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Funcinema

24 líneas por segundo: el mediático y su licuadora

Por Mex Faliero

(@mexfaliero)

seis para triunfarMe gustan los programas de preguntas y respuestas, los concursos televisivos donde con más o menos habilidad uno se puede ganar desde una licuadora hasta cien lucas. Adoraba ver en los 80’s a Héctor Larrea en Seis para triunfar o a Berugo Carámbula conduciendo Atrévase a soñar: por un lado la fascinación de lo lúdico donde uno, desde la casa, también pone a prueba su propia pericia o -exageremos- inteligencia, pero fundamentalmente me divierte pensar en ese ignoto ser humano que de repente adquiere un poco de fama en esa hora televisiva demostrando conocimientos de cultura general o destreza física. Los García volviendo al barrio con el premio bajo el brazo, unos don nadies que por un rato son los Einstein del subdesarrollo. Ver a esos desconocidos ganar, es de alguna forma verse a uno mismo. Hace posible el sueño de nosotros, seres ínfimos. Es un triunfo, si se me permite el romanticismo, hermoso. Pero algo ha pasado -bueno, han pasado tres décadas- y las cosas cambiaron, y ahora los García ya no aparecen en la tele y nos quedamos mirando programas de preguntas y respuestas en los que Yanina Latorre, Aníbal Pachano, las hermanas Pombo o cualquier celebridad de cuarta por el estilo se gana un auto o cien lucas o la licuadora. Nosotros, el público, ya no ansía ser el que gana el premio. El sueño, ahora, es módico… o berreta: la incidencia de personajes de dudoso interés en nuestra vida es tal, que reemplazamos la ilusión de ganar algo importante en la tele por ver a esos “famosos” ganándolo. Su alegría (material, pecuniaria) es la nuestra, la compartimos con una energía digna de mejores causas y los “hashtagteamos” en las redes sociales con la ilusión de que nos “megusteen” o nos “favoriteen”. Ya no ansiamos ser famosos a través de la virtud de nuestro propio conocimiento, sólo justificamos nuestra mínima existencia a través de la vivencia de ese otro, si célebre mucho mejor aunque ya ni importa si se hizo famoso con talento o en el último escandalete del verano. Buscarle una explicación a esta decadencia parece una tarea infructuosa, aunque se podrá hablar de cómo los programas de chimentos o sobre “el ambiente artístico” avanzaron en la televisión, la gráfica y la radio de los 90’s hasta el presente, y no se estaría errando el enfoque: lo llamativo es la fuerza del vínculo que terminan forjando con los espectadores. También es cierto que si los medios ofrecen eso, es porque hay un público que lo consume. Para el espectador la forma de acceder a los medios, ahora, es a través los reality shows: y nadie es humano ahí dentro, sino apenas una caricatura que emula a los grandes “mediáticos” de la tele: cuanto más quilombero, mejor, se ve que es interesante porque uno, que desconoce esos tópicos, se queda sin tema en la verdulería del barrio. En todo caso son preguntas sin respuestas, o con respuestas tan antipáticas que mejor abandonar aquí. Silencio, que la hija de la vedete que salía con el jugador de fútbol que estaba casado con la cantante que tuvo cinco abortos en una tarde está a punto de responder cuál es la capital de Zambia para llevarse un cero kilómetro. Voy a ver si puso algo en el Instagram.

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