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Funcinema

BAFICI 2016: mini-críticas de Fancinema

Nuestra habitual cobertura festivalera, incluye las necesarias mini-críticas para poner al tanto a los lectores sobre lo bueno (o lo malo) que hay en estos días de cine. (34 películas reseñadas)


SE AGREGAN


A magical substance flows into me, de Jumana Manna / 6 puntos


amagicalDentro de la diversidad de miradas que propone la competencia internacional (sin ser esto necesariamente sinónimo de estímulo) aparece este documental que parte de un etnomusicólogo germano-judío cuyo programa radial, allí por 1930, exploró las tradiciones musicales palestinas. Este es el puntapié para trabajar una línea argumentativa que apunta a convencernos de que la otrora armónica convivencia a través de la música contrasta con las actuales confrontaciones bélicas. Es un propósito noble, sin embargo, la forma didáctica que se escoge en varios pasajes para desarrollarlo, mediante una voz en off impersonal, le quita fuerza y le da un aire de políticamente correcto. Como viene sucediendo en gran parte de los documentales contemporáneos, donde filmar a la familia y abusar de la autorreferencia es casi un imperativo, desde el comienzo se insertan reposadas escenas caseras que incorporan el proceso de filmación como parte de la representación. Esta elección, un tanto arbitraria, es un registro enunciativo menor ante otra veta más interesante y que la constituyen las visitas a diversas aldeas donde músicos recrean canciones con inusuales instrumentos. Ahí, más allá de la fachada multicultural, es posible apreciar interesantes performances que elevan el nivel del documental o lo ponen en un lugar de mayor fuerza expresiva. Guillermo Colantonio


Juan Meisen ha muerto, de Felipe Bergaño / 6 puntos


La película de Bergaño arranca con un diálogo impecable, que resume no solamente un humor sostenido en el estupendo timing del elenco sino además un buen oído para capturar una forma de decir que es la de la calle, la del grupo de amigos. Lamentablemente, esa apuesta por el humor se vuelve más dispersa durante el resto de la película, evidenciando el germen de algo interesante en la escritura del director (es también el guionista) pero impidiendo que la película sea tomada por ese espíritu más libre. Por el contario, el resto de lo que ocurre está tomado por la gravedad y una estética que recuerda a mucho del cine independiente argentino que sale de la FUC. El asunto no es la pertinencia o no de determinadas elecciones, sino más bien que las mismas resultan ya un poco viejas y previsibles: lo novedoso aquí es la geografía de Puerto Madryn, pero es cierto que estos jóvenes sin un rumbo evidente podrían estar caminando por Lavalle y sería exactamente lo mismo. Por eso se lamenta, dada la efectividad de esos momentos absurdos, que la presencia del humor no sea más constante, porque eso habilitaría la sorpresa y la novedad que Juan Meisen ha muerto alcanza sólo por momentos. Mex Faliero


Rosa Chumbe, de Jonatan Relayze Chiang / 2 puntos


Pocos son los debates acerca del actual estado del cine latinoamericano. Y la porno miseria hace estragos. No se trata de negar realidades duras ni de comprometerse por denunciar las extremas condiciones en que la gente vive, sino de poner en evidencia una serie de mecanismos manipuladores tendientes a despertar lástima e inquietud en la lógica empresarial de los festivales europeos (y de todas partes del mundo). Una película como Rosa Chumbe es un ejercicio sórdido que exhibe su esquemática planificación de una manera chata y obscena. El director arma el cuadro desde el inicio con una serie de planos en los que a los quince minutos agotó la mirada: la protagonista es alcohólica, adicta al juego (no alcanzaba con un vicio) y trabaja en la policía. Vive con su hija que está embarazada y tiene que abortar. Si la cosa quedara en mostrar los ámbitos a través de un registro documental, recorrer los exteriores de una capital, Lima, que no se ven en las postales, sería una propuesta aceptable, pero el gran problema es que no hay un atisbo de humanidad en los personajes y sí una acumulación de malestares, como si la suma ganara en intensidad. La fácil invitación determinista a la que nos somete el film no escatima en ofrecer planos detalles de vómitos, sangre, entre otros signos. Como si fuera poco, se suma una última canallada, la gran estafa: la muerte de un niño al que guardan en una bolsa; luego, mientras lo llevan, durante el trayecto en el colectivo a una procesión en la que se conmemora “el señor de los milagros”, una mujer se sienta con otro niño al lado, juguetón, pleno de vida. Entonces surge la pregunta inevitable: ¿se puede ser tan burdo para construir una idea? Evidentemente el trazo sutil no es el arma de Relayze Chiang, cuyo demente final no lo redime de lo anterior. La impostura no conoce límites. Eso sí, es una puerta segura de acceso a las alfombras rojas con premios a la escuela del sufrimiento. Guillermo Colantonio


Searching for Merixtell, de Burnin´Percebes / 2 puntos


searchingEl despropósito se hace presente en esta cinta de la productora catalana Burnin’ Percebes  donde ante tanto disparate, comedia básica y burda y el amateurismo de filmación 2.0 hacen mella. Pero al menos, se agradece su calidad de mediometraje (50 minutos). Por suerte, el sufrimiento dura poco. La historia cuenta cómo un muchacho desea “desmantelar una red de canibalismo” -algo que pasa totalmente desapercibido para el espectador- y al mismo tiempo cómo su compañera de piso -una “porno webcam”- queda embarazada del mismísimo Satanás. Así vemos varios relatos que se entrelazan con gags transformados en breves sketch con algunos momentos graciosos, sexistas y desagradables. Una pequeña cinta europea donde borda la simpleza técnica lejos del estilo pintoresco y multinarrativo del yankee Gary Marshall (Mujer bonita), donde convergen distintas historias alrededor de una temática especial como Día de los enamorados (2010) o la reciente Enredadas… ¡pero felices! que al menos resulta ser un producto pochoclero. Searching for Merixtell nombre que responde a una joven buscada por nuestro protagonista masculino de la que nada se sabe hasta la última escena, resulta un bodriazo para evitar. Rosana López


