Por Mex Faliero
Lo primero que podemos destacar del capítulo de esta semana de Better call Saul, el octavo Fifi, es el notable plano secuencia con el que la directora Larysa Kondracki abrió las acciones: el seguimiento de un camión de helados mientras forma parte de un control fronterizo en busca de alguna sustancia ilegal. El movimiento de cámara no sólo fue virtuoso y florido, sino además lúcido narrativamente para exhibir de qué manera un procedimiento administrativo tiene sus diversas etapas burocráticas, y también de qué manera se lo puede eludir. Y este plano secuencia nos hace recordar, además, que más allá de sus pintorescos personajes y su mirada sobre la moral de los personajes, la serie creada por Vince Gilligan es también un prodigio visual y narrativo, con una fotografía estupenda y una selección de planos y encuadres muy refinada.
Fifi fue, sin determinar nada aún dentro de la trama de esta temporada, un capítulo muy intenso. Tanto, que se fue como un respiro. Avanzando sobre los tres frentes habituales -Jimmy, Kim y Mike-, el capítulo también abrió el juego para que haga su reaparición Chuck, el antipático hermano, que tuvo una vez más una de esas acciones repudiables, demostrando que mucho de su mecanismo se pone en funcionamiento reaccionando ante lo que su hermano menor, Jimmy, propone. Lo de retener a Mesa Verde, que se iban a ir con Kim, fue una jugada que demostró no sólo su virtud como abogado, sino que en su interior subyacen algunas artimañas que podrían bien corresponderle a Jimmy. Capricho, además, que lo ha dejado bastante maltrecho en cuestión de salud.
Pero Fifi fue un capítulo de acciones sobre las que vimos cómo se van planificando pero todavía desconocemos sus consecuencias. Primero, Mike que sigue espiando a los Salamanca, y que ahora está preparando una manguera con clavos con vaya uno a saber qué objetivo. No obstante, verlo hacer esa tarea junto a su nieta, fue de una perversa ternura. Segundo, Jimmy falsificando datos en el papeleo de Mesa Verde que HHM (el gran momento humorístico fue la visita a una institución militar con un héroe de guerra un poco apócrifo, esas cosas por las que queremos tanto a Jimmy), una maniobra decididamente espuria pero que nuestra simpatía por el menor de los McGill y el desprecio que nos genera Chuck y toda la gente de HHM, nos permite tolerar; muestra evidente de cómo Gilligan trabaja también nuestras emociones llevándonos a lugares insospechados moral y éticamente.
Fue un capítulo que tuvo un diseño preciso, casi como el de una bomba. Bomba que, dicho sea de paso, intuimos que explotará en el próximo Nailed o en el definitivo, por este año, Klick.
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