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Funcinema

BAFICI 2015: mini críticas de Fancinema

Nuestros especialistas realizan un recorrido crítico por la amplia programación del BAFICI, un clásico de cada festival con las mini-críticas de Fancinema. (48 películas reseñadas)


SE AGREGAN


Arribeños, de Marcos Rodriguez / 7 puntos


arribeñosHoy en día decir Barrio Chino en la República Argentina nos transporta a esas cuadras del barrio porteño de Belgrano. El documental cuenta los orígenes, los primeros locales, supermercados, escuelas y la iglesia que con la camada de inmigrantes que llegaron a principios de los 80 hicieron crecer de a poco el lugar. Se tocan otros temas como la discriminación que tienen los chinos hacia los taiwaneses, lo difícil de adaptarse al país (el idioma fue una de las complicaciones para los más viejos), lo cerrados que eran como colectividad, los primeros festejos del Año Nuevo Chino en el barrio, el intento por mantener su lengua con las nuevas generaciones, que de a poco la van perdiendo. Todo esto es contado por la voz en off de los protagonistas sobre imágenes de negocios, asociaciones, eventos que la comunidad tiene en la zona. Hay momento divertidos como cuando cuentan que los nombres al español que recibieron no fueron por decisión propia o por readaptación de su nombre original a nuestro idioma, sino por decisiones arbitrarias tomadas por gente que se relacionaba con ellos (el mozo de un café al que concurrían al no saber pronunciar sus nombres les dijo “vos vas a ser Pablito y vos Carlitos”). La forma en sí no trae nada nuevo al formato documental, son las historias y lo que sienten los entrevistados lo que le da vuelo a el film. Gabriel Piquet


From Scotland with love, de Virginia Heath / 8 puntos


Este film que homenajea el pasado reciente de Escocia a lo largo del Siglo XX, enmarcado por una brillante banda sonora del cantante de folk escocés King Creosote (Kenny Anderson), tiene en el montaje de archivo y música momentos intensos y emotivos (incluso si, obviamente, no son escoceses) y otros donde ese montaje resulta más irregular y no logra conjugarse con el resto del film. Tomando como fuente el material de archivo de distintas bibliotecas fílmicas, Heath no se centra en el cliché de cómo se identifica al escocés en el mundo, sino que toma escenas cotidianas y las intercala con archivos de momentos históricos dramáticos para la historia del país. Es así que la estructura del film la definen los tópicos que toca, acompañados con la musicalización que da clima a esos momentos. Así es que conocemos cómo la gente se gana el pan, cómo disfruta de sus momentos libres, cómo ama, cómo reclama por sus derechos y cómo se ve afectada por hechos como la guerra con una ligereza que forma parte de la habilidad de la directora para enmarcar los segmentos. Cristian Ariel Mangini


La vida después, de Franco Verdoia y Pablo Bardauil / 5 puntos


Rara la apuesta de este film de Franco Verdoia y Pablo Bardauil, centrado en un matrimonio -Carlos Belloso y María Onetto- que decide separarse pero que encara nuevas existencias y rutinas que prueban ser mucho más dificultosas de lo esperables. Rara porque el distanciamiento, a través de una elegante puesta en escena, es deliberadamente buscado, pero esa meta, lograda con creces, termina siendo tanto su mayor virtud como su peor defecto. A simple vista, a los realizadores hay poco y nada que reprocharles: llevan su visión hasta las últimas consecuencias, con pleno conocimiento de causa, evidenciando un gran conocimiento de las herramientas cinematográficas, con una cámara que se mueve fluidamente alrededor de los cuerpos, en espacios que se van haciendo notoriamente asfixiantes -incluso cuando son abiertos- y contando con actuaciones que captan el tono requerido y jamás se pasan de la raya. Pero quizás ahí esté la falla: en el tono, porque el relato, con toda su carga disruptiva y desestabilizadora, parecía pedir exactamente lo contrario desde la narración. En La vida después falta pasión y energía, la voluntad de contagiar realmente al espectador a partir de los climas que podían forjar los eventos e imágenes en la pantalla. Sin embargo, la distancia que se genera es tal, que hasta termina generando aburrimiento y en el balance queda gusto a poco. Verdoia y Bardauil tienen talento, eso es innegable y muy importante a futuro, pero aún les falta tender el puente para conectar al público con las experiencias que construyen. Rodrigo Seijas


Placer y martirio, de José Celestino Campusano / 6 puntos


placerLas discusiones sobre el cine de Campusano siempre exceden el plano estético. Sus ficciones son extrañas a los parámetros del canon festivalero y hay muchos que no perdonan esto. Los principales dardos eligen como destino las actuaciones y los modos lingüísticos pronunciados, fundamentalmente. Sin embargo, hay que decirlo: mientras varios directores recurren a la misma película institucional y porteña, Campusano consolida un método narrativo como pocos. Sus historias fluyen de manera vital y con un particular manejo del humor más allá de los tormentosos ambientes que elige mostrar. En esta oportunidad, cambia de ámbito y transita el devenir de una mujer (Delfina), bien posicionada económicamente, que queda prendada de un empresario (Kamil) perverso, el cual será decisivo para que abandone su entorno familiar e inicie un enfermizo periplo sin retorno. Todos los signos de la estética “cine bruto” se mantienen, incluidas las incongruencias y los esquematismos en términos de verosimilitud. Tal vez no haya que entenderlos como errores sino como marcas que se instalan con una intencionalidad política frente a tanta abulia imperante. Sin embargo, el abandono de la estructura coral le significa a este oscuro retrato una saturación de modelos telenovelescos trillados y una mecanicidad que agota. Un misterioso plano final vuelve a devolverle a la película cierta energía que se había apagado. Guillermo Colantonio


ANTERIORES


A girl walks home alone at night, de Ana Lily Amirpour / 7 puntos


girl walksEsta rara amalgama de géneros que asalta la programación del BAFICI probablemente encuentre en este film una de sus luminarias más exóticas. Descrito como un “western spaghetti vampiro iraní”, una etiqueta ambigua y poco clara, el film de Amirpour demuestra con su opera prima una voz novedosa que trasciende a etiquetas rimbombantes. Situada en Bad City, una especie de suburbio iraní, encontramos una ciudad violenta dominada por matones y poblada de seres caídos en desgracia. Es allí donde una enigmática vampiresa cambiará el rumbo de sus habitantes vagando por sus calles. El expresivo blanco y negro, que en sus sombras y encuadres encierra algunos planos memorables que le dan al film el tono neo noir que busca, sumado a ralentis hipnóticos y una banda sonora cool, generan climas que envuelven las carencias de una trama demasiado dispersa pero que, en su desenlace, termina atando cabos y dando un tono romántico que la narración construye inteligentemente. Cristian Ariel Mangini


American Interior, de Gruff Rhys, Dylan Goch / 5 puntos


american interiorEl ex líder de la banda galesa Super Furry Animals es el guía de esta especie de tour investigativo mezclado con gira donde sigue los pasos de un explorador llamado John Evans por EE.UU. durante el Siglo XVIII. Esta es la excusa para armar una odisea psicodélica que alterna una cuidada fotografía en blanco y negro con otros pasajes animados. El costado simpático de todo esto es la elusión del supuesto carácter serio de los documentales a partir de recurrir a decisiones insólitas tales como elegir un muñeco para suplir los escasos datos del personaje histórico en cuestión, o armar exposiciones didácticas extravagantes. De todos modos, no puede soslayarse en ningún momento la pose cool y la empatía con la película dependerá del gusto por las canciones que transitan durante la proyección. Tal vez, la inclusión de este tipo de films sea funcional a la idea de proveer intersticios de aire en el contexto de un festival “monstruoso” en cuanto a la oferta para ver. Guillermo Colantonio


Asterix: le domaine des dieux, de Louis Clichy y Alexandre Astier / 6 puntos


asterix obelixLos romanos quieren invadir la última aldea a la que no pueden doblegar con su poderío de guerra. Esta aldea es la de los galos, dentro de la cual viven Asterix y Obelix entre otros carismáticos personajes. Por el miedo que los romanos tienen a los habitantes del lugar, por la fuerza que poseen al tomar su pócima mágica, obligarán a un grupo de esclavos a trabajar de noche para no ser descubiertos y poder terminar un complejo de edificios que ellos denominan “La residencia de los dioses”. Asterix y Obelix tratarán de que los esclavos se subleven, les facilitarán un poco de la pócima para que peleen y se liberen. A favor la película hay que decir que mantiene la esencia que el comic de Rene Goscinny y Albert Uderzo tenía: hay humor visual, con gags muy efectivos, también le funcionan los chistes verbales, que se meten con temas como las relaciones laborales y sindicales (los soldados que se quejan porque le pagan igual que a los esclavos), críticas a cierto turismo y todos los cambios que puede producir esto en las sociedades (el aumento del pescado que perjudica a los galos ya que los romanos lo venden más caro). Si bien la película está lejos de ser perfecta, es entretenida y no termina defraudando. Gabriel Piquet