Un día perfecto para volar, de Marc Recha / 6 puntos


Desde este film, Recha aprovecha el paisaje un tanto propenso para el retiro bucólico del Macizo de Garrif, para contar una historia intimista que deposita todo su peso narrativo sobre las actuaciones y el diálogo. La interacción entre un joven niño y un adulto del cual hay pocas referencias se sostiene entre los intentos de remontar un barrilete y las múltiples historias fantasiosas que envuelven los momentos de cada uno. Esta calidez está teñida de múltiples preguntas que se manejan con sutileza, cuya respuesta puede resultar ambigua. ¿Quién es el adulto Sergi, interpretado por el gran Sergi López? ¿Cuánto tiempo ha pasado realmente hasta que aparece el padre del niño (interpretado por el mismo director)? Cuestiones que no tienen una respuesta clara pero que indican desde la memoria emotiva y la elección del detalle en algunos planos que se trata de un duelo al que progresivamente se acepta. El tono lírico de los paisajes que se conjuga con el drama no siempre fluye, pareciendo algunas imágenes arbitrarias (incluso a veces acercándolas a un conjunto de imágenes turísticas). Y una narración reposada que se sostiene en diálogos acompañados de lentos paneos puede, por momentos, carecer de poder de síntesis y tornar denso seguir la narración. Sin embargo, desde su construcción ambigua logra conmover cuando se focaliza en las emociones, en la observación del niño protagonista. Cristian Ariel Mangini


ANTERIORES


A tropical house, de Karl Heinz Klopf / 6 puntos


tropical houseEl título dice casi todo lo que hay que decir sobre este documental de arquitectura cuya especificidad puede espantar a más de un espectador. Sin embargo, al otorgarle su tiempo, la película logra salirse de esa etiqueta y tornarse en un documento sobre la distribución del espacio a nivel sociocultural, brindando mayor interés y dinámica a la narración. Este es un rasgo de la obra del austriaco Klopf, cuya obsesión por las formas se traslada a los encuadres que abundan en la narración: por lo general fijos, con abundantes líneas de fuga y privilegiando el movimiento interno del cuadro. Excepcionales travellings y paneos se utilizan para recorrer cada rincón de la mole de concreto y madera de Andra Matin, cuya voz en off predomina en la narración para contar un poco la historia y las bases sobre las cuales se construyó su casa en Bintaro. Si bien algunas de las obsesiones formales pueden aburrir por momentos (salvo que seamos arquitectos u onanistas de los tiempos muertos), el concepto que se ilustra fluye con la imagen, en particular a la hora de mostrar los interiores. Cristian Ariel Mangini


Demon, de Marcin Wrona / 8 puntos


demonLos casamientos (salvo para los que se casan) suelen ser espacios de pleno goce gastronómico y diversión garantizada. Por ende, si algún imprevisto interrumpe tamaño evento, muchos son los que pondrán el grito en el cielo. Para decirlo más claro: hay una cantidad de actores secundarios agradecidos por participar de manjares pagados por otros. En Demon, el factor de suspensión obedece a un hecho inesperado: el novio es poseído en pleno festejo. Peter llega al pueblo de su prometida. Las imágenes del comienzo instalan una dimensión siniestra en lo cotidiano, clavan las primeras dosis de horror a plena luz del día. El hallazgo en un pozo de restos óseos inaugurará el tormento del novio que explotará en medio de la fiesta. La escena no tiene desperdicio. Filmada en plano general se propone como ejemplo de cine en estado puro, despojada de efectos y de una composición exquisita en cuanto a encuadres. No será el único momento pictórico. El tratamiento visual de la película es notable. Los colores parecen sacados de las viejas fotografías familiares y contribuyen a forjar esa atmósfera espectral como onerosa. Lo demás derivará en un desquicio que transformará a esa boda en una de las más antológicas que se hayan visto, con exorcismos truncos, discusiones religiosas y disparates varios. Mientras el pobre Peter sufre las consecuencias de su nuevo estado, el resto de los invitados conformará una galería de excéntricos que seguirán de juerga a pesar del acontecimiento en cuestión. Serán ellos los poseídos por la joda, capaces de continuar el festejo a cualquier precio. Las risas histéricas en medio del terror son otro signo de la locura que gobierna las leyes de este mundo. De un humor sutil y de una elegancia poco frecuente para el género, Demon confirma que lo mejor del terror sigue llegando desde otros continentes. Guillermo Colantonio


Favio, crónica de un director, de Alejandro Venturini / 10 puntos


favioNo es pretexto que quien escribe sea fanática obnubilada del gran director argentino que fue Leonardo Favio porque, claramente, también puede ser considerado un riesgo por necedad a la idolatría o por directa acusación, si lo que se refleja en un documental no equivale al verdadero perfil de tamaño autor como lo fue este señor. Favio, crónica de un director es el gran relato jamás hecho hasta el momento, el que mejor capta la historia filmográfica de una figura demasiado avanzada para su época. Los relatos que reúne este excelente documento responden a bloques temáticos en la vida del director que se hilvanan con total naturalidad sin ceñirse a la cronología rigurosa de la vasta actividad de Favio. La naturalidad de los relatos que engloban a actores, sonidistas y fotógrafos -donde se destaca el guionista Zuhair Jury, hermano del también cantautor- invitan a descubrir la creatividad y desborde talentoso que con pocos recursos sentó en el cine nacional Leonardo Favio, algo hereditario también en su par sanguíneo, que también goza de vuelo propio. Anécdotas atrapantes y un collage dinámico que detallan los humildes orígenes, los momentos de gloria como la soledad que perseguía a este genio que supo ganarse a la crítica y luego a los académicos. De visionado obligatorio para estudiantes, periodistas, fanáticos y todos aquellos que quieran acercarse a una mirada didáctica del director desde el objetivo del debutante realizador argentino Venturini. Rosana López


Girl asleep, de Rosemary Myers / 5 puntos


girlLa típica película donde el mundo es un lugar indeseable para los jóvenes que se sienten diferentes, sólo que Myers coquetea con esa idea, la banaliza, juega a ser Wes Anderson y subraya todo el tiempo lo cool que es con raros angulares, caprichosos encuadres y diálogos de autómatas. Tiene algunos momentos visualmente logrados pero no alcanzan para disimular la arbitrariedad narrativa de la propuesta. La protagonista se llama Greta y no logra salir de su infancia porque en la concepción de Myers el universo de los adultos es un horizonte lejano de marionetas. Vive su burbuja con Elliot, un compañero del colegio que debe aguantarse las humillaciones de los demás. Los movimientos de los personajes son musicales y si hay un principio que rige el disparate del film es la recurrencia al imaginario de lo maravilloso: las fotos cobran vida, un bosque esconde secretos y otras artimañas más. El problema no es esto sino la manera afectada que destila la directora, capaz de poner la cámara en lugares insólitos que suenan más a un capricho antes que a otra cosa. El resultado es la acostumbrada película que aplauden los feligreses deslumbrados por el cotillón de los decorados y los colores chillones mezclados con alguna simpática escenita musical. Guillermo Colantonio


