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Las aventuras del perro rojo

red dog posterTítulo original: Red Dog
Origen: Australia / EE.UU.
Dirección: Kriv Stenders
Guión: Daniel Taplitz, basado en el libro de Louis de Bernières
Intérpretes: Josh Lucas, Rachael Taylor, Rohan Nichol, Luke Ford, Arthur Angel, John Batchelor, Koko, Keisha Castle-Hughes, Noah Taylor, Loene Carmen, Paul Blackwell, Jacquy Phillips, Yure Covich
Fotografía: Geoffrey Hall
Montaje: Jill Bilcock
Música: Cezary Skubiszewski
Duración: 92 minutos
Año: 2011
Compañía editora: TVE / SBP


8 puntos


Historia de un viajero

Por Mex Faliero

(@mexfaliero)

red dog1Con los estrenos recientes de Mad Max: furia en el camino y Camino a Estambul, digamos que la estética polvorienta y salvaje del cine australiano (más presente en la de Miller que en la de Crowe, es justo decir) permanece intacta en la retina y se agiganta. Y si le sumamos el visionado de Las aventuras del perro rojo, podemos aumentar este enamoramiento hacia una cinematografía que aún abordando historias trilladas y géneros transitados, logra tener una personalidad indisimulable, una narración totalmente imprevisible y un corazón enorme. Este film de Kriv Stenders podría haber sido la típica película con perrito fotogénico, pero a partir de su mirada original y profunda se convierte en una historia de rasgos míticos memorables.

La historia es real y tiene como eje a un perro que allá por los 70’s se convirtió en un ícono australiano: el perro iba viajando de destino en destino, encontrando diversos dueños y relacionándose fuertemente con las comunidades donde se asentaba. Tanto, que tras su muerte en 1979 decidieron erigirle un monumento en su memoria. Stenders toma como base un libro que recoge aquella historia, pero lo convierte en cine, preocupándose menos por la veracidad que por construir un relato que recurre tanto a lo fantástico, como a la locura del cómic para bordar sus momentos de humor, y que resulta inteligentísimo al asimilar lo que hay por detrás de una historia bastante básica y emotiva.

El film se centra en una comunidad de mineros, un pueblo polvoriento de tonalidad entre amarilla y rojiza, que es un nido de desahuciados. Y la travesía de Red Dog es lo que une a esos individuos entre grotescos y honorables, una historia que de alguna forma toca el interior de cada personaje y que se convierte (a partir de varios micro-relatos) en un relato mayor sobre el destino, la supervivencia y el espíritu de aventura. Uno puede confundir a Las aventuras del perro rojo como una de esas películas que buscan la lágrima fácil (sobre todo si son unos perreros como yo), pero detrás de esa emotividad que fluye notablemente en su última media hora hay una acumulación de ideas bien desarrolladas y un notable trabajo sobre la mirada de cada personaje, además de decisiones formales que imponen otras texturas discursivas al típico relato familiar-infantil: si nos emocionamos al final no es tanto por lo trágico que sucede, sino porque nos involucra en lo que le sucede a los personajes.

En el film hay un viaje que lleva adelante Red Dog que es casi un cuentito dentro del cuento; personajes honestos y queribles, dueños de decisiones que los ennoblecen; y fundamentalmente un trabajo sobre la iconografía canina que es increíble: la mirada del perro adquiere connotaciones míticas, especialmente en los últimos minutos donde un plano sobre sus ojos en contraplano con un tren que se va, aumenta el carácter de leyenda que la película transmite a puro concepto.

Pero tal vez el mayor hallazgo de Las aventuras del perro rojo es cómo elige su tono, que funciona tanto en públicos adultos como en niños, un film infantil y familiar que deja de lado todo lo pueril que hay en ambas categorías cinematográficas tan maltratadas.

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