Bird people, de Pascale Ferran / 7 puntos


birdAeropuertos, hoteles, ciudades despojadas de su postal turística. Todos esos no-lugares que tan bien le sientan al cine, son la materia prima de esta curiosidad filmada por Ferran y donde se cruzan un representante de una compañía vinculada con la tecnología y una mucama del hotel donde aquel se hospeda. Esos no-lugares, además, llevan el sello de la angustia existencial y urbana de sus personajes, un hombre en el preciso momento en que busca largar todo, una mujer que padece un laburo indigno para conseguir dinero y bancar sus estudios. Ferran distrae un rato largo con un retrato que se parece al del drama social -hay noche, hay barrio, hay viajes en micro y en subte, hay jefes algo dictatoriales-, pero progresivamente va ganando un clima enrarecido que, en determinado momento, propone un quiebre que lleva el film hacia el terreno de los fantástico. Y ahí la película (qué ocurre no está bueno decirlo en función de la sorpresa) pega un giro que puede llevar a la fascinación o a la irritación: si bien no todos los componentes funcionan y algunas metáforas se hacen un poco gruesas, Bird people se vuelve totalmente libre y la película se aleja progresivamente de cualquier lectura simplista. Es ahí cuando Ferran se confirma como una realizadora distinta, y donde la fantasía social termina dándole paso al cuento de hadas. Y la magia, terrneal, se hace presente. Mex Faliero


Brujerias, de Virginia Curia / 6 puntos


Malva es una niña que vive en un motorhome junto a su abuela Lalilas, que es curandera. Está obsesionada con volar, y para demostrar que puede hacer volar cosas utiliza una pócima que su abuela guarda en un lugar secreto. Pero una compañía llamada Econatura quiere comprar la tienda que poseen en su casa rodante, pero ante la negativa la dueña de la empresa decide secuestrar a la abuela. De ahí en más la chica, junto a sus amigos, intentará rescatarla. La película muestra el valor de mantener las tradiciones, habla de la utilización responsable de las herramientas tecnológicas y remarca un costado ecológico valorando lo natural. Para el público al que apunta, están bien tratados los temas, pero si se hace un análisis desde una mirada más adulta, en lo estrictamente narrativo, hay algunos personajes que pierden fuerza (Selu, su amigo que anda en parapente) y otros que deambulan sin tener importancia (el policía). A los personajes que no son humanos como el gato Mus o los caracoles (estos últimos tienen buenos momentos cuando cantan) también les sucede lo mismo, teniendo relevancia sólo en algunos momentos. Es interesante cómo en pequeños momentos de las canciones o en algunos personajes como la voz del policía que habla por el radio-llamado, se hace alusión a Galicia, de donde es la película. En líneas generales es un interesante trabajo que merece un visionado. Gabriel Piquet


Cavalo dinheiro, de Pedro Costa / 8 puntos


Película de interiores fantasmales y con un uso maestro de la tecnología digital. Costa vuelve sobre su personaje Ventura, ya presentado anteriormente y construye un film misterioso, fuera de tiempo, espectral, con el protagonista encerrado en alguna institución, anclado en el pasado por momentos y de regreso al presente en otros. Por allí transitarán también seres que se cruzan y narran con susurros sus historias. Y si hay algo maravilloso es cómo las voces y las canciones constituyen la banda sonora. La radicalidad y el carácter arduo de la propuesta pueden generar algún escozor en almas inquietas, pero vale la pena ofrecer la mirada a la experiencia que propone Costa, a la escasa iluminación que apenas permite entrever los rostros y mucho los ojos de estas almas en pena encerradas en ese lugar enigmático. El exterior será un fuera de campo o tal vez una ilusión. El inicio con planos fijos de fotografías de experiencias migratorias deviene en una escena que instala el tono de lo que veremos: el pesado andar del protagonista seguido por la lentitud de los movimientos de la cámara, siempre observadora, nunca intrusiva. A partir de ahí, nos sumergimos en esa atmósfera lúgubre donde a su debido tiempo todos tienen algo que decir. En este peregrinaje, siempre hay una búsqueda de ese rostro que mejor exprese el peso de la existencia y soporte la densidad de la memoria. El pasaje final, el diálogo con un soldado en un ascensor, abre, con su extendida duración, más aristas a la complejidad que ya tenía la película. Guillermo Colantonio

cavaloCavalo dinheiro / 5 puntos. Para quien no conoce la filmografía del exitoso director portugués Pedro Costa, Cavalho dinheiro, que homenajea y continúa con el hilo del documental No quarto da vanda sobre los inmigrantes caboverdeanos en Fontainhasal y el corto Sweet Excorsim -ambas obras de Costa-, resulta ser una pieza intolerable y sin brillo autónomo. La película en cuestión es un collage de planos fijos interminables e insufribles con escasez de luz. A ello se suman extensos minutos de diálogos susurrados que indican el delirio del protagonista y la locura misma que genera en el espectador para pasar luego a «golpes musicales» que asustan y desacomodan las secuencias. Por, tanto una narración molesta y poco armoniosa en expresividad visual que busca la complicidad en el público y a la vez resaltar el nerviosismo y enfermedad de su actor principal. A ello se suma que Cavalho dinheiro no presenta una lógica en cronología espacio temporal y prefiere volcarse a un desajuste que borda lo cuasi caprichoso, experimental y onírico de este director. Desajustes que llevan a su viejo protagonista llamado Ventura desde su actual internación en un frío y lúgubre hospital; la Revolución de los Claveles de 1974; el extravío del protagonista por el bosque y hasta el pesar de los nacidos en Cabo Verde sin coherencia mínima alguna que lo pueda sustentar. No siempre la experimentación llega a buen puerto y Costa no nos ofrece llave para ingresar a su código indescifrable y tedioso. Cavalho dinheiro no hace justicia al galardón llevado en el último Festival Internacional de Cine de Locarno, ni a los lamentos vocales de sus protagonistas que conforman la banda de sonido. Rosana López


Citizenfour, de Laura Poitras / 6 puntos


citizenfourDigamos de entrada que Citizenfour no es un gran documental en términos formales, es apenas una investigación periodística bien documentada y con el plus de contar como testimoniante con la persona que estaba en el ojo de la tormenta y que desató uno de los escándalos políticos más grandes de las últimas décadas: Edward Snowden. Narrado a la manera de un thriller de espionaje internacional, el film pone en el centro la denuncia hecha por el analista de la Agencia de Seguridad de los Estados Unidos, sobre cómo su gobierno usó y usa herramientas vinculadas con Internet y las comunicaciones para espiar a sus ciudadanos, escudado detrás de las normas aplicadas con mano de hierro luego del 11 de septiembre de 2001. El tema es urgente, y el documental admite esa fecha de vencimiento como uno de sus materiales más combustibles. De todos modos Poitras tiene talento como para trabajar otras líneas del film, y sabe encontrar en los silencios de Snowden ese conflicto hitchcockniano del sujeto superado por las circunstancias, sólo que aquí el involucramiento de Snowden es consciente. Sus actos y sus consecuencias, tanto individuales como generales (cómo su decisión impacta en un grupo de personas, desde familiares hasta los periodistas que se involucran), son más atractivos que la propia denuncia en sí, algo a lo que estos tiempos paranoicos nos han acostumbrado y ya limitan la capacidad de sorpresa. Mex Faliero


Crumbs, de Miguel Llansó / 6 puntos


crumbsEl protagonista, Candy, comienza un viaje en busca de cumplir un deseo: piensa que viene de otro planeta y ahora que ha terminado la guerra, quiere que una nave espacial lo devuelva junto a su novia a lugar de donde cree que es. La excusa de un universo post-apocalíptico le sirve al realizador español para lograr un clima creíble gracias a las imágenes de varios lugares abandonados (estaciones de trenes, parque de diversiones) que se suman a los paisajes de selva y desierto que el protagonista recorre, mientras se encuentra con personajes bastante delirantes. Uno de los aciertos son los protagonistas, Daniel Tadesse y Selam Tesfaye (actores de Etiopía), que le dan otro matiz a una película de ciencia ficción con guiños a la cultura pop de fines del siglo pasado (un altar con una foto de Michael Jordan, un disco de Michael Jackson, escenas de la película del Superman turco). Es verdad que el viaje del personaje por diferentes locaciones, cruzándose a todo tipo de antagonistas surrealistas (el nazi de segunda generación), tiene más atractivo que la historia de la novia que se queda esperándolo en su casa/local de bowling. Si bien no termina de ser del todo redonda, es una muy digna opera prima. Gabriel Piquet