Hierba, de Raúl Perrone / 8 puntos


La película tiene un rasgo llamativo respecto de lo que venía haciendo Perrone y es la vuelta al color. En una decisión que confirma el amor por el trabajo artesanal, los planos adquieren el formato de las polaroids y los fondos son pinturas impresionistas sobre las cuales se moverán los personajes. La alusión a este estilo de fotografías no es casual, obedece más bien al mismo carácter de captación espontánea en busca de una historia que ese tipo de máquinas proponía. Dividida en dieciocho actos, la película se presenta como una sucesión de viñetas, de cuadros vivos, donde la yuxtaposición visual y sonora vuelve a ocupar un lugar central. La ausencia de diálogos es el horizonte de llegada que anunciaban los films anteriores y, por ende, la confianza en las imágenes y en los sonidos para narrar por sí solos. Los actores pueden estar vestidos como en el siglo diecinueve europeo pero jamás perdemos la referencia del mundo al que pertenecen en la realidad (observamos tatuajes, pearcings, arreglos dentales). Del mismo modo, los temas recurrentes, el deseo y la violencia, de desarrollan en dos planos que se imbrican. Uno es el natural. Los seres que habitan el espacio lo transitan azorados, con la actitud curiosa de quien habita un entorno edénico a descubrir. No es un efecto continuo ya que la presencia de dos entidades siniestras pondrá en jaque la contemplación. El otro es social. La violencia expresada en duelos masculinos y el deseo cuya resultante puede ser el abuso, permiten asociar las situaciones narradas a signos del presente en nuestro país y remiten a un problema que atraviesa todo el tejido social. Hacia el acto 12, el color azul se adueña del plano y los personajes se mueven coreográficamente bajo la música de Dj Negro Dub y Che Cumbe. Se trata de una de las tantas combinaciones felices entre ambos dominios (visual y sonoro), que parecen nacer del azar y adquieren una fuerza única. Guillermo Colantonio


Homeland (Iraq Year Zero), de Abbas Fahdel / 8 puntos


homelandEl documental de Fahdel es una película ambiciosa. No lo es por su excesiva duración ni por la puesta en escena, sino por la ética que como realizador sostiene el director. El compromiso por registrar el acontecimiento político (la invasión estadounidense) y ofrecer imágenes no contaminadas por el discurso mediático corporativo supone un desafío desde todo punto de vista. Siempre la mirada de Fahdel, con su cámara/ojo recorriendo cada intersticio familiar como público, acompaña y escucha, sobre todo eso, escucha. Toda la primera parte ofrece un trayecto monumental por la cultura iraquí en su diversidad y la sensación es siniestra (en nosotros como espectadores) dado que conocemos el final. En dicho recorrido, se establece una red de versiones encontradas sobre el líder, el país y el futuro, siempre alternadas con la exploración del espacio familiar. Luego de una elipsis, donde inteligentemente no se recurre nunca a la lógica televisiva de mostrar la invasión, el cineasta se internará por barrios, casas, y obtendrá testimonios encontrados sobre lo ocurrido, mostrando el caos de incertidumbre en el que han sumido al país. Hay un elemento en particular que dignifica la luminosidad de la película más allá del horror: la cantidad de primeros planos destinados a los niños. El efecto es ambivalente: no se puede dejar de lado la tristeza al ver la inocencia pervertida por las armas y las decisiones políticas en uno y otro bando; sin embargo, hay en esas sonrisas también esperanza y sabiduría, y fundamentalmente el derecho a que nos miren. En este sentido, el director realiza una jugada maestra: por una vez siquiera los otros no son objetos de nuestras manipulaciones y somos nosotros, a través del cine, observados. Guillermo Colantonio


Inmortal, de Homer Etminani / 7 puntos


inmortalLo llamativo del film es su organización. La misma es el resultado de un hecho imprevisto sobre el rodaje: el protagonista, Cosme Peñate, muere en un accidente. De modo tal que la película estará partida en dos. Comienza como una ficción y termina como un documental, sin ser necesariamente éstas, categorías excluyentes. Todo el tramo inicial utiliza un registro observacional de los personajes en sus respectivos ambientes. Cosme vive sobre la playa y entre otros menesteres, recoge cadáveres del mar que llegan desde la guerrilla. Nada escapa a su mirada y los primeros planos del rostro adusto lo confirman. Está ahí en cuclillas, recorre las orillas contaminadas de chatarras que nada tienen para ofrecer al paladar turístico porque allí reina la expectativa siniestra de hallar un cuerpo a cada momento. Si hay algo que escenifica Etminani es la naturalidad con que se habla de la muerte. Basta escuchar el diálogo que sostienen Cosme y Hellens, la joven que lo contacta para saber del paradero de un familiar caído en combate. Esto le da un peso simbólico a Inmortal que, a falta de intensidad, encuentra su fuerte en los silencios, las omisiones y las elipsis narrativas. En todo caso veremos retazos visuales que materializan momentos, tránsitos y signos sociales de lugares marginales, condenados al olvido. La incomodidad será potenciada, además, con una banda sonora de ruidos naturales y urbanos cuya saturación rodea la pantalla de manera omnipresente. Cuando se produce el quiebre (hay una escena elocuente), se da lugar a una serie de testimonios frente a cámara que ponen a la película en otro lugar y confirma la estrategia formal resultante de los imprevistos. Guillermo Colantonio


Jeruzalem, de Doron y Yoav Paz / 5 puntos


jeruzalemFilm debutante de los hermanos israelíes Paz -especializados en ficción de TV de su país- que viene a sumarse a la vasta cantidad de mockumentarys de los últimos quince años sin aportar nada nuevo al género de terror. Dos chicas yanquis deciden cambiar sobre la marcha el destino de su viaje, pasando de la religiosa Jerusalén al desenfreno nocturno de Tel Aviv. Claro que no contaban con enfrentarse a una de las puertas del Mal y, precisamente, al fin del mundo. Jeruzalem, con énfasis en la “z” -un guiño al cine zombie-, gana al suplantar la repetida cámara en mano por los anteojos Google que permiten estar conectado a las redes sociales, lo cual es aprovechado por la protagonista. Sin embargo, la pieza israelí peca de una narración perezosa y de extrema duración donde nos cansamos de acompañar al grupete principal que escapa a la catástrofe y monstruosidades presentes. De ahí que el film se torne una propuesta turística que olvida el concepto de terror y que cuando en su último trayecto agarra el eje, resulta descabellado y pobre. Sólo para entretenerse con los laberinticos pasajes que acobijó a Jesús y dio puntapié a la “tensa” convivencia de católicos, musulmanes y judíos. Rosana López


