Por Rodrigo Seijas
Capítulo desparejo, irregular, incluso discreto de Game of thrones, aunque haya tenido su cuota de frases memorables y un par de momentos sobre el final sumamente movilizadores, aunque en un sentido hacia adelante, por lo que prometen a futuro.
En cierto modo, The gift no dejó de ser un episodio de transición y principalmente información, que cayó en unas cuantas previsibilidades. Por ejemplo, con los pocos momentos dedicados a contarnos que Jaime Lannister y Bronn están, efectivamente, prisioneros (el primero más cómodo que el segundo), y que todo parece ser en balde, porque Myrcella no quiere saber nada con volver. Para colmo, aunque la escena que Bronn comparte con las Serpientes de Arena no deja de ser simpática, también lo muestra como alguien un poco gil, y todos sabemos que Bronn podrá ser mujeriego, cínico, demasiado aventurero y en muchos casos definitivamente choto, pero gil no es. Igual, muy probablemente, cuando encuentre su muerte, sea a causa de una mujer.
También fue predecible lo que iba a suceder con Sam en el Castillo Negro: el pobre gordo está, tal como le dice con malicia Aliser Thorne, cada vez más solo y con cada vez menos aliados. Era de esperarse que otros compañeros quisiera desquitarse con él, que apareciera el elemento sorpresa –en forma del lobo gigante llamado Fantasma- para salvarlo a él y Gilly a último momento y que bueno, finalmente haya tenido su recompensa, concretando carnalmente con Gilly de una vez por todas. Lo mismo se puede decir de los padecimientos del ejército de Stannis Baratheon, quien cree que lo único que puede hacer es seguir hacia adelante, rumbo a Invernalia, mientras Melisandre ya comienza a influencias para Baratheon para convencerlo de sacrificar a su propia hija para asegurar de esta manera la futura victoria.
Y aunque no dejó de ser terrible, lo sucedido con Sansa también era fácil de prever. Theon/Hediondo ya demostró previamente que su lealtad sólo está con Ramsay, lo cual explica perfectamente que haya delatado el plan de Sansa para pedir ayuda a sus aliados y que la anciana que funcionaba como enlace haya terminado despellejada, sumando otro padecimiento –uno más- en una larga lista para Sansa. En este episodio se percibe un retroceso en la personalidad de la joven, quien vuelve a ser una típica víctima de las circunstancias. Uno intuye, a través de un diálogo con Ramsay donde le recuerda su condición de bastardo, que esa entereza recientemente adquirida está todavía ahí, pero por ahora sólo se encuentra esperando una ayuda que quizás llegue, o quizás no.
Para el final llegó lo más interesante, lo que realmente hizo progresar la narración. En primer lugar, Jorah consiguiendo, luego de sopapear a unos cuantos enemigos en la arena de los gladiadores, reencontrarse con Daenerys, ofreciéndole ese precioso regalo que puede llegar a ser Tyrion. Se trata, indudablemente, de la confluencia de tres personajes de gran riqueza, que a la vez implica el esperado cruce de tramas y territorios que hasta ahora se relacionaban indirectamente, lo cual sienta bases a futuro tan interesantes como imprevisibles.
En segundo lugar, algo que en cierta forma no es sorpresivo pero también establece elementos que pueden estallar hacia vías difíciles de predecir: nos referimos al Gorrión Supremo mandando encarcelar a Cersei, quien cuando le dio vía libre para ir por los Tyrell no imaginó que luego les llegaría el turno a los Lannister. Lo cual era lógico, teniendo en cuenta que, coherente como es, el Gorrión Supremo y sus acólitos ven pecados por todos y no les preocupa mucho la distinción de clases. A eso se llama igualdad a fondo, sin vueltas. No deja de ser llamativo como los Lannister encuentran siempre la manera de complicarse la vida en base a ambiciones o rencores sin sentido. Ahora habrá que ver qué hará el hijo de Cersei, o sea el rey, sin su principal sostén. Evidentemente, después de este episodio que sólo cobra pleno sentido hacia su desenlace, los tres que quedan en esta temporada prometen, y mucho.