Cuerpo de letra, de Julián d´Angiolillo / 8 puntos


cuerpoLa capacidad de observación que había demostrado Julián d´Angiolillo en Hacerme feriante regresa con creces en este nuevo documental. Su ojo/cámara sigue la ilusión del Aleph de Borges, esto es, tener un conocimiento absoluto del universo que retrata. Diversas posiciones de cámara y de ángulos, variedad de planos, el ubicarse desde todas las perspectivas posibles, marcan el tipo de registro que ofrece el director para sacarle el máximo jugo visual a la realidad que elige recortar, en este caso, un grupo de jóvenes dedicados a pintar propaganda política en las zonas aledañas a las autopistas. Hay un horizonte cronológico de llegada, las elecciones del domingo, sin embargo, la mirada otorga una atemporalidad a ese espacio absorbido desde todos los puntos posibles. Por momentos, ciertas secuencias, sonorizadas magistralmente, dan cuenta de una especie de infierno urbano moderno que, lejos de observarse con desprecio, facilita la posibilidad del extrañamiento. Los afiches y grafitis que pueblan las paredes marcan el contexto eleccionario, no obstante, la preocupación pasa por mostrar los bordes de la situación, dar cuerpo a quienes son parte (como si fueran hormigas) de la maquinaria que sostiene el aparato político durante noches que parecen eternas entre rituales propios. En este registro desde lo cotidiano, también hay una búsqueda a partir de la voluntad por conferirle a la cámara y a sus diversas lentes la cualidad de transformar la realidad. En la voluntad por no interferir se corren riesgos. Los primeros minutos son difíciles en torno a la escucha (un efecto similar al de Pizza, Birra, Faso). La dicción de los personajes y los ruidos de la autopista dificultan el entendimiento. De todos modos, es un signo pasajero hasta que se entra en ese siniestro mundo nocturno. Hay un pasaje maravilloso hacia la mitad que resume el método d´Angiolillo. Se trata de una exploración fragmentada de todos los resquicios por donde se mueven activamente los pintores y que cierra con un hermoso plano general. Es un momento musicalizado, excepcional, de una delicadeza capaz de poner a este documental en otro terreno, el del discurso poético. Guillermo Colantonio


Eat, de Jimmy Weber / 5 puntos


Una actriz de 30 años que gira por audiciones y castings sin mucho éxito, un día al regresar a su coche, después de presentarse en una de las agencias, comienza a comerse la piel que le sobresale al costado del dedo pulgar de su mano. Esto será el detonante para emprender un camino hacia el autocanibalismo. Voy aclarar que lo comentado es bastante engañoso para no develar tanto la trama. La película nos muestra no sólo el deterioro físico de la protagonista, sino también el mental. El film se toma su tiempo para arrancar, las imágenes gore van aumentando de a poco. Y si bien juega con el humor negro (la escena del perro de la señora que le alquila la casa), va desapareciendo a medida que avanza y se vuelve más serio hacia el final. Algunos secundarios (su mejor amiga Candice, el doctor Simon) que sirven para los giros que la trama va a tener, no terminan de convencer en algunas de sus reacciones e inclusive develan la idea del desenlace. Se le puede rescatar unos FX al estilo vieja escuela (cortes o mordidas en las que se nota el látex como en las películas de terror de los 80), pero eso solo no le alcanza. Gabriel Piquet


El ansia, de Tony Scott / 9 puntos


Un clásico de culto y obra pionera de 1983 de quien se quitara la vida en el 2012, Tony Scott, que se presentaba con esta joyita incomprendida para su época y que le costaría su carrera hasta llegar a la exitosa y segunda producción, Top Gun. Pero El ansia derrocha poética y un elitista terror gótico dentro del subgénero de vampiros. Este film es bello por donde se lo mire, es sensual y elegante con simples recursos. Tiene ese aire vanguardista, glamoroso y tecno oscuro de los 80 que se disparan en los primeros fotogramas con la hipnótica melodía de la agrupación musical Bauhaus, cuya canción Bela Lugosi is dead encaja acertadamente en la temática. Scott logra volcar todo ese velo de atracción visual proveniente del boom artístico del videoclip expuesto en ese momento por la cadena MTV. Esos deseos que encuentran por fin cauce luego de ser rechazado como director para Entrevista con el vampiro (en una primera versión, luego se filmaría en los 90’s) y desembocan en esta historia adaptada del escritor de horror estadounidense Whiley Strieber. Encima, si a ello se les suman las participaciones de las talentosas femme fatales Catherine Denevue y Susan Sarandon, más el glorioso David Bowie, el producto se vuelve redondo. El relato cuenta cómo la pareja vampírica Denueve y Bowie viven con excelente categoría entrajados en diseños de Yves Saint-Laurent dentro de la cosmopolita Manhattan pero que buscan con desesperación frenar la enfermedad que envejece mortalmente a Bowie. Por suerte, se deslumbran con los avances de la medicina propuestos por la doctora encarnada en Sarandon, a quien le solicitarán algo más que sus servicios. El tema de la mortalidad dentro del mundo es finamente tratado por Scott, con una vuelta de tuerca muy novedosa. Sin embargo, el público y la crítica de los 80 no estaban preparados para films de este calibre. En la actualidad El ansia “envejeció” excelentemente junto a otras colegas del palo como The lost boys, Noche de miedo o la emblemática Entrevista con el vampiro como una cosecha de magistral vino estacionado que ya no abunda por estos tiempos. Rosana López


El hombre de paso piedra, de Martín Farina / 8 puntos


elhombreEl escenario es un paisaje solitario del suroeste argentino. El personaje en cuestión, Mariano Carranza, un hombre mayor que fabrica ladrillos, al margen del ruidoso mundo civilizado, anclado en su natural entorno. Más allá de la riqueza que pueda tener el objeto de representación en sí, es la sensible y particular mirada de Farina lo que prevalece, con su cuidadoso acercamiento y su constante búsqueda poética a partir de lo cotidiano. Lejos de la invisible arrogancia y de la apabullante primera persona, lo que hace el director es diferente: toma el rodaje como experiencia y se involucra al punto de que él mismo forma parte de la historia de Mariano en el tiempo que les toca vivir juntos. En esa dirección, hay una serie de decisiones que se toman y que enriquecen los materiales con los que se trabaja. Una de ellas tiene que ver con la manera en que se ensamblan los planos visual y sonoro. Podemos escuchar los diálogos que sostienen los personajes, con interpelaciones generacionales y palabras de camaradería, mientras las imágenes nos llevan por los caminos de la naturaleza misteriosa, insondable, transformada con el ojo de la cámara. La lógica del plano/contraplano se desarticula incluso en un momento y se expande, se fragmenta, para evadir la rutina del registro. Mientras las palabras que intercambian conservan las huellas de lo real, la mirada instala una dimensión misteriosa. Otro acierto es que el notable trabajo con el sonido en cuanto a la música, nunca anula al de la naturaleza. Hay una hermosa secuencia donde el documentalista/personaje sigue a Mariano a través de unas ramas secas. Allí conviven ambos registros sonoros en armonía y la escena es un buen ejemplo de núcleo de sentido en cuanto a la elección de cómo encarar esta película: seguir sin abrumar, no perder de vista nunca la historia que se elige mostrar. Hacia el final hay un gesto que dignifica y emociona: una vez ausente Mariano, el director pide al encargado filmar en el cementerio donde se halla enterrado y se refiere a su “amigo”. Más allá del juego con la representación y la señal autorreferencial, la carga emotiva de esa palabra confirma la importancia del vínculo, lo que termina por conferirle a esta experiencia documental el carácter decididamente humano sin desdeñar su riqueza estética. Guillermo Colantonio


El incendio, de Juan Schnitman / 7 puntos


“Yo también necesito que me abracen”, le dice Marcelo (Juan Barberini) a Lucía (Pilar Gamboa), en el medio de una fuerte discusión, que terminará con la pareja canalizando buena parte de sus tensiones a través del sexo más brutal posible, en una secuencia reveladora sobre las contradicciones y sensibilidades de los personajes. La primera película en solitario de Schnitman toma un suceso muy particular como disparador: los protagonistas están por comprar una casa, pero el día de la firma de la escritura algo sale mal y a partir de ahí, todo, absolutamente todo, sale mal, como si ese primer tropezón se esparciera como un virus a sus vidas íntimas y laborales, aunque pronto queda claro que en verdad todo se venía acumulando desde hacía un rato largo. En cierto modo, El incendio retoma ciertos temas antes transitados por Aire libre, el film de Anahí Berneri estrenado el año pasado: ambas parten de una situación distintiva que es llevada al extremo a partir de las expectativas que provoca, funcionando como consecuencia de toda una serie de pequeñas grietas que llevan al gran quiebre. Y aunque no alcanza las cimas de esa obra, acumula unos cuantos méritos como para destacarse por sí sola, en especial hacia su segunda mitad, donde son los cuerpos los que hablan más que los diálogos o discursos. Allí, Schnitman consigue que el film vaya hilvanando su conflicto con fluidez, funcionando como un drama opresivo y asfixiante pero también como un análisis disruptivo y desequilibrante en su mirada hacia construcciones sociales como la pareja, el dinero, el trabajo y la propiedad, con un adentro y un afuera que se retroalimentan en sus respectivas violencias, siempre interconectadas. Una película que, en definitiva, no necesita forzar su clima angustiante: su confianza en lo que cuenta le da todo el impulso que necesita. Rodrigo Seijas