Je me tue à le dire, de Xavier Seron / 7 puntos


Las primeras imágenes, las primeras palabras, plantan una marca contra-autobiográfica: “Cuando mi madre me dio la vida, también me dio la muerte”. La frase, de neto corte existencial, que le encantaría al mismísimo Emil Cioran, confirma la pesadez del tema. Sin embargo, si el mundo parece ser un lugar horrible desde la perspectiva de Seron, más vale reírse. Eso sí, con una mueca, sin derrochar carcajadas innecesarias. Michel, el protagonista, tiene miedo de morir. Su madre está enferma y él no quiere terminar así. La cuestión es que su vida entra en un tobogán en bajada cuando descubre un bulto en el pecho, su novia lo abandona y el presente se le transforma en un hastío constante. Claro está, el argumento sería insoportable si el director no optara por el formato de una comedia negra “a la europea”. Filmada con una impecable fotografía en blanco y negro y dividida en actos, ofrece un armazón a base de viñetas donde el humor se genera a partir de algunos procedimientos bastante efectivos. Uno de ellos parte de la presencia misma del actor Jean-Jacques Rausin, cuya contextura física representa un prototipo grotesco. El rostro inexpresivo, la panza al aire y la masa de pelos que cubre su cuerpo, puestos en contextos absurdos, provocan un desajuste que propicia la risa sardónica. El letargo en el que está sumergido es acompañado con frecuentes usos del ralenti que, sumados a las particulares sincronizaciones musicales y visuales, generan un enrarecimiento que también es un límite para la empatía del espectador. Además, la alteración de la lógica con respecto al significado de ciertos signos pone situaciones patas para arriba. De este modo, asistiremos a un complejo de Edipo invertido, a una consulta médica determinante con un esqueleto detrás del paciente y a una secuencia final de antología donde la iconografía religiosa se gesta desde lo cotidiano. Allí comprendemos que los santos están en el mundo y son bien bizarros. Guillermo Colantonio


La academia de las musas, de José Luis Guerín / 8 puntos


Siempre que he visto películas de Guerín ha surgido la misma pregunta: ¿cómo demonios filma lo que filma? Después de unos cuantos años, me cruzo nuevamente con el cine del realizador catalán y otra vez la experiencia es enriquecedora, aunque difícil de abarcar y definir. Pero esta dificultad no implica que estemos ante una película “difícil”, “complicada” o “pesada”. No, Guerín sigue fiel a sí mismo y entrega otro relato de tono ligero, juguetón y divertido, y que en base a esa ligereza escapa a definiciones apresuradas o fáciles. En La academia de las musas se habla muchísimo sobre el amor, la poesía, las concepciones del romanticismo, el papel de la mujer en la inspiración, el arte y la docencia, y a pesar de las palabras importantes a las que recurren los personajes, de los diálogos rebuscados, nunca el film entra en un tono o dinámica pedante. Al contrario, hay una profunda humildad y coherencia en la manera en que Guerín observa a los protagonistas, en cómo les permite decidir sus destinos, aún cuando no queden precisamente bien parados. Esa libertad se traslada a una puesta en escena donde lo ficcional y lo documental se fusionan, poniéndose en crisis mutuamente, evidenciando el artificio cinematográfico, exponiéndolo, problematizándolo pero también abrazándolo. Guerín ya es un experto en esto, pero por suerte no se regodea en sus capacidades y sigue encontrando pequeños desvíos para renovarse. Rodrigo Seijas


La larga noche de Francisco Sanctis, de Andrea Testa y Francisco Márquez / 8 puntos


La vida de Francisco Sanctis no parece reposada a juzgar por las primeras imágenes de colores otoñales. El interior de su cocina alberga a personas inquietas, insatisfechas, desayunando a las apuradas. Es un cuadro muy lejano a la idea de familia armónica y feliz de tantos films concebidos en la dictadura. La plata no alcanza, hay un ascenso que se posterga y la vida de oficina se desarrolla entre chismes e indiferencia. Sin embargo, la monotonía se interrumpe a partir de un llamado que parece devolverle la existencia a Francisco: una vieja amiga quiere verlo. La expectativa (el deseo de reencontrarse con un amor de juventud) se trastoca en una responsabilidad enorme que pone en jaque su vida (obtiene un dato sobre una pareja que secuestrarán esa noche). Una vez que la espina se clava, la duda del protagonista será transferida a nosotros y seguiremos su eterno periplo por la noche, con secuencias muy bien dilatadas y un eficiente manejo narrativo destinado más a sostener una atmósfera que a la espectacularidad. Es que, más allá del contexto político y el valor que conlleva como carga, los directores apuestan por mantener en vilo al espectador, a tal punto que el trabajo con el sonido (nótese la amplificación de los pasos por las calles) y el registro de la noche conectan al film con el terror, sólo que el miedo nace de la incertidumbre, de lo que bordea el recorrido de Francisco (milicos que pasan cerca, gente que apenas abre sus puertas, el refugio de un cine fantasmal, barrios desolados). Hay en este sentido una transferencia del pavor y de la duda que funciona muy bien para escenificar una época de rumores, de comunicaciones clandestinas y destinos inciertos. En definitiva, un sólido ejercicio de género cuyo trasfondo hace más temible todo. Guillermo Colantonio


La muerte de J.P. Cuenca, de João Paulo Cuenca / 6 puntos


Hay películas que se tocan el ombligo por el grado de autorreferencialidad que exponen. Algunas salen bien paradas; otras no necesariamente. A esta segunda categoría queda relegada La muerte de J.P. Cuenca y da la impresión de que el estimulante punto de partida le queda grande. Hay un episodio acerca del robo de la identidad del director, al que se consideró muerto por un tiempo. Este valioso material para un documental se convierte en un ejercicio de exploración sobre la representación que, más allá de ciertos logros, deriva en un denso ejercicio despojado de gracia y enfrascado en la autoindulgencia. El problema de Cuenca es que le pesa el rol de escritor en pantalla y no puede disimular el erigirse como personaje, a tal punto que el misterioso y atractivo comienzo se transforma en un caos narrativo donde la intimidad y la primera persona ya se comieron todo el interés del documental. Creo que João César Monteiro lo hacía mejor. Estoy seguro. Guillermo Colantonio


