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BAFICI 2016: balance de la Competencia Argentina de Cortos

Por Rodrigo Seijas

(@fancinemamdq)

error 404La Competencia Argentina de Cortos de la edición 2016 del BAFICI fue en extremo despareja y las diferencias marcadas por los cortometrajes premiados fueron muy grandes. Esas distancias se cimentaron en algo elemental, que fue la capacidad de tener un núcleo narrativo relativamente sólido: lo mejor apareció cuando había algo que contar y por ende un universo palpable.

Si bien todos los cortos son correctos en sus aspectos formales, la mayoría a lo sumo se quedan en la mera insinuación de relatos que no terminan de arrancar o incapaces de desarrollar un punto de vista potente sobre los géneros y terrenos de la realidad que abordan. De ahí que el panorama general terminó siendo a lo sumo discreto, lo cual no significa que no hubiera unos cuantos hallazgos, que en todos los casos -casi por lógica- recibieron galardones. Vale la pena por eso destacarlos.

Berlín, de Luciano Salerno, que se llevó una de las menciones especiales, es apenas una conversación entre dos amigos, una mujer y un hombre, girando alrededor del hecho de que ella se está por ir del país, mientras esperan para llevarse un pedido en una parrilla. Tan simple como eso. Pero el mérito no está en la fluidez del diálogo, ni siquiera en la carga dramática que implica que posiblemente sea la última conversación que vayan a tener. La lucidez del realizador hace acto de presencia en apenas un gesto del hombre, donde se intuye que siente mucho más por la mujer que tiene al lado de lo que está dispuesto a admitir. Parece simple, pero no lo es, se requiere capacidad y equilibrio para transmitir todas las tensiones entre dos personajes en apenas un par de segundos.

Un ejercicio para no olvidar, de Gabriel Bosisio, se llevó la otra mención especial aunque quizás debería haberse llevado el premio principal. Es una gran película, donde se vislumbra a un realizador con una increíble voluntad para narrar. Es una historia de amor con ecos de films como (500) días con ella, que desde el inicio avanza con enorme fuerza, a través de un montaje estupendo y una reflexión tan melancólica como inteligente sobre la mirada masculina, las relaciones románticas -y a partir de ahí, el género romántico- y la memoria como forma de olvido.

El tercer premio, Error 404, de Mariana Wainstein, cuenta con una buena idea -un desperfecto técnico que pone a una oficina al borde del caos- y un elenco realmente muy bueno -Julieta Zylberberg, Mario Alarcón, Iair Said, Esteban Lamothe, María Fernanda Callejón-. Y encima es indudable que la realizadora tiene talento, por la manera en que configura el espacio laboral a través de precisos encuadres y hasta cómo le da entidad a un personaje sólo a través de su voz. Pero también queda la sensación de que la premisa no termina de ser explotada a fondo y que podría haber dado para más.

El segundo premio, El mes del amigo, de Florencia Percia, también tiene un pequeño punto de partida -una mujer recién separada que se muda y aprovecha las ventajas de tomar la identidad de la antigua inquilina-, al que explota lo justo y necesario, trabajando la comedia desde el diseño de situaciones, los distintos encuadres y las acciones del personaje principal.

Finalmente, el primer premio, Los días felices, de Agostina Guala, es un acertado ejercicio de puesta en escena, de cómo ir transformando lo que empieza como un tranquilo día familiar en unos minutos bastante terribles donde todo parece conducir a la tragedia. La realizadora hace palpable el miedo máximo de cualquier padre o madre, que es la pérdida de un hijo, y lo hace con inteligencia y sutileza, sin caer en remarcaciones innecesarias.

Los cinco cortos triunfadores -tres de ellos dirigidos por mujeres- constituyen en todos los casos buenas noticias, pero eso no quita que el nivel general no termina de ser realmente óptimo. La Competencia merecía ser mejor.

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