En las nubes, de Marcelo Mitnik / 7 puntos


Homenaje a las comedias románticas clásicas de Hollywood, el corto de Mitnik tiene dos virtudes: por un lado tiene la suficiente humanidad para creer en eso que cuenta, en esos amores posibles, y por el otro admite la postura postmoderna y más cínica, que hace evidente el cliché y ridiculiza los lugares comunes. Y, acierto mayor, la idea del reparto bilingüe pone en relevancia el lugar que ocupa socialmente el ideario romántico para dos culturas diferentes como la argentina y la norteamericana. En esa fusión surge lo humorístico y, además, la distancia justa como para que el corto no se pase de naif. Tal vez su estructura, de giros y sorpresas esté demasiado presente y limite las posibilidades de la comedia. Pero en las presencias siempre ajustadas de Jeremy Glazer, Valeria Blanc y Martín Piroyansky alguna chispa siempre se enciende, chispa fundamental para que el espíritu de la comedia romántica se mantenga con vida. Evidentemente Mitnik sabe de lo que está hablando y eso se nota en la fluidez del corto. Mex Faliero


Faraday, de Norberto Ramos del Val / 7 puntos


Faraday es un joven que desde niño dice tener poderes extrasensoriales o capacidades telepáticas, pero nunca ha logrado demostrarlo. Está de novio con Paty, una joven bloguera que intenta sumar más seguidores a su cuenta de Twitter. Se mudan a un nuevo departamento en el cual sus anteriores inquilinos murieron en extrañas circustancias y comienzan una investigación para resolver el caso. La película tiene claras influencias de las ultimas comedias que se realizan en los EE.UU. o Inglaterra, por nombrar algunos países que trabajan mucho el género. Como es de esperar, le sacan provecho a la utilización de modismos/costumbrismos, que a esta altura son una marca registrada del humor español. La película sale bien parada al poder balancear la comedia romántica con la parodia a films como Actividad paranormal, los protagonistas tienen buena química y hacen creíble la pareja que forman. Si bien comienza como un falso documental (gran momento en el que le piden al niño Faraday que mueva objetos para un programa que lo entrevista en vivo desde su casa), este formato se va perdiendo a medida que el film avanza, para terminar como una comedia de aventuras. Hay gags muy efectivos como el de Faraday (Javier Bodalo, parecido a Rowan Atkinson de joven) hablando con su mentor en lo parapsicológico, a quien le pide consejos en un bar (hay un chiste que se parece al de Bellini el mentalista, de Magazine For Fai), o los estereotipos de la convención de blogueros, que hacen a la película muy divertida. Gabriel Piquet


Guido models, de Julieta Sans / 7 puntos


guido modelsGuido models es una agencia de modelos de la villa 31 de Retiro, en realidad es el proyecto de Guido Fuentes, un modisto boliviano que ayuda a chicas de escasos recursos a iniciarse en el mundo del modelaje. El documental nos muestra algunos de los eventos que realiza dentro del “barrio 31” como el mismo Guido le dice, la compra de tela para sus vestidos, la creación de los bocetos y la elección de dos de sus modelos, Sonia León y Delia Cáceres, para ser parte de un desfile. La historia está contada de forma muy concisa, nos muestra las actividades cotidianas de los tres personajes centrales, el modisto y las dos chicas, la preparación, el viaje y la llegada al evento en Cochabamba. Todo esto en un mundo que es la contracara del glamour que habitualmente vemos en el ambiente de la moda profesional. Los personajes son seguidos y se evita que hablen a cámara, dándole fluidez a lo que se quiere mostrar. Hay humor involuntario, como cuando una de las madres de las modelos bolivianas le dice a Guido antes de un desfile que su hija se puso otro vestido porque lavaron el que él les dio y se le salieron las lentejuelas. El documenta es un claro mensaje de lucha contra la discriminación y de superación de las personas ante lo adverso. Gabriel Piquet


Hermosa juventud, de Jaime Rosales / 6 puntos


hermosa juventudEl director español parece encontrarse aquí ante un dilema existencial: tras construir una imagen autoral a partir de su habitual distanciamiento formal, quiere contar la historia de una pareja de jóvenes afrontando sus problemas en plena crisis española con una cercanía que requiere cierta sensibilidad. Y, de paso, mover un poco el panorama de su cine, ya instalado en un piso de calidad demasiado cómodo. Rosales tiene aquella sensibilidad requerida porque es un gran director, pero también es cierto que aquí toma “prestada” cierta estética del cine rumano reciente, también algo de la mirada social de Ken Loach y de la desesperanza fría de un Michael Haneke. Por lo tanto, es complejo tratar de dilucidar si el que está hablando es Rosales o las referencias que Rosales tiene y sobre las que cae para abordar este relato. Hay algunas decisiones de puesta en escena que resultan un tanto subrayadas (esas imágenes del celular) y otras arbitrarias (una cámara torcida en determinado momento), pero un uso de la elipsis notable para ir recortando esta historia en el tiempo y dos protagonistas perfectos. Lo que queda es una película bastante melancólica y realista en su exposición de la crisis, pero que no precisaba de ese final miserabilista para redondear su anécdota. Mex Faliero


Hide and seek, de Joanna Coates / 6 puntos


hideUn breve prólogo con música ambient y una tenue voz en off son los signos que abren la puerta a esta historia de cuatro jóvenes londinenses que huyen de la civilización para reunirse en un entorno bucólico a la manera de una pequeña comunidad. Parecen huir de conflictos sentimentales y existenciales. Por momentos, todo deviene como si fuera una especie de Gran Hermano recubierto de estética festivalera: se miran, se tocan, tienen sexo, realizan performances, festejan, deambulan por un envidiable césped verde. De todos modos, la sensibilidad de la directora permite disfrutar de ciertos planos donde lo pictórico se revela como búsqueda, a pesar de que las poses son bastante calculadas. Cuando la puesta en escena cae en una mecánica automatizada, se produce un quiebre interesante: el ex novio de una de las chicas irrumpe en el lugar y con él se pone en crisis el dispositivo comunitario. No obstante, se abandona esa veta que enriquecía el argumento y el resto es una reiteración un tanto forzada por recuperar el espíritu edénico de la primera parte. Un exponente más, si se quiere, del género de películas con jóvenes insatisfechos. Guillermo Colantonio


La sombra, de Javier Olivera / 7 puntos


Si la memoria está en un lugar espacial, nada como el hogar de la infancia para rastrear sus huellas. Javier Olivera aprovecha el desguace, pieza por pieza, de la casa que supieron levantar sus progenitores, en el norte del Gran Buenos Aires, para hacer un viaje al pasado. Un pasado que es suyo y, por ser hijo de Héctor Olivera, también del cine nacional y de ciertas familias burguesas argentinas muy prototípicas. Trabajando tanto la banda sonora como la visual, no siempre en sincronía, con delicadeza e inteligencia nos lleva y trae de un pretérito de gloria y autoconstrucción a un presente, por lo pronto, en quiebre. Las imágenes del ayer -registros familiares-, casi siempre muestran al famoso director y productor (Dios-Padre) delante de cámara y las de hoy sólo ofrecen el desmantelamiento de la casona, otrora desbordante y excedida en la mixtura decorativa, pletórica de dudoso gusto. Una mirada impiadosa y punzante sostiene la película y ni una palabra sentimental parece conceder Olivera a su padre y eso que palabras sobran en el documental que si bien, muchas veces, explicita lo visto en un discurso en off (sin matices), parece fácil juzgar menos una elección equivocada que una imperiosa necesidad catártica que milagrosamente trasciende lo personal. Javier Luzi


Le meraviglie, de Alice Rohrwacher / 7 puntos


Hay una corriente de películas italianas actuales que trabajan sobre cómo repercute la llegada de algún ente a las economías regionales, ancladas en zonas alejadas de las grandes urbes y consagradas al turismo o a la elaboración de productos. En este marco se inscribe Le meraviglie que tiene como protagonista colectivo a una familia dedicada obsesivamente a la apicultura. Dos o tres pincelazos al inicio le sirven a la directora para plasmar el estilo de vida comunitario que llevan bajo la lógica machista de un padre que se niega a salir de ese orden y seis mujeres que, a pesar de someterse a su voluntad, también toman decisiones. A medida que la película avance, el punto de vista se recortará sobre la adolescente Gelsomina, quien oficia como la coordinadora de las actividades diarias e irá descubriendo otras formas de amor con la llegada de un niño alemán que deberán cuidar como parte de un programa social. La mirada de Rohrwacher se acerca a esos cuerpos fatigados, presionados por la labor diaria, sin descuidar nunca sus rostros, sobre todo el de las niñas, que se agigantan en pantalla. Un uso adecuado de la luz en los momentos justos permite disfrutar del entorno natural como de los interiores precarios, metiendo en la piel del espectador el clima del lugar. La vuelta argumental se produce con la llegada de la tv y una propuesta que moviliza a los lugareños. Afortunadamente, en una sabia decisión, la trama nunca permite que esa irrupción se cruce inapropiadamente con la de la familia y que, en todo caso, sea una excusa para desarrollar los cambios que padecerá Gelsomina. Cuando parece que se cae en los lugares comunes, la sensibilidad de la directora salva la situación. Guillermo Colantonio