Las lindas, de Melisa Liebenthal / 6 puntos


La película de Liebenthal asume la modalidad de un diario autorreflexivo. Para ello recurre al descentramiento, a un movimiento enunciativo cuya impersonal voz suple al cuerpo ausente. Lo que vemos son archivos personales, materiales que se inscriben dentro de un universo donde parece ya no haber cabida para los recuerdos mentales, en tanto y en cuanto se materializan en fotos, videos caseros y eventualmente en palabras. La directora examina el funcionamiento de la memoria y para ello funde su cuerpo con la cámara, lo corre de los lugares del centro discursivo y lo transforma en una prótesis del aparato que registra. Esta dialéctica entre subjetividad y tecnología es la apuesta más fuerte de Las lindas, apropiarse de los archivos privados para interrogarlos y al mismo tiempo convertir el procedimiento en el tema de la película: un cuerpo que se desdibuja y se afirma en imágenes del pasado, para volver a borrarse y así sucesivamente. “Las lindas” del grupo de jóvenes que integran el círculo hablan como son y la cámara no sólo es interlocutora sino la amiga que ha compartido gran parte de su vida con ellas. En esa aparente falta de planificación la espontaneidad reina y los diálogos se transforman en un confesionario de living, con silencios, olvidos, frases a medio terminar y cierta banalidad que jamás es disimulada. Si hay algo que tiene el filme es honestidad, pues nunca resigna ese lugar de enunciación donde se muestra sin tapujos un modo de pensar colectivo siempre al límite entre el disfrute y la irritación. Y cuando la extimidad se vuelve sospechosa como recurso y parece autocelebrarse, aflora la ironía en el análisis crítico de la propia vida y de la forma en que los demás miran a todos aquellos que no siguen un mandato social. Tal vez, lo que haga más ruido es la exposición escolarizada sobre determinados temas y la artesanal composición que, da la impresión, obedece más a un trabajo de tesis universitaria que a una película terminada. Guillermo Colantonio


Las letras, de Pedro Chavarría / 8 puntos


La película de Pablo Chavarría Gutiérrez pertenece a esa corriente de films mexicanos arraigada con cierta idea de trascendentalismo y eso se advierte en sus imágenes destinadas a indagar sobre las posibilidades del cine como motor expresivo, aún en medio del horror y a costa, en algunos casos, de la sordidez no exenta de misterio. Para ello, propone un viaje sensorial y una exploración sobre el movimiento. Hay un hecho detrás: en junio de 2000, cuatro policías aparecen asesinados y un profesor activista de la región mexicana es condenado a 60 años de prisión por ello. Luego de trece años, recibirá el indulto. La causa nunca fue clara. Ahora bien, no hay una intención de referir lo ocurrido como si fuera una investigación, sino un manejo de la cámara que a través de delicados movimientos recorrerá espacios con vocación poética y siguiendo un precepto en todo caso ligado a lo estético, con una búsqueda que quedará planteada desde el epígrafe que abre la película: “¿Qué es aquello que emana desde las entrañas, eso que late sin ser oído por no tener palabra?”. Y en esa propuesta, queda la invitación hacia un modelo de espectador capaz de introducirse con paciencia en las misteriosas imágenes que ofrece el realizador. Una película como Las letras es una apuesta a desterrar los límites entre el documental y la ficción. Su carácter alucinatorio se destaca por sobre la premisa del registro acerca de un hecho real y confirma la tendencia cada vez más visible de que el documental como género se distancia progresivamente de la ciencia como modelo discursivo para incursionar en el terreno de la poesía.


Las plantas, de Roberto Doveris / 6 puntos


plantasSe sabe. Hay una tendencia que incluye la sordidez como elemento de seducción y el argumento de esta película chilena hace honor a la pose: una joven de 17 años debe cuidar al hermano mayor que se encuentra en estado vegetativo. Sin embargo, lo que podría desembarcar en un pozo de golpes bajos deriva en un camino abierto a la exploración y al descubrimiento del cuerpo como de otra realidad alternativa frente al dolor. Todo se gesta en el hallazgo de un cómic llamado Las plantas que habla de una invasión de espíritus vegetales durante la luna llena. En el primer plano de la película Florencia dispara a cámara desde un local de video juegos. Corte abrupto. Del colorido y ruidoso mundo de los fichines pasamos a las penumbras de su habitación y a la rutina de las tareas domésticas. A continuación, la difícil tarea encomendada por su madre de cuidar durante un lapso de tiempo a su hermano. La historia no sigue carriles lacrimosos ni victimiza la situación, por el contrario, persigue un enrarecimiento a partir de la diferenciada percepción de la protagonista. La cámara transita su rostro, deposita la fe en su mirada y acompaña la interrogación sobre su cuerpo y el de los otros. El extrañamiento será progresivo, sobre todo porque el testigo principal de los rituales será el hermano, espectral paciente, especie de primer motor inmóvil aristotélico que, según un informe médico, puede escuchar y sentir. Este indicio le otorga un rasgo siniestro (en el sentido freudiano) a la atmósfera de la película, a medida que los personajes se confundan en sus conductas con las plantas a las que alude el título. Desprovista de una columna narrativa vertebral y centrada más en lo sensitivo, el film de Doveris, de factura técnica impecable, repite la frialdad emotiva de una cantidad importante de cintas que, a esta altura, forman el canon festivalero. Guillermo Colantonio


