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El maestro del tai-chi

taichi posterTítulo original: Man of Tai Chi
Origen: EE.UU. / China / Hong Kong
Dirección: Keanu Reeves
Guión: Michael G. Cooney
Intérpretes: Tiger Hu Chen, Keanu Reeves, Karen Mok, Hai Yu, Qing Ye, Simon Yam, Hirata Yasuyuki, Brian Siswojo, Helene Leclerc, Michael Tong, Sam Lee, Guo Jiu Long
Fotografía: Elliot Davis
Montaje: Derek Hui
Música: Kwong Wing Chan
Duración: 105 minutos
Año: 2013
Compañía editora: AVH


5 puntos


Reflexión a medias

Por Rodrigo Seijas

(@fancinemamdq)

taichi unoEl debut en la dirección de Keanu Reeves no deja de ser una rareza: El maestro del tai-chi es una película con unos cuantos lugares comunes pero que también intenta ser otra cosa y hasta busca ser una alegoría política, aunque sus fallas narrativas y en la construcción de personajes la terminan condenando a quedarse a mitad de camino.

Reeves se reserva para sí mismo el papel más interesante, que es el del villano, Donaka Mark, un tipo despiadado y en extremo violento que es el cerebro detrás de una organización que arma peleas clandestinas y que anda en busca de su próximo gran peleador, que sepa conectar con el público y que lleva esa típica premisa del “matar o morir” hasta su concreción irrevocable. Cree hallarlo en “Tiger” Chen Lin Hu, un joven experto en las técnicas del tai-chi, que a partir de las enseñanzas de su maestro ha ido escalando en sus habilidades. Al principio, Tiger rehusará la oferta de Mark, ya que luchar por dinero comprometería su honor. Sin embargo, cuando amenazan cerrar el templo donde estudia debido a sus problemas estructurales, Tiger terminará aceptando incorporarse al circuito de peleas, para poder conseguir el financiamiento que le permitirá solventar las obras necesarias. El problema es que a medida que las peleas se sucedan, estará cada vez más adentro, reduciéndose sus chances de poder salir, no sólo a nivel físico o legal, sino incluso espiritual.

Decíamos que el rol más interesante era el de Reeves, pero claro, él no es el protagonista. El relato se centra claramente en Tiger, dividido entre su formación espiritual, ética y moral a partir del tai-chi, y las posibilidades de elevar su estilo de vida a partir del flujo de dinero constante que viene con las peleas clandestinas. El maestro del tai-chi se transforma rápidamente en un film político, que busca exponer cómo el capitalismo occidental ha contaminado lo que antes era la espiritualidad oriental, no sólo con el dinero -que se extiende a la corrupción de las fuerzas gobernantes y de seguridad-, sino también con la sed de violencia y el morbo por ver la destrucción completa de los valores de otra persona. El problema es que el actor principal, Tiger Hu Chen -que su nombre sea muy parecido al de su personaje no parece ser una simple casualidad-, no tiene mucho carisma: lo suyo es indudablemente la capacidad coreográfica a la hora de las peleas (fue doble de riesgo en El tigre y el dragón, Los ángeles de Charlie, Matrix recargado y Matrix revoluciones) y no las habilidades interpretativas, por lo que es difícil sentir empatía con sus dilemas internos. Por eso no deja de ser lógico que ese villano sin dobleces que encarna Reeves con su acostumbrada pero efectiva cara de piedra termine siendo mucho más atractivo: su repugnante coherencia hasta lo hace incluso respetable.

Hay en El maestro del tai-chi una voluntad por pensar los códigos del género -tanto desde lo actoral como desde la puesta en escena, con la violencia trasladada incluso al montaje- y las formas en que puede reflejar las tensiones entre Oriente y Occidente, donde hasta el lenguaje aparece puesto en crisis. Pero a Reeves se le nota que todavía está aprendiendo el oficio de director y no termina de redondear sus ideas de manera fluida y coherente. De hecho, hay que forzar mucho las interpretaciones políticas, porque todo está contado de manera esquemática y hasta torpe. Su film termina un tanto hundido por las ambiciones y sólo se puede disfrutar por lo que se disfrutan las películas de su género: por algunas peleas estupendamente coreografiadas, aunque haya una donde la intervención de Iko Uwais (estrella de esa joyita indonesia llamada La redada) prometía mucho, pero que queda totalmente trunca. Quizás esa secuencia simbolice un poco el defecto principal de El maestro del tai-chi: se preocupa demasiado por el mensaje pero se olvida de divertirse, y eso conspira precisamente contra el mensaje.

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