. Hay demasiada corrección política, excesiva timidez, un extremo cuidado, y la comedia va mayormente por vías opuestas a estos preceptos.

Por eso una obra como Manos libres es una bocanada de aire fresco, porque incluso desde su propia premisa la trampa es la regla fundante pero también un vehículo para lo ideológico: los trabajadores de un supermercado, con la supervisión del líder de una minúscula agrupación de izquierda, se organizan para ayudar –de manera totalmente irregular- a una estudiante de sociología a aprobar su última materia y así poder recibirse. Así, el marxismo, con toda su carga analítica de las estructuras sociales, políticas y económicas, irrumpe en la vida de los trabajadores, pero también del espectador.

No es la primera vez que el discurso de izquierda es trabajado desde la comedia, pero si hay algo que distingue a la obra de Alejandro Lifschitz es cómo no sólo aborda y retuerce estereotipos y esquemas, sino también cómo pone a dialogar la teoría con la práctica, las palabras escritas hace siglo y medio por Marx en El capital con los tiempos y principalmente las personas actuales. Hay en Manos libres, es evidente, una exageración a partir de la comicidad en los conflictos que atraviesan a los personajes, pero eso no quita el manto de realidad que se cuela en la obra, que choca a menudo con un discurso teórico que es puesto a prueba. Ese patetismo, ese distanciamiento que se impone por momentos en el relato, no deja de revelar un compendio de relaciones humanas marcadas por las diferencias, las divisiones de clase, las opresiones y represiones.

Pero entre la crítica social entrelazada con las situaciones hilarantes, lo que más importan son los personajes y la ternura mostrada por la narración hacia ellos, pues el distanciamiento respecto a las acciones no implica necesariamente una ausencia de cercanía, sino todo lo contrario. En Manos libres los personajes –o sea, la gente, con sus procedencias, sus contradicciones, sus virtudes, sus miserias, sus verdades y mentiras- importan. Y por ende, importa cómo se construye el humor a partir de esos personajes, con el timing como factor fundamental y excelentemente ejecutado, apoyado en un quiebre casi permanente de la cuarta pared, poniendo de esta manera en crisis otra estructura discursiva, que es la representación teatral más convencional y delimitadora de la ficción.

La esencia de Manos libres, desde su dramaturgia y puesta en escena, es el humor y la comedia, como política estética y narrativa. O política a secas. La mejor de las políticas.


Autoría: Alejandro Lifschitz Actúan: Juan Aráoz, Ailín Hercolini, Nataly Hundewadt, La Meana, Ariel Moldes, María Tibi Escenografía: Grupo Manos Libres Diseño gráfico: Juan Aráoz Asistencia de dirección: Cecilia Nuñez Prensa: Circe Cultural Dirección: Alejandro Lifschitz Sala: Fandango Teatro (Luis Viale 108, CABA) – Viernes a las 23:00. Hasta el 26 de agosto.

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