Le fils, de Joseph de Eugène Green / 7 puntos


La película de Green responde a un método desarrollado con elegancia. El distanciamiento emocional con respecto al espectador y el antipsicologismo de sus criaturas se sostienen sobre la base de un estatismo formal, logrado con encuadres y diálogos filmados con planos/contraplanos frontales en los que los personajes miran a cámara. El efecto es de enrarecimiento y puede invitar como expulsar espectadores. Sin embargo, lo que distingue a esta película es la particular inserción de la comedia como género a través de pinceladas que se mezclan con tal dispositivo. El resultado no deja de ser seductor. Dividida en cuatro capítulos, que continúan la referencia bíblica del título, la historia se centra en Vincent, un joven que creció con su madre y ahora decide descubrir la identidad del padre. Sus investigaciones lo conducen al maquiavélico y sinvergüenza Oscar (Amalric); su carácter lo pone en un contexto de diferencia con respecto a los amigos. Poco comunicativo, irritable, vuelca el desconocimiento de la figura paterna en un enorme cuadro de Caravaggio, El sacrificio de Issac, estampado en una de las paredes de la habitación como si fuera el de una banda de rock. Se trata de un signo más de disociación entre los espacios y los objetos que la puesta en escena se encarga de señalar desde el comienzo, cuyo efecto es el extrañamiento ante lo que vemos y entendemos como realidad. De este modo, una relación sexual podrá ser vista desde los resortes de una cama, los decorados de la casa estarán inundados de color azul y de un plano exterior cotidiano podremos pasar casi imperceptiblemente a otro de conmovedora belleza (el protagonista caminando entre los árboles por un camino sombrío). Así de libre se muestra Green con tenues desplazamientos de cámara que parecen tapar con su levedad los continuos desplazamientos de los personajes en tránsito por la ciudad (una herencia de la Nouvelle Vague). Y si el arte está presente en todos lados no es para construir un discurso necesariamente solemne o enciclopedista sino para instalar un registro paródico y entablar relaciones generacionales. Vincent escupe su bronca (“nadie me quiere y yo no quiero a nadie”), sin embargo, su identidad se verá alterada cuando conozca a Joseph (Fabrizio Rongione), su tío. Además de iniciar un periplo geográfico y vivencial, el vínculo entre ambos servirá para introducir algunas preguntas frecuentes en el director: ¿cómo compatibilizar el arte con la vida?, ¿cómo captar el pasado artístico bajo la lente del presente? Una agradable sorpresa. Guillermo Colantonio


Los pibes, de Jorge Leandro Colás / 8 puntos


La película de Colás (el director de la notable Parador Retiro) tiene la enorme virtud de hacer parecer simple lo complejo. Su método de observación, nunca intrusivo, transmite naturalidad, inteligencia y sensibilidad, además de buen cine. Con la mirada puesta en lo institucional (en este caso el funcionamiento de los captadores de talentos dentro del club Boca Juniors) hay una serie de decisiones que ponen por encima a este film de otros cuya pose y prefabricación están a la orden del día. La más importante se relaciona con la ética de la cámara. Si bien la cantidad de horas de material daba para múltiples organizaciones del relato, Colás elige una descripción de los pibes y de los caza talentos que nunca cae en el morbo televisivo de la lógica del reality. La competencia está, por supuesto; también existen ciertos mecanismos lógicos de exclusión cuando se eligen chicos y una desmedida ansiedad de los padres por salvarse económicamente. Lo más fácil y manipulable hubiera sido construir un punto de vista sensacionalista sobre eso, sin embargo, la película destaca noblemente la funcionalidad social que tiene el deporte para los sectores más carenciados y la escuela de vida que surge de las palabras de los ex jugadores. Colás muestra lo que los noticieros evaden. En un hermoso momento del film, conocemos un centro deportivo en una villa conducido por un joven cura. Los personajes van en busca de talentos pero nunca pierden de vista el vínculo humano. A diferencia de tanto documental donde se agrede a las personas con la excusa de una puesta en escena fronteriza con la ficción, acá se respeta a los pibes, se les da entidad, voz, de la misma manera que se los deja actuar (si quieren) o mirar a cámara. Por otro lado, están los mayores. Ellos también se lucen y hasta consiguen performances que nada le deben a las mejores comedias. En apenas setenta minutos, hay tiempo para todo gracias a la sutileza del montaje que permite seguir un hilo narrativo y a la vez disfrutar de un trabajo fotográfico excelente. Guillermo Colantonio


Maria do Mar, de Joao Rosas / 7 puntos


El film tiene en su envase de mediometraje (poco más de medias hora) un relato cálido y fresco, un coming of age por momentos derivativo y por otros remitiéndose exclusivamente al que sin lugar a dudas es el protagonista: el joven Nicolau. El muchacho de 14 años se encuentra en una cabaña a la que se ha retirado, finalizando tareas escolares junto a su hermano mayor que convive en ese espacio junto a otros jóvenes. Los juegos de seducción, las charlas de amores bendecidos y frustrados desfilan ante Nicolau, pero todo este universo aparece opacado por la muchacha de 23 años del título, Maria do Mar, un amiga del grupo cuya belleza no pasa desapercibida. Es esta dinámica que se encuentra edulcorada del juego entre lo prohibido y lo permitido, y un final con algún elemento fantástico, lo que hace que el relato supere lo anecdótico y hable del crecimiento y el despertar sexual con notable claridad. Cristian Ariel Mangini


Nuts!, de Penny Lane / 8 puntos


Estados Unidos, esa tierra de las oportunidades, lo parece en verdad para todo tipo de simuladores y estafadores que por un lado aprovechan la incansable fascinación por lo fantástico de sus ciudadanos, y por el otro su inagotable capacidad consumista. Ese marco, es ideal para que proliferen personajes como John Brinkley, un polémico médico que experimentó en el campo de la impotencia sexual a partir del trasplante de testículos de cabras, y que se hizo millonario y un hombre de influyente poder. Pero este es el origen de una historia notable y fabulosa (fue candidato a gobernador, fundó un imperio radiofónico, innovó en los métodos de venta), que parece surgida de la más febril de las imaginaciones. Para la directora Lane, este material es motivo suficiente para jugar también con el formato, incorporando en el documental recreaciones animadas de los sucesos anunciados por los “bustos parlantes” de historiadores y recopiladores. En este documental por momentos desopilante, hay algo de la construcción de imperios personales de un Charles Foster Kane en El ciudadano, pero también de la fascinación por la mentira y al simulación del Frank Abagnale de Atrápame si puedes. Lane imbrica así su films en múltiples tradiciones, fundamentalmente la del relato sobre personalidades imposibles, arrolladoras y sus trágicas caídas. Mex Faliero