Li’l Quinquin, de Bruno Dumont / 8 puntos


quinquin¿Un policial con humor? ¿De Dumont? Para muchos, las respuestas a estas preguntas parecen imposible, sin embargo, el terrible joven francés lo hizo sin perder un ingrediente de su universo cinematográfico. El paisaje es similar al de la mayoría de sus historias, tranquilo, luminoso, siempre con la calma que precede a la tormenta. Allí vive el pequeño Quinquín, quien hace de las suyas: le gusta tirar petardos, juntarse con sus amigos para algunas travesuras y mantener una tierna relación con la pequeña Eva. Hay que decir que Dumont sigue siendo un especialista en hallar actores no profesionales cuyos rostros parecerían haber nacido para la pantalla. Tal es el caso de este chico, con su rostro parecido al de un adulto, cuya mirada será difícil de olvidar. Una serie de crímenes disparatados quiebra el estatismo pueblerino (gente mutilada e introducida dentro de vacas) y provoca la aparición de otro personaje que será recordado por mucho tiempo, el detective, un señor rellenito con varios tics nerviosos en cuyo rostro están todos los gestos de los grandes comediantes de la historia. Junto con su ayudante Carpentier incurrirá en razonamientos absurdos e hipótesis vacías. Su forma de caminar (al estilo Tati) y sus torpes movimientos desfasados son apoteóticos. Además, hay dos escenas antológicas en una iglesia y en un almuerzo que trabajan el humor con diversos procedimientos tan efectivos que dan ganas de que no terminen nunca. La duración es excesiva (tal vez le sobren algunos minutos) y hacia la segunda mitad las sombras ganan terreno por la acumulación (inverosímil) de cadáveres y ninguna resolución. La historia se encuentra estructurada en actos cuyos títulos solemnes (“La bestia humana”, “El corazón del mal”, entre otros) son inversamente proporcionales al disparate de las situaciones. Pese a ciertos signos que continúan la línea de incomodidad en su cine, y aunque muchos no lo crean, este film tiene momentos de saludable ternura. Recomendable para detractores. Guillermo Colantonio


Llamas de nitrato, de Mirko Stopar / 6 puntos


Hay historias y personajes que se venden solos por el carácter fascinante que conllevan. Luego, será la pericia del documentalista quien haga honor a ello. Maria Renee Falconetti, la protagonista de La pasión de Juana de Arco de Dreyer, y su misteriosa como intensa vida es el objeto de este modesto acercamiento que propone el director -ya había un antecedente de peso en Boulevard del crepúsculo (Boulevards du crépuscule: Sur Falconetti, Le Vigan et quelques autres en Argentine, 1992) donde Edgardo Cozarinsky dio cuenta de la historia acerca del periplo que siguió la actriz francesa-. Ante el desafío por suplir la escasez de documentos se recurre a variadas formas de enunciación, algunas de las cuales son efectivas y funcionan. Por ejemplo, la adopción de estilos de locución propios de los noticiarios cinematográficos de la época, la idea de respetar la materialidad del celuloide como dispositivo de representación y portador de una dimensión espectral, además de utilizar archivos fotográficos inéditos. Otras maneras, en cambio, surgen un poco afectadas y reiterativas. El uso de la voz en off en tanto testimonio ofrece valiosos aportes, pero atenta contra el documental la urgencia por mantener un tono didáctico que también pretende sostenerse con dramatizaciones, tal vez, innecesarias. Sin embargo, no debe soslayarse la virtud de Stopar en cuanto a mantener la atención del espectador. En ese ritmo que la película imprime se advierten con claridad los aspectos más oscuros y extraordinarios de la vida de Falconetti: sus inicios en el teatro, la tortuosa experiencia con Dreyer, los vaivenes amorosos y los viajes de los cuales apenas quedan registros difusos, incluida su estadía en la Argentina. Llamas de nitrato, entre otras cosas, también puede verse como un trabajo sobre los efectos del celuloide, lo que pone en evidencia el amor y el gesto cinéfilo de su autor. Guillermo Colantonio


Los exiliados románticos, de Jonás Trueba / 5 puntos


Pocas veces el argumento de una película tuvo tanta conexión con la forma en que elige el director para plasmarlo. “Amigos que inician un viaje sin motivos aparentes y con espíritu aventurero” -reza el catálogo- para “vivir sus días con una intensidad especial y quizás, encontrar el amor”. Búsqueda de intensidad y espíritu de aventura no son necesariamente garantía de éxito para una película. Uno le agradece el trazado de ciertas situaciones y perfiles que aportan frescura y libertad a las imágenes, pero la sensación final es que se trata de un film cosido, desparejo, descentrado en el peor sentido. Y si bien existe una necesidad de expresar la interioridad, se hace a los ponchazos. En el peor de los casos, con la ya clásica representación de la abulia amorosa tan cara a cierto cine indie porteño (como se ve, es un rasgo universal; Trueba parece un Acuña españolizado, o viceversa), con el uso de la música como excusa para cubrir los enormes baches narrativos y los frecuentes problemas de ritmo; en el mejor de los casos, podremos rescatar un par de momentos que redimen: un diálogo que nunca termina de armarse en un café de París y un baño en el río con todos los personajes desnudos, una secuencia bucólica moderna que trasunta una sana espontaneidad. El título, reforzado con frases al comienzo, es el contrapunto de todo esto. La solemnidad de la cita nada tiene que ver con el contenido posterior (en otras palabras, demasiado título para tan poco). Guillermo Colantonio


Maïdan, de Sergei Loznitsa / 8 puntos


Lejos de la lógica televisiva frenética y sensacionalista, Loznitsa relega la veta poética de documentales anteriores para registrar las protestas callejeras en Kiev entre fines de 2013 y principios de 2014. Lo hace con un tratamiento cinematográfico desde un lugar de enunciación que recorre los bordes del escenario en cuestión. Nunca veremos las consecuencias de las represiones ni los sujetos que adoptan la voz parlante. El fuera de campo alcanza un grado de importancia al privilegiar lo que transcurre alrededor de las manifestaciones, sean trabajos solidarios para preparar comida o los indiferentes transeúntes que se mantienen al margen de todo. Breves fundidos en negro marcan las referencias para no descuidar el contexto y se transforman en las huellas narrativas que mostrarán la evolución de los incidentes. El resto son planos, generalmente fijos, que establecen una coordinación misteriosa entre imagen y sonido. La cámara testigo nunca es intrusa y registra momentos emocionantes, en los cuales, las hermosas canciones populares acompañan las movilizaciones. Sin discurso altisonante, el punto de vista aquí parece decirnos que la revolución se hace en las calles y no en las redes sociales. Es impactante ver la abundancia de rostros y cuerpos mayores acompañando la causa contra un presidente arbitrario y represor; también, esa especie de réquiem final que confirma la sensibilidad de Loznitsa como documentalista, uno de los más grandes. Guillermo Colantonio


Más de un millón, de Nicky Pintos / 6 puntos


masdeunmillonEl documental que nos cuenta la historia de una de las bandas que surgieron del movimiento punk que hubo en la Argentina a fines de la década del 80 no aporta nada nuevo desde la forma. Entrevistas de gente hablando a cámara contando anécdotas, son separadas por Mariano Martínez, actual vocalista de la banda, quien camina por diferentes lugares recitando un texto al principio y en el final. Como sucede en mucho de los documentales de este tipo, lo que más atrapa son las anécdotas y los protagonistas que las cuentan. En este caso no son las caras más conocidas que hablan de la banda los que se llevan el interés, sino todos los que por decirlo de alguna forma ya no forman parte del Ataque 77 actual. Escuchamos cómo fueron los comienzos como cantante de Ciro Pertusi en su primera banda, Cabeza de Navaja, en la voz de la bajista del grupo Alejandra Gravinese; cómo fue que ingresó el primer cantante de Ataque 77, Federico Pertusi, contado por Daniel “Danio” Caffieri, quien fue el primer guitarrista junto a Mariano Martínez en la época de Invasion 88, un compilado hoy en día mítico para los seguidores del punk en Argentina. La historia no sólo de relación musical sino también sentimental que tuvo Andrea Alvarez (percusionista de Soda Stereo) con uno de los integrantes de la banda, la anécdota de Andrés Vignolo que cuenta que la madre de Leo De Cecco tuvo que firmar el contrato con la discográfica Radio Tripoli para que su hijo, que tenía 16 años, pudiera grabar El Cielo Puede Esperar. Algo que todos los entrevistados subrayan y valoran es el crecimiento profesional de la banda. Otro de los ítem es cómo el grupo pudo superar prejuicios no sólo de otros músicos sino de los propios fanáticos del punk, cuando al ir creciendo abrieron cada vez más su espectro musical, que como queda demostrado en los comentarios que los integrantes hacen ya lo tenían desde sus inicios. Gabriel Piquet


