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24 líneas por segundo: Suar no es Sandler

Por Mex Faliero

(@mexfaliero)

adrian suarAlgo particular viene sucediendo con las películas en las que actúa Adrián Suar, desde Un novio para mi mujer al presente: la crítica, otrora virulenta contra films del actor y productor como Cohen vs Rosi o Apariencias, comenzó a generar un consenso sobre su figura, aceptando con mayor agrado su universo cinematográfico. Y eso, sin que se observe realmente una mejora en la mirada que Suar ofrece sobre el mundo desde sus películas: lo realmente notorio, si se quiere, es que comenzó a confiar en directores más sólidos formalmente, como Juan Taratuto o Diego Kaplan, capaces de encuadrar y narrar mejor las peripecias del personaje Suar de turno. Pero a todo esto, se suma algo mayor, y es la persistencia de varios por ver en Suar una copia argentina de Adam Sandler. Disculpen el exabrupto, pero si en serio están diciendo esto, es que no entendieron nada. Alejemos dos variantes: una, que Suar y Sandler puedan atraer un público parecido. Dos: que ambos representen, película a película y con leves modificaciones, una criatura con características similares. Pero esta segunda variante tiene, incluso, sus diferencias: Sandler construye un personaje, entre tierno e irascible, pero es un personaje, claramente Sandler no es así en la vida real. Por su lado, el Suar del cine se parece mucho, demasiado, al Suar de las entrevistas. Es decir, no hay construcción ficcional: lo que sucede -y de ahí el motivo de su éxito comercial- es una empatía entre público y actor por cuestiones que exceden lo artístico: mucha gente me lo ha defendido desde el “a mí me cae simpático” (y esto seguramente tiene que ver con la influencia en nuestra cultura popular de los programas de chimentos y la forma en que nos relacionamos con el ambiente artístico). Dicho esto, no hay muchos motivos reales por los cuales podamos comparar a Suar y Sandler. Y quiero aclarar, también, que puede que Sandler ni siquiera les parezca interesante (como a mí sí me parece), pero esto excede una cuestión de gustos y es bien práctico. Pensemos en la construcción visual del gag en las películas de Sandler, especialmente en las de los 90’s y comienzos de los 00’s y comparémosla con la recurrencia al humor verbal y gesticulador de Suar. Las películas de Sandler son casi fantásticas, y dueñas de una comicidad sólo apta para velocistas. Pero hay más: Sandler ha representado habitualmente personajes vinculados a las clases trabajadoras. Y cuando no (la horrible Click), son tipos de buena posición que sufren eso mismo y descubren por fuera de lo material que hay un mundo de sentimientos mucho más interesante. En Suar, la vida es la de Puerto Madero, la de las clases medias y medias-altas. Y finalmente: en Sandler, la construcción del chiste es colectiva, con una distribución del humor que no distingue entre protagonistas y personajes de reparto. Suar, vinculado con la cultura humorística nacional, está más cerca del capo-cómico, el que se lleva los mejores momentos bajo el brazo. La comparación entre ambos no es más que un hecho superficial y, también, una necesidad algo inútil de encontrar lazos comunicantes con la comedia norteamericana. El humor Suar es más argentino que el asado con cuero. Para bien y para mal.

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