O Espelho, de Rodrigo Lima / 7 puntos


Un viaje de hayahuasca es la excusa argumental para que prenda los motores experimentales este diletante film de Lima. Su propuesta es sensorial y también una invitación para seguir los efectos del protagonista, acompañado por una mujer que emerge del agua y se transforma en su guía. La materialidad que adquiere el sonido ya convierte a la película en una atracción. Sin embargo, la presencia de diversas superficies donde se reflejan las imágenes puede ser leída como un modo de trasladar nuestra cultura de multipantallas a un entorno natural: espejos, agua, cuadros, dibujos, vestidos, se suman a una galería de reflejos y proyecciones, en lo que constituye un aliciente ante la mirada. Hay momentos de epifanía en aquellos planos impresionistas musicalizados y otros donde el misterio se acerca a zonas vinculantes con el terror. Tal vez, el principal enemigo de la propuesta sea la arbitrariedad del tiempo pero eso no quita que, fuera de los límites convencionales de la narración, uno no se pueda entregar al carácter pictórico y sensitivo que ofrece Lima en pantalla. Guillermo Colantonio


Office, de Johnnie To / 7 puntos


officeDebo confesar que cuando me dieron los anteojos antes de ingresar a la sala casi huyo, pero le aposté unas cuantas fichas a la posibilidad de que estuvieran justificados. Hay que decir que To aprovecha inteligentemente el 3D y potencia el espacio donde se desarrolla la historia, una gigantesca oficina con forma de set cinematográfico donde las estructuras que dividen los ambientes se perciben en sus diferentes dimensiones de profundidad. La cámara del director es un ojo que explora coreográficamente el lugar de manera tal que nuestra percepción baile con los desplazamientos de los personajes. Y claro, la película retoma los musicales de la época dorada, sin embargo, el efecto que producen las canciones es extraño. Primero por el idioma; segundo, por la condición social de los personajes, empresarios voraces y ambiciosos, sumidos en esa burbuja virtual de enredos pasionales. La elegancia y el oficio del director están muy por encima de la cuestión ideológica que a muchos les resultará profunda (las consecuencias de la locura financiera y los manejos inescrupulosos del dinero) pero que no deja de ser una mirada juguetona más al servicio de la puesta en escena que otra cosa. Todo está en la superficie y la oficina es el reflejo de lo que la existencia misma se ha convertido: seres que deambulan en un espacio inmaterial sin registro del otro. Guillermo Colantonio


Primero, enero, de Darío Mascambroni / 7 puntos


Un auto. Un tango. Padre e hijo. Estos pocos elementos abren la película de Mascambroni. La cámara adentro del móvil es un pasajero más. El niño habla de mitos griegos. Es el punto de partida para actualizar el viaje de Odiseo salvo que han cambiado los lugares y los protagonistas de la gesta antigua para llevarnos a la travesía de Jorge, recientemente divorciado, quien visita por última vez la casa donde han vivido. Si el cine es un lugar de búsqueda, cada plano de este modesto film será una forma de mirar el trayecto que padre e hijo realizan, de explorar un vínculo sagrado. Si el registro empleado invita a ingresar por la vía de lo afectivo esto no implica el regodeo; todo lo contrario: la película está filmada y musicalizada con sensibilidad, pero sobre todo con justeza. Los obstáculos son la condición misma de existencia en todo viaje y aquí están puestos en los momentos apropiados. Son apenas perceptibles pero no por ello menos dramáticos pues involucran el aprendizaje del niño protagonista Valentino. Un pequeño acontecimiento marcará un quiebre y el fin de la inocencia. A partir de allí, las imágenes se oscurecerán. Lejos de la histeria urbana, hay una vindicación de la naturaleza en tanto objeto de escucha y de observación permanente mientras la cámara sigue el periplo de los personajes. Nunca los enfrenta, los acompaña. La modestia de Primero, enero es un valor en sí mismo. De allí su enorme virtud. Guillermo Colantonio


Right now, wrong then, de Hong Sang-soo / 7 puntos


Los argumentos vinculados con el mundo del cine y de la representación ocupan una vez más el interés del director coreano. Sus películas pueden concebirse como cuentos con personajes simples a los que les cuesta expresar amor y por eso son tan simpáticos y creíbles. En esta oportunidad elige contar una historia dos veces con leves variantes que incluyen, además, ángulos de cámara diferentes. La reiteración hace a la diferencia y es un precepto que surge como indagación. Un director de cine intentará mantener un romance con una joven. Este será el conflicto para desarrollar una puesta en escena sobria y luminosa, sin estallidos emocionales y con dosis perfectas de diálogos donde se advierte la maestría de Sang-soo para manejar la palabra en pantalla (un deudor del maestro Rohmer). En este sentido, son pocos los movimientos de los actores, más predispuestos a la conversación con prolongados silencios incluidos. Lo maravilloso es el juego que se establece a partir del lenguaje pero jamás descuidando los encuadres fundamentalmente, como si cada plano fuera la página de un relato. Guillermo Colantonio


SPL: killerzone, de Wilson Yip / 8 puntos


splSi destrozamos a la china The king of the streets, este producto hongkonés del prolífero Yip (Ip Man) reúne los condimentos necesarios para una excelente película. La mezcla no es otra que un relato de acción policial, de venganza a mano propia, con destacadas escenas de artes marciales y una importante cuota dramática que hace eje en la figura paterna de los duros y polémicos personajes, que no hacen otra cosa que mostrar su parte más sensible. Esta primera entrega, de buen ritmo con inicio impactante a la altura de un final inesperado, prosigue con los enfrentamientos interminables entre el departamento “corrupto” de policías de Hong Kong ayudado por un nuevo y combativo integrante contra el mafioso Po -quien asesina a la familia del detective Chan-. Y aquí comienza el espiral de máxima violencia, aunque el accionar de los uniformados no sea el correcto. “Duelo de dragones” -título en el mercado nacional- presenta una excelente mezcla de acción oriental con trama perfectamente sostenida, y es por ello de la existencia de una segunda entrega con distinto contexto y director que sin embargo no está a la altura de la presente. Rosana López


Sunset Song, de Terecen Davies / 7 puntos


Basado en la novela del escocés Lewis Grassic que narra las tragedias que atraviesa una joven granjera a comienzos del Siglo XX hasta la Primera Guerra Mundial, emerge el ambicioso film de época del celebrado Davies. Los paisajes de Escocia rural y las luces naturales muestran un cuadro de un retrato romántico y acogedor que sin embargo nos adentra en la seguidilla de desgracias que atraviesa nuestra protagonista, Chris Guthrie, desde un padre tiránico y patriarcal, algunos momentos de felicidad y hasta la misma chica como única heredera de la casona rural. Aunque con algunos abusos de tomas panorámicas, Davies presenta como buen pintor un clásico delicadamente perfumado. Sunset song le habría llevado algo así como 15 años y ello se ve reflejado en la calidad fotográfica que diferencia con buen pulso interiores y exteriores. Davies sabe jugar tanto con los estados de ánimo de sus personajes como del público cómplice, que se vuelve el sujeto observador. Logra adentrarnos en la intimidad de una familia, sus avatares y diferentes climas. Lo bueno de este film es que escapa a la monotonía por más que su ritmo sea tranquilo, los momentos difíciles y violentos logran hacer mella cuando uno se retira de la sala, pero permiten disfrutar de una pieza de sublime exquisitez. Rosana López