Me quedo contigo, de Artemio Narro / 5 puntos


Una joven española invitada por su novio mexicano llega a la ciudad. Mientras intenta encontrarse con él, se reunirá con unas amigas que la llevarán de recorrida una noche. Luego de bailar, visitan un típico bar, en donde el público mayoritario son hombres. Seducirán a un vaquero (así lo denominan ellas) y se lo llevarán del lugar para seguir de fiesta. Narro es artista plástico y esta es su opera prima: su intención es provocar, se nota no sólo en la utilización de los planos, sino en la idea misma de invertir roles en un subgénero cinematográfico como lo es el de “violación y venganza”. Ya en el inicio de la película vemos que la idea del humor está dando vuelta cuando se rompe todo clima: alguien detrás de cámara grita acción y la película sigue su curso sin mostrar un detrás de escena. Algunas cosas le funcionan, como la utilización del sonido más alto que las voces de los protagonistas al estar en lugares con mucha gente (bares, discos, restaurantes), hay otras que terminan cayendo en el regodeo de la exhibición, que no aportan mucho más a la trama, sólo mostrar una sucesión de imágenes degradantes y escatológicas. Lo que me sucede con esta película es que la provocación parece quedar en eso, no se construyen los personajes, los motivos de las acciones son nulos, y eso hace que se pierda el interés en lo que se está viendo. Gabriel Piquet


Melody, de Marialy Rivas / 5 puntos


Este cortometraje chileno, un relato lleno de esperanza sobre cómo la pasión por la música puede rescatar y dar un nuevo rumbo a la vida de jóvenes pertenecientes a barrios carenciados de Chonchi y Curanilahue, contiene un fuerte y alentador mensaje, pero la forma en que esto es narrado es (al menos) discutible. Aludimos al sobreuso de ralentis, la iluminación casi publicitaria y los planos televisivos que invaden la narración en off que es, sí, un relato conmovedor. Esto no quita algunos encuadres memorables que denotan una noción integra de cómo sintetizar en unos pocos planos suficiente información para terminar conmoviendo en casi 9 minutos. El problema está en que uno no puede dejar de observar en las técnicas utilizadas una carga retórica que pretende manipular emociones y pierde el tono realista que asoma en el off. En todo caso, un documento interesante. Cristian Ariel Mangini


Miramar, de Fernando Sarquís / 7 puntos


Sofía trabaja en la hostería familiar. Ha ganado una beca para estudiar lejos de su casa y su madre parece algo molesta con la idea. Su padre está enfermo, recuperándose. Un pasajero algo misterioso llega en temporada baja. Entre los jóvenes se genera un vínculo que los hará compartir paseos, charlas y comidas. El está queriendo dejar (atrás) su vida, ella sabe que irse la cambiará indefectiblemente. Sarquís desarrolla una historia mínima que aunque conocida se destaca por su sutileza en el relato, la puesta en escena, la fluidez de las situaciones que se suceden, el manejo de los tiempos y las logradas actuaciones, sin necesidad de recurrir a las estridencias ni a las arbitrariedades para hacer avanzar la trama ni evitar el sentimiento por temor a caer en lo sentimentaloide. La naturalidad y la simpatía de Florencia Decall, sumadas a su entrega actoral, hacen que se robe merecidamente la película y nos rindamos a sus pies. Javier Luzi


Mortadelo y Filemón contra Jimmy “El Cachondo”, de Javier Fesser / 7 puntos


La T.I.A (Técnicos de Investigación Aeroterráquea) está en peligro, el trastornado criminal Jimmy “el cachondo” (una fusión entre Martin Feldman y Fernado Trueba, que habla con acento argentino y tira frases en capicúa) roba la caja fuerte de la agencia. Los únicos dos agentes capacitados (en realidad únicos disponibles) para recuperar un documento secreto que se encuentra en la caja son Mortadelo y Filemón. Delirante, hiperquinética, irónica, autóctona (algunas características de la España cañi), estos adjetivos hacen de la película un relato divertido, que utiliza el humor físico (golpes constantes, pérdida de dientes) que la llevan a transitar el camino del slapstick que recorrieron los comediantes del cine mudo. En el gag verbal conviven las comedias de Berlanga o Fernán Gómez, que mostraban ese costumbrismo de pueblo chico o barrio de clase baja de la gran ciudad (el edificio donde viven Mortadelo y Filemón, puede ser un ejemplo) junto con el humor más chabacano de la saga Torrente creada por Santiago Segura. Hay también un homenaje al cine mainstream, en el sueño del inicio (James Bond, Transformers, Batman). Los mismos adjetivos antes mencionados pueden jugarle en contra al film, cuando en algunos momentos se vuelven muy repetitivos. Más allá de eso es un producto pensado como cine de animación industrial, que entretiene haciendo reír con los elementos que tiene la buena comedia de cualquier época. Gabriel Piquet


Musarañas, de Juanfer Andrés y Esteban Roel / 8 puntos


musarañasCon gran actuación de la siempre destacada actriz española del terror Macarena Gómez, se despliega esta historia ambientada en la postguerra, donde una hermana sacrifica su juventud por cuidar a la más pequeña y a su padre viudo. Ese encierro físico trasladado a la vivencia actual de estas dos mujeres en su hogar se resquebraja con la mayoría de edad de la segunda y el accidentado vecino postrado en el departamento de las chicas. Un clima asfixiante y de época donde prevalece el catolicismo y los oscuros secretos familiares sirven de tertulia para la excelente película de Andrés y Roel, apadrinados por la producción del legendario Alex de la Iglesia. Se destacad además el gran histrionismo y actuación completa que lleva a sus espaldas una mujer sufrida personal y socialmente como encarna Gómez, cuyo personaje de solterona nos devela un pasado difícil. Los simbolismos se hacen presentes en este film español a través de crucifijos, la diferencia social de sexos que siempre está remarcada y la metáfora de aquel pequeño roedor que por tan inocente puede llegar a convertirse en peligroso al defenderse de sus depredadores como la pequeña musaraña. Y es que ambas hermanas representan eso mismo, tratando de sobrevivir a una vida complicada, a una historia triste. La ambientación es exquisita, retratando aquellos departamentos de época con carpetas bordadas al crochet, orden y pulcritud tanto en el cuarto de costurera donde Gómez realiza sus trabajos como en toda la casa, vestíbulo y cocina. Un thriller fuerte que contiene la dosis justa de suspenso y gore. Rosana López


Narcisa, de Daniela Muttis / 6 puntos


Correcto documental centrado en la figura de la realizadora Narcisa Hirsch, quien nació en Alemania pero desarrolló una innovadora y ecléctica carrera en el cine experimental argentino durante las décadas del sesenta y setenta. El film posee un acercamiento bastante personal y admirativo a partir del hecho de que la directora Muttis es alumna y amiga del personaje central. Sin embargo, lo mejor de la película aparece cuando se despega un poco del formato elemental de entrevistas a cámara para coquetear e incluso jugar con el formato experimental, lo que le brinda un salto poético y estético a una narrativa que fuera de ese aspecto no pasa de lo convencional. Rodrigo Seijas


National Gallery, de Frederick Wiseman / 9 puntos


nationalFrederick Wiseman aborda uno de los museos más emblemáticos del planeta, pero no se preocupa tanto por el espacio en sí, sino por los personajes y las obras que lo habitan. El cineasta va construyendo toda una serie de reflexiones sobre las distintas formas de recepción del arte: la historización, la crítica, la restauración, el disfrute y un largo etcétera, sin temor a mostrar los choques de punto de vista. Hay un gesto de inteligencia y responsabilidad por parte de Wiseman en el hacerse cargo de que cada obra se termina de concretar a partir de su impacto en el público, con lo que también actualiza toda una serie de discusiones sobre el rol de las instituciones museísticas y su capacidad para formar espectadores. Lo hace con sus armas de siempre: una cámara penetrante y profunda, pero nunca invasiva y capaz de invisibilizarse casi por completo, que le permiten ir creando una sólida narrativa, con una serie de personajes que son apasionantes porque se les nota su propia pasión. La mirada de Wiseman es siempre respetuosa, cariñosa, ávida de conocimiento, voraz incluso en su acumulación de recortes observacionales. Un film demandante, no sólo por sus casi tres horas de duración, sino también por su materialidad: gracias a los lazos que entabla con otras artes es, paradójicamente, puro cine. Rodrigo Seijas


Nymphomaniac, de Lars von Trier / 9 puntos


Estamos ante el último provocador artístico cinematográficamente hablando del Siglo XXI, el danés Lars von Trier y su polémica Nymphomaniac -parte final de su trilogía del sufrimiento femenino que cierra los anteriores films Anticristo y Melancolía– con alto vuelo sexual explícito y de impacto para un público adulto. Sin embargo, esta controversial pieza es una bella fábula como sólo Von Trier sabe armar. La premisa tiene como eje a una mujer adicta al sexo (la elogiable Charlotte Gainsbourg, que poco a poco se está convirtiendo en la musa de von Trier) encontrada moribunda y llena de golpes en un callejón de mala muerte por el buen samaritano Seligman (el talentoso Stellan Skarsgård, de Contra viento y marea y Bailarina en la oscuridad, otro favorito del director) quien la lleva a su casa para luego escuchar las historias eróticas con lujo de detalles en boca de esta señorita. Transgredir desde lo visual pero sin perder el sentido del realismo es el objetivo de este gran director danés que nos muestra el sufrimiento, deleite y karma padecido de tales fantasías en carne propia por Joe, nuestra dama protagonista, y lo cumple con creces a lo largo de sus cuatro horas divididas en dos entregas de ocho capítulos en total. Encontramos cómo Seligman se debate entre consejero y cura en calidad de oyente de lo moral y lo ético aunque es la propia Joe quien alecciona con su sabiduría de vida el calvario de tal estigma carnal. En tela de juicio se coloca la exploración de algo tan primitivo y prohibido a lo largo de la historia de la Humanidad como el despertar sexual y la vida activa que son tratadas sin límites pero con naturalidad, como debe ser. Es decir, sin caer en lo pornográfico o guarro. Nymphomaniac no busca la gratuidad de la desnudez porque Von Trier encuentra una justificación para cada detalle, para cada razón de ser. Todo es simbolismo, todo es arte y humanismo. Será tal vez la pieza más adaptada al Dogma 95, que el cineasta comparte junto a otros directores de su misma nacionalidad -aunque el estilo cruzó las fronteras continentales-, ya que evita incluir efectos especiales o reducir al mínimos aquellos considerados como “sobrenaturales” para empapar la historia de hiperrealismo carnal cuasi violento y cotidiano, libre de sensualidad. Von Trier ha sido llano y directo a lo largo de su filmografía, generando admiradores y detractores que hasta aprovechan sus desaciertos bromistas o ya cualquier expresión que dispara artísticamente para acusarlo de cualquier cosa, menos de talentoso y transgresor. Así fueron sus palabras tergiversadas de antisemita luego de sus dichos en el 2011 durante el Festival de Cannes y Nymphomaniac es justo eso, la pérdida de vergüenza o de filtros, de decir y hacer lo que uno siente sin miedo al qué dirán, como si se tratarse de un pequeño niño que no tiene pudor alguno. Esa libertad de expresión y albedrío visceral pero poética a la vez. Rosana López


O velho do réstelo, de Manoel de Oliveira / 8 puntos


Hay cineastas que huyen del presente, pero no para negarlo, sino para interpelarlo, interrogarlo a partir del pasado. Algunas zonas del cine de Oliveira tienen que ver con ello y este corto lo confirma. Qué otra cosa puede ser sino reunir en una plaza del Siglo XXI a Don Quijote y otros escritores. La propuesta de entrada bordea el ridículo y sin embargo, a medida que transcurren las palabras y los argumentos, comienza a advertirse la verdadera intencionalidad de esta pequeña joya del portugués, fiel a sus planos fijos y a demandar un tipo de espectador atento. Guillemo Colantonio


Prison System 4614, de Jan Soldat / 7 puntos


prisonEl género documental no reconoce límites ni está condicionado por estados de ánimo. Es una regla que obedece a lo ético antes que a lo estético. Y se sabe que hay ciertos temas que no requieren más que una sobria puesta en escena para ser abordados con justicia. Soldat enfrenta la dificultad de encuadrar la tortura y el maltrato en una prisión a la que voluntariamente se someten personas. Hay dos cancerberos que intercambian los roles y mantienen la rutina de manera tal que el servicio y el goce estén garantizados. En el registro, el director alterna su cámara/ojo, al estilo de la “mosca en la pared” de las variantes del documental institucional, con otros momentos (de distensión) donde incluye breves reportajes a los involucrados. En apenas sesenta minutos, la idea queda instalada para que el espectador, lejos de encontrarse abrumado con mecanismos manipuladores, saque sus propias conclusiones o en todo caso asista a las particulares formas que tiene el ser humano de obtener placer. Guillermo Colantonio


Resan Till Jjaderkungens Rike, de Esben Toft Jacobsen / 8 puntos


Johan es el único hijo de una familia de conejos que viven en una hermosa casa, a la que recién se han mudado. La madre comienza a enfermarse, una noche un pájaro que atraviesa un círculo que se forma en el cielo se la lleva, dejándolos solos. Así, se van a vivir a un barco, donde Johan siempre espera que su madre regrese aunque su padre le diga que nunca va a volver. La película, si bien parece estar direccionada a un público más infantil, toca un tema que no es fácil de contar o de explicar para el rango de edad a la que apunta: la pérdida (alguien que se fue, que no va a volver) está tratada desde la mirada del niño conejo a quien sólo le importa volver a ver a su madre y no entiende, ni tampoco le interesan eso que los mayores llaman reglas, ya que en su universo no hay porqué creer en ellas, ni cumplirlas. El ritmo que le va dando el descubrir ese nuevo universo, lleva al film por el terreno de las aventuras, logrando que se maticen las situaciones más melancólicas. La idea de seguir adelante y superar los momentos difíciles que puede tener la vida, de enfrentarse a la verdad y no huir, son algunas de las cosas que nos enseñan los protagonistas. Gabriel Piquet


Starry eyes, de Dennis Widmyer y Kevin Kolsch / 1 punto


Homenajear a los 80′ es una modalidad incluida en la música, la moda y también en el cine estadounidense cuando parece que quedó vaciado de originalidad e ideas. El género de terror no se queda atrás, con incursiones logradas como Maniac, de Franck Khaulfon, o Cabin fever, de Eli Roth, que rememoran ese aire de horror de la época del vivo flúo pero también chascos como la insoportable aunque bella fotográficamente The house of the devil, de Ti West, y en este caso, la aburrida Starry eyes, de Widmyer y Kolsch. Resulta ser que la protagonista es una jovencita desesperada por convertirse en una actriz de Hollywood pero claro, aún se encuentra trabajando en una cadena de comida rápida que en la vida real existe y cosifica visualmente a sus camareras con ropa provocativa en busca de mayores consumidores. Nuestra protagonista en cuestión, Sarah -una gran actuación de madera de Alex Essoe- es llamada para audicionar por un papel estelar en una productora venida a menos de films de terror. Con mal comienzo, sin embargo logra convencer a sus auditores fuera de la prueba propiamente dicha aunque luego es notificada de que deberá sortear otras etapas a costa de varios sacrificios personales en pos de obtener el rol principal. Lo cierto que Starry eyes -financiada por los usuarios a través de Internet- se torna aburrida y extensa, y sólo se destaca la banda sonora de electrotecno ochentosa, que tampoco es para alquilar balcones. Se encuentran similitudes con clásicos como El bebé de Rosemary y Suspiria, pero está lejísimo de esos niveles de excelencia y a la vez resulta un cuasi guión calcado a la superior y recomendada Contracted (2013), de Eric England, que si bien toma rumbos diferentes retrata el padecimiento físico de la protagonista. Un film pésimo y olvidable, que nada aporta por estos lares. Rosana López


Summer of blood, de Onur Tukel / 6 puntos


Eric Sparrow es un cuarentón egoísta, quizás demasiado sincero, que tiene miedo al compromiso. Eso queda demostrado en la primera escena, cuando su novia le propone matrimonio en un restaurant y busca excusas para no comprometerse. Acto seguido, su novia se encuentra con un viejo compañero de estudios: Eric es ignorado por ambos mientras conversan, y finalmente lo dejan solo en las calles de New York. Para seguir con sus miserias humanas, Eric se encuentra con un hombre en la calle que está perdiendo sangre por la garganta, y al no poder entender lo que le dice (es un buen chiste, cuando le pide que le hable por lenguaje de señas) lo deja en la calle. Otro detalle de su comportamiento es la forma en la que intenta seducir (una manera elegante de decir) a una compañera de trabajo, mientras intenta recuperar a su ex. Su transitar tendrá un giro cuando se encuentre con un extraño personaje, que en realidad es un vampiro que lo muerde y lo introduce en su mundo. Todo lo bueno y lo malo de la película recae en Onur Tukel, su verborragia que lo lleva al universo hipocondríaco de Woody Allen se gana los mejores momentos (las citas con las mujeres en el mismo restaurant, por ejemplo). La película trabaja el registro de la comedia con elementos del cine de vampiros, pero como sucede en otros casos no terminan de encajar bien y el híbrido se vuelve algo simple. Si bien hay un momento que se habla de la misoginia y termina siendo un chiste (la escena de la orgía con las tres mujeres), a veces algunos de esos mismos chistes o ideas se vuelven machistas. Hay algunos secundarios famosos para el mundo del cine independiente como Alex Karpovsky y Jonathan Caouette. En resumen, queda claro que Onur Tukel se maneja mejor cuando transita la comedia. Gabriel Piquet


The kindergarten teacher, de Nadav Lapid / 3 puntos


teacherUna maestra jardinera descubre que un alumno de 5 años cae en trances esporádicos y crea poemas. La niñera y ella misma, poeta frustrada, se adueñan de los poemas haciéndolos pasar como propios. El padre del chico, separado y millonario, se niega a incentivar el supuesto don. La maestra se obsesionará cada vez más con el pequeño hasta un camino sin retorno. El director israelí Nadav Lapid (que ya había ganado el 14º Bafici con Policeman, una apuesta ideológica nefasta y con un uso de la metáfora bastante burdo) vuelve con esta historia insostenible, con supuestos aires de profundidad observacional y lectura coyuntural de su país, que no puede desarrollar en dos horas ningún personaje verosímil ni dejar de bajar línea. Si dejamos de lado la cuestionable idea romántica del genio -que llega por obra y gracia del misticismo-, no podemos dejar de objetar las débiles, poco sutiles y simplistas oposiciones dualistas con las que construye y pretende sostener el film: arte y riqueza; poesía y materialismo; sociedad espiritual y sociedad militarizada, etcétera. Y eso por no dar cuenta ni del trabajo esquemático con el sonido ni de las escenas de baile idiotizantes que apabullan por su ridiculez. Javier Luzi


The satellite girl and milk cow, de Jang Hyung-Yun / 6 puntos


Quien esté familiarizado con el cine coreano, y no me refiero a quienes miran solamente a los grandes autores que trascendieron festivales de cine, sino a quienes se animaron a meterse en el terreno de la comedia o la animación, saben algo: los coreanos tienen un gusto por lo bizarro y AMAN el melodrama más lastimero. Eso sirve para advertir sobre este título de animación que bordea lo absurdo, lo escatológico, tiene sus momentos de comedia y, además, se anima a profundizar en un melodrama existencial que seguro confundirá a los más chicos. La trama está colmada de ideas dispares enmascaradas por una trama de acción que lleva a nuestros personajes a huir de un incinerador gigante (¡!) y un ladrón de hígados (que en verdad, son las almas de humanos transformados en animales debido a la tristeza que sufren). Más allá del delirio, este animé que tiene más de autores como Makoto Shinkai o Mamoru Hosoda en su dibujo que en los autores clásicos del anime, tiene un 2D que se encuentra constantemente atravesado por técnicas digitales no siempre efectivas. Sin embargo, es una propuesta entretenida que cautiva por lo bizarro antes que para tomársela demasiado en serio -y, además, tiene a un papel higiénico parlante-. Cristian Ariel Mangini


The tale of princess Kaguya, de Isao Takahata / 8 puntos


kaguyaDifícil hablar de Takahata sin hablar del Estudio Ghibli y, aún más difícil, sin mencionar que a menudo se cree que es Hayao Miyazaki la única voz que lo identifica. La realidad está muy lejos de ello, Takahata es no sólo una voz fundamental, sino que es el autor de clásicos resonantes como La tumba de las luciérnagas, acaso una de las películas más dolorosas y dramáticas de la historia del cine. Tampoco hay que omitir que este director nipón de 79 años ha sido una pieza fundamental para que Miyazaki sea quien es hoy en día. Pero centrémonos en este film basado en una antigua leyenda japonesa llamada «El cuento del cortador de bambú», que data del Siglo X, film que asoma como un relato fantástico en su premisa pero que, dado que Takahata suele abrevar en el realismo, contiene una fuerte crítica social además de ser un ensayo sobre el paso del tiempo. Con un estilo de dibujo a mano estilizado y minimalista, Takahata muestra el poderío de esta herramienta no sólo por el aspecto artesanal de su obra, sino porque se permite pasajes experimentales como la huida de Kaguya en la cual el trazo se desdibuja y las figuras alcanzan el tono caótico de decepción que siente la protagonista. A pesar de que el guión naufraga por momentos en sus dos horas, el poder de síntesis de algunas imágenes, y en particular la desoladora mirada del final, demuestran la maestría de este vibrante realizador. Cristian Ariel Mangini


Tusk, de Kevin Smith / 4 puntos


Tusk o la tomada de pelo indie de la historia, dirigida por Kevin Smith, cuenta cómo un insoportable y egocéntrico locutor podscat -emisión realizada en estudio de radio semi o profesional con transmisión por Internet-, encarnado por Justin Long, por el afán de buscar mayor rating para su frívolo programa junto al nerdo y fofo ex Sexto sentido Haley Joel Osment viaja a Canadá en búsqueda de relatos freaks y absurdos pero reales. Y por esas casualidades de la vida va a parar a la mansión de un viejo “tigre de mar” que ha sido salvado por una morsa. En clave de humor negro se despliega un film extraño, a niveles de aquellos de cultos como Basket Case o Braindead, pero a la vez con cierto dramatismo que recuerda a tanques como Misery. Lástima que esa originalidad se despliega sólo en los últimos 40 minutos, yéndose al tacho toda la historia a lo largo de su duración con momentos de comedia forzados e interminables diálogos. A favor se destaca la incursión del maquillaje utilizado y -no puedo spoilear- las perlitas de actores irreconocibles como Johnny Deep, que en el papel de un tosco investigador de pueblo se autoparodia en otros personajes de gestualidad amanerada tales como el Capitán Sparrow o El sombrerero loco. Y si les cuento que la novia del protagonista es la hija del Puma Rodríguez tampoco aporta nada a esta ensalada con walrus o morsas incluidas. Tusk es una ensalada sin sabor y aburrida que nació como producto de un podscat realizado por su propio director pero también para reírse con liviandad de los arquetipos que enfrentan a yankees y canadienses. Por un lado, la acidez y el egocentrismo de los estadounidenses; por el otro, la aparente solidaridad e inocencia de los norteños; todo es combinado con las miles de estupideces que la gente exhibe frente a las redes sociales por un minuto de fama. Y es que a veces perseguir la novedad de lo banal puede costar muy caro. Rosana López


Un borghese piccolo piccolo, de Mario Monicelli / 6 puntos


La versatilidad de Alberto Sordi para pasar del humor a la tragedia es proporcional a la forma en que los directores entendieron la llamada “comedia a la italiana”. El gigante actor interpreta aquí a un empleado público que hace todo lo posible para que su hijo ingrese al lugar donde ha trabajado toda la vida. La primera parte incluye momentos divertidos y se crea una empatía con este personaje pasional, inadaptado social, atrapado en un ámbito laboral desquiciado cuyo jefe destila caspa por donde se mueve y es partícipe de una logia masónica. El ministerio al que asiste es una especie de manicomio burocrático, kafkiano, donde se producen situaciones insólitas. La segunda comienza con un quiebre argumental terrible: la muerte del hijo en medio de un atentado terrorista. A partir de este fatal acontecimiento, la comedia le cede la posta a la tragedia y la ambigüedad gana terreno a base de decisiones cuestionables y golpes de efecto. No se trata del tema elegido (de una vigencia lamentable, sobre todo en nuestro país) sino de la forma que elige Monicelli para plasmarlo. Una película por discutir pese a su carátula impresa de obra maestra. Guillermo Colantonio


Vita da cani, de Mario Monicelli y Steno / 8 puntos


Claro exponente de la comedia a la italiana para leer los cambios producidos en el escenario de la posguerra. La risa, a diferencia de otros contextos, nunca estuvo más cerca de la amargura. Vita de cani cuenta la historia de un grupo ambulante de artistas comandado por el gran Aldo Fabrizi. El título hace referencia a las duras condiciones de supervivencia. El eco chaplinesco se deja oír cuando el melodrama se instala en lo cotidiano: amores que se truncan por anhelos de grandeza y la imposibilidad de hallar un lugar en ese incipiente contexto de desigualdades económicas. Si bien la película adopta formas dialógicas a modo de sentencias ya rancias (de las cuales se verá la impronta en el cine industrial argentino apenas comenzada la democracia), es la mirada a través del humor la que mantiene vigente la fuerza que emanan las imágenes fotografiadas por un joven Mario Bava. La clásica picaresca italiana a base de excusas y tretas baratas se suma a una galería de personajes laterales desopilantes (un director de orquesta bizco, un tipo dormido en el tren, un comisario sin dientes). Es la mirada estrábica que nos pide centrarnos en el drama pero espiando el costado gracioso de la vida, sin el cual no hay modo de supervivencia. Regla de oro: de la desgracia hay que exprimir el jugo para la comedia. Quien se extrañe ante ello, no tendrá más que escuchar el grito recurrente del protagonista para salir de un apuro: “somos todos italianos”. Guillermo Colantonio

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