Por Federico Bruno // foto
El escritor marplatense y realizador audiovisual Esteban Prado presenta de local, durante la 30ª edición del Festival Internacional de Cine, el film Parabellum, donde ofició de guionista, al mismo tiempo que trabó amistad con el director Lukas Rinner. Retrospectiva a películas de fin del mundo, estigmatización de la pobreza y los vestigios de la crisis mundial de 2008 con su nexo en el mercado inmobiliario.
“La ciudad parece estática, aunque la radio informe sobre saqueos. La vida de Hernán no se distingue mucho del estatismo urbano que lo rodea: él sigue yendo a la oficina a cumplir con su trabajo con rutinaria resignación. Pero el cambio de escenario es drástico, porque Hernán decide internarse, en algún lugar perdido del Delta del Tigre, junto a un grupo de desconocidos, para tener un adiestramiento marcial en técnicas tanto de defensa personal como en supervivencia. ¿Se aproxima una suerte de desastre mundial o apocalipsis?”.
-¿Cómo termina un marplatense trabajando en el guión de una película austríaca?
La verdad es que todo esto responde a una productora: Inés Varela. Ella me presentó a Lukas Rinner, yo vivía en Buenos Aires y él buscaba alguien que pudiera escribir las ideas que corrían a una velocidad distinta, en su cabeza, de la que podía registrar en papel y en español. Estaba muy seguro de lo que quería y fue cuestión de sentarnos a desarrollarlo. Trabajamos un buen tiempo juntos, de 2009 al 2012, y en cuanto tuvimos una versión completa, él empezó a trabajar con el equipo con el que filmaría la película. El guión que nosotros terminamos lo reescribió con la editora y coguionista, Ana Godoy.
-¿Por qué es importante ir a ver Parabellum?
Importante ver Parabellum para hacerse preguntas, para revisar los relatos del fin del mundo, para entender al fin que en el fin no tiene sentido prepararse para la guerra. Para disfrutar del trabajo de Roman Kasseroller, el director de fotografía. También es muy importante auscultar Parabellum, escucharla, nadie dice nada pero el sonido te deja de cama.
-El director ha declarado que se fija en aspectos de la sociedad argentina por ejemplo “los pobres y la invasión de hogares”, ¿en qué universos del cine encontrás hoy la metáfora de la casa tomada?
Para Lukas trabajar y vivir en Argentina es una aventura, como fue una aventura para mí verlos argentinizarse. Cuando empezamos a escribir se habían puesto de moda Los edukadores e Into the wild y quisimos responder. Para mí esos son los pobres, directores que inventan jóvenes estúpidos, que piensan que lo salvaje es Alaska o que torturan a un “burgués” para que les confiese que sí, que se aburguesó. Como me decía un tío: “¿vos querés ir a Vietnam? Date una vuelta por acá, caminá la ciudad”. En Europa, pareciera que los “artistas” toman casas, esa es la mirada de Dos Santos en Unmade beds, un argentino que hace el camino inverso de Rinner. En Parabellum, hay un plano de la Villa 31. Y después están las casas abandonadas en el Tigre. Hay un juego que es terrible: ver villas superpobladas y ver burbujas inmobiliarias y ver casas cerradas, con puertas y ventanas tapeadas por sus dueños para que no sean “okupadas”. Del lado de adentro, nada.
-A la hora de hacer este guión, ¿volviste a ver películas apocalípticas o te pusiste al día con algunas?
Cuando nos pusimos a escribir este guión vimos algunas películas con Lukas, me recomendó unas cuantas que le interesaba que pensáramos y juntos fuimos a ver una al BAFICI, un documental sobre una mujer que, frente al control estricto de la natalidad, ella elegía tener su segundo hijo por fuera de la ley y su ex esposo decidía filmar un documental sobre el proceso. Para ella el apocalipsis era no poder tener su segundo hijo. La puesta al día en nuestro caso fue charlar y charlar, después alucinamos con Manual de supervivencia para los días del gran desastre y con eso tuvimos suficiente.
-¿Qué otras películas ves familiarizadas con esta?
La verdad es que yo veo una película de Reygadas filmada por Haneke titulada Melancholia. También, por el viaje al Tigre y por un plano específico, el de la barca con los pasajeros con los ojos vendados, me hace acordar a Piroyansky y compañía yendo de joda al delta en Vóley. Son dos películas espejadas: una está del lado de arriba del río, la otra de abajo.
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