The King of the street, de Yue Song / 3 puntos


El cine marcial de yakuzas viene pegando fuerte, lástima que si sólo se ciñe a coreografías marciales al estilo Bruce Lee y Jackie Chan sin un argumento sólido y al menos emotivo, de nada sirve y eso sucede en este film chino. La vida social del ex convicto Feng es discriminada cuando quiere incorporarse laboralmente. En más de una ocasión es objeto de burlas y tomado como perejil, aunque Feng, quien tiene en su prontuario asesinatos pandilleros, no se desanima y muestra su costado más solidario salvando gente a su alrededor. Así conoce a la joven Yi, voluntaria de un orfanato a quien protegerá de los gángsters que desean eliminar el edificio para suplantarlo por un centro comercial. Pero la película posee una duración narrativa insoportable y tediosa, y la poca cuota dramática es tan superficial que nos quedamos apenas con las luchas entabladas por el protagonista. The king of the street no le llega a los talones a producciones más modernas del mundo asiático, como la arriesgada Dead or alive, de Takashi Miike, o la excelente Outrage, de Takeshi Kitano. Rosana López


Todo comenzó por el fin, de Luis Ospina / 8 puntos


todoEl cine es un antídoto frente a la muerte. No sólo porque las imágenes reviven espectros sino porque es un arte que se propone como resistencia frente al olvido. Ospina es un extraordinario director colombiano que supo aferrarse a lo mejor de la vanguardia latinoamericana y combatir una cierta tendencia del cine político focalizado en exportar imágenes exóticas para las buenas conciencias europeas. Le han detectado un tumor y su objetivo, pasional, es concluir una película donde recorre todos los años vividos intensamente con una generación de artistas. Su autoría acompaña a dos personajes descomunales: Andrés Caicedo y Carlos Mayolo. La película está dividida en capítulos encabezados por epígrafes. No sigue un itinerario estrictamente ordenado ni una evocación lastimosa. Por el contrario, Ospina le inyecta vitalidad a su precaria salud para terminar el proyecto. Utiliza archivos del pasado que dan cuenta de la evolución de esta notable casta de artista con el espíritu de comuna, libre, utópica y rebelde, a pesar de estar ajenos (o de interpretarlos a su manera) a los problemas políticos de un país que se debatía entre la vida y la muerte con la guerrilla y el narcotráfico. Una de las canciones expresa sardónicamente el gesto: “Nosotros de rumba y el mundo se derrumba”. Al mismo tiempo, otras imágenes en blanco y negro obedecen a un registro de lo cotidiano en el presente, donde Ospina se reúne en un almuerzo con varios de los compañeros aludidos. A través de empalmes sincronizados entre planos logra establecer un puente entre dos dimensiones temporales, es decir, un mismo movimiento tan simple como abrir una puerta queda inmortalizado en esa continuidad. Film donde todo está vinculado con el cine, con cómo la pasión no es un chiste. Sin un centro enunciativo que se imponga, la idea de Ospina pasa por poner en escena la vitalidad creativa de una generación (llamada “Caliwood”) y hacer carne el manifiesto de Jonas Mekas: “La auténtica historia del cine es historia invisible: historia de amigos que se unen y hacen aquello que aman”. Guillermo Colantonio


Vapor, de Mariano Goldgrob / 7 puntos


Primer film de ficción para Goldgrob, donde narra la historia del reencuentro fortuito entre dos ex amantes, luego de años de no verse ni saber nada uno del otro. La película se presenta como una cámara intrusa que sigue el andar nocturno de estos dos amantes por la ciudad de Buenos Aires: las calles, el subte, la cantina de barrio, una fiesta under, construyen una puesta en escena repleta de lugares comunes, identificables para el espectador porteño. En el andar constante de ambos personajes, este periplo nostálgico del reencuentro (sumado al alcohol y al calor de una sequía que azota la ciudad) va desarrollando una tensión amorosa particular, de aquellos que quieren estar juntos, pero no se animan. Los diálogos son por momentos profundos (hablan de deseos pasados y futuros, experiencias) y por momento banales, denotando cómo el encuentro íntimo se va postergando, lo que crea la intriga del film. Parafraseando a Cerati, el director nos propone un paseo inmoral, que recorre no sólo la ciudad, sino también los deseos, las frustraciones, las indecisiones, las contradicciones y las valentías de aquellos protagonistas anónimos que recorren esas mismas calles todos los días. Rocío Belén Rivera


When Marnie was there, de Hiromasa Yonebayashi / 7 puntos


whenSuele ocurrir en los estudios de animación que algunos nombres que son su piedra fundacional opacan a otros que son pujantes, al menos en la consideración de la crítica. Esto sucede con Hiromasa Yonebayashi y Goro Miyazaki -nada más y nada menos que el hijo de Hayao-, figuras que también forman parte del estudio Ghibli. Si bien Yonebayashi tiene una larga trayectoria como animador y una ópera prima (Arriety y el mundo de los diminutos, 2010), su nombre fue reconocido por When Marnie was there, que además de obtener numerosos premios fue nominada al Oscar. El film tiene la sensibilidad de Ghibli impresa en cada secuencia, distendiendo la cotidianeidad para dar un subtexto más rico de los personajes, algo que lo acerca más al estilo de Hayao Miyazaki que al de Isao Takahata. La fuerza del personaje de Anna termina acaparando la narración, aunque a veces se pierda el punto de vista. En particular, el film encuentra sus momentos más flojos hacia el desenlace, donde la intriga da lugar a dos secuencias de flashbacks que explican varios de los misterios que rodean a la protagonista de una forma atropellada. Esto no quita la atención al detalle puesto en el vínculo entre Anna y Marnie, ni la fuerza narrativa con que se toca la soledad, el aislamiento y la necesidad de aceptación con genuina ternura. Cristian Ariel Mangini

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