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Mad Men – Recapitulación: The forecast

Por Mex Faliero

(@mexfaliero)

madmenLo que la semana pasada un poco que le exigía a este final de Mad Men, se hizo presente en este último capítulo: Peggy y Sally, la empleada y la hija, vinieron para potenciar el drama. Y también para decirle a Donald que es poco más que un imbécil. La primera, en el ámbito laboral; la segunda, en el personal. Aunque, claro, ambos ámbitos no son más que el otro, retorcido. Peggy lo cree un tipo sin escrúpulos, alguien que nunca terminará de reconocerle sus logros y que sólo la pisoteará, una y otra vez. Se lo dice. Sally odia ser esa mezcla del padre y de la madre que le tocaron, quiere tomarse un micro y desaparecer. Se lo dice. Cacheteado, así viene el bueno de Donald en esta última temporada, paliza verbal a la que se suma John Mathis, en un auto-despido por todo lo alto (igual convengamos, Mathsi, sos muy gil).

Capitulazo de Mad Men, que se definió por una serie de diálogos memorables, filosos, cortantes. Y todos esos cortes dieron en la cara de Draper. Si la semana pasada terminaba parado en medio de su departamento vacío, esta vez el final es con un elegante traveling que lo abandona en la puerta de su departamento, al que ya le encontraron nuevos dueños. Donald ya no es sólo un hombre con un vacío interior enorme, sino además un hombre sin lugar, sin territorio. Entre los compradores del depto aparece alguien que trabaja en la bolsa. Así es la vida, pensará Draper: aquellos que como él ayudaron a erigir un imaginario estético (y un estilo de vida) en la posguerra norteamericana son elementos en desuso; se vienen las finanzas, los negocios. Otros trajes, otras ideas, otro mundo. Menos romántico y más perverso.

A partir de un discurso que le mandan escribir a Draper, la búsqueda de qué es el futuro se convierte en el centro dramático de The forecast y, tal vez, el que termine siendo la columna vertebral de esta última temporada. Y el futuro se hizo presente, además, a partir de la aparición de los jóvenes amigos de Sally, con el regreso de un viejo conocido. Nunca el choque entre los adolescentes y los adultos estuvo tan presente en la serie como en este capítulo. Matthew Weiner sabe que a la vuelta de la esquina esos jóvenes o morirán en la guerra o serán presos del más rabioso capitalismo materialista. El idealismo de la época se evaporará. Por eso, la mirada es la de Draper en ese diálogo maravilloso que tiene con las amigas de Sally (¡las caras de Sally viendo a sus padres galantear con adolescentes!): no puede haber más que ternura y amargura. Lo que se avecina, sabe nuestro protagonista, es incierto. Y eso es lo atroz, pero también lo absurdo del mundo de certezas en el que nos acomodamos para no morirnos de angustia.

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