Por Cristian Ariel Mangini
Nombre: La maison en petits cubes (Japón / 2008 / 12 minutos). Dirección: KunioKato. Estudio: Robot Communications.
Bajo la dirección de una joven y promisoria figura de la animación japonesa, nos llega este corto que lo llevó inmediatamente a ser considerado como una de las figuras autorales más importantes, ganando en 2008 en el festival de Annecy y el Oscar al mejor corto animado en el 2009. El impacto emocional de la propuesta radica en el poder simbólico de las imágenes (pensemos no sólo los edificios, sino por ejemplo, la pipa o la copa) que, sin embargo, nunca resultan complejas de entender, entrelazadas con un guión que en la aparente sencillez de sus flashbacks desnuda un poderoso relato existencial. Pero no hay figuras crípticas, juegos intelectuales confusos o búsquedas inentendibles: La maison en petits cubes (La casa de pequeños cubos, en francés) es tan sencilla desde su arte que se permite hilvanar una paleta de azul y amarillo para transmitir un tono melancólico, acompañado por el pegajoso leitmotiv de Kenji Kondo. El argumento es sencillo: la amenaza de un crecimiento en el nivel del agua lleva a un viejo habitante a construir un nuevo piso de la residencia donde vive. Sin embargo, cuando se le cae una pipa a los pisos inferiores comienza a recordar otras etapas de su vida que han quedado sumergidas, hasta rescatar una memoria olvidada que pasará a compartir sus